A pesar de que las hojas de papel se han vuelto amarillas con el paso de los años, las palabras escritas en ellas siguen despertando los mismos sentimientos en mí.
Desde el primer momento en que nos vimos una energía electrizante nos envolvió y nos atrapó, cortándonos la respiración durante un breve instante.
Los momentos que compartimos en aquel campamento fueron los mejores de nuestras vidas, tan intensos y apasionados como solo dos jóvenes pueden vivirlos.
Fue breve, por desgracia. Demasiado breve.
Durante mis momentos más difíciles, tu sonrisa tierna e inocente me seguía acompañando en mis recuerdos, dándome fuerza y valor para afrontar las adversidades, tal y como me enseñaste.
Y hoy, mucho tiempo después, tanto que mis manos se han llenado de arrugas y mis cabellos de canas, sigo atesorando con cariño las cartas que nos escribimos aquel verano.