Escribe un relato que tenga lugar durante una tormenta.
La lluvia golpea los cristales con violencia por culpa del fuerte viento que trae el temporal. Los rayos y relámpagos iluminan las calles, convirtiendo la noche en día durante escasos segundos. Los truenos retumban en el cielo con tanta potencia que pareciera que el cielo va a caerse sobre sus cabezas en cualquier momento.
En un piso en el extrarradio de la ciudad, el pequeño Mateo se sobresalta horrorizado por el terrible sonido de la tormenta, que hace que las viejas paredes de su habitación crujan con violencia.
Esconde la cabeza bajo las mantas de la cama en busca de refugio, sin mucho resultado. No tarda en llamar a sus padres, con la voz aguda y asustada del niño de siete años que es.
Tras unos segundos, escucha unos pasos dirigiéndose a su cuarto, casi silenciados por un nuevo trueno, y abre la puerta su hermano, Carlos, tres años mayos que él.
—¿Qué pasa ahora? —le pregunta con voz somnolienta.
—¿Dónde están papá y mamá?
—Cuidando de la abuela. Se cayó en la ducha y se ha roto las costillas, ¿recuerdas?
—¿Y la tita Claudia?
—Durmiendo en el sofá —responde su hermano aguantándose un bostezo.
La tita Claudia es la mejor amiga de su madre y la madrina de Carlos, tiene el sueño muy profundo y ni la terrible tormenta del exterior podría despertarla, por eso no ha oído los llamados del niño.
—Venga, Mateo, duérmete ya, es tarde y mañana tenemos cole —pide Carlos, frotándose los ojos por el cansancio.
—Pero... —Mateo intenta explicarse, pero teme que su hermano se burle de él por su miedo a los rayos, así que agacha la cabeza y la cubre con las mantas, intentando apaciguar el sonido de la tormenta.
Carlos observa el bultito tembloroso en el que se ha convertido su hermano. Suspira con resignación, sabiendo que el pequeño no conseguirá dormir hasta haberse calmado.
Mateo oye los pasos de su hermano saliendo de la habitación y la tristeza se cierne sobre él. Pequeñas lágrimas caen por sus regordetas mejillas, consciente de que nadie va a ir a consolarlo.
En voz baja, llama a sus padres, esperando que mágicamente aparezcan en casa y le protejan.
—Hazme hueco.
La voz susurrada de Carlos llega a sus oídos mientras nota que las mantas se mueven. La cara de su hermano aparece por uno de los costados de la cama.
Con mucho cuidado de no destaparle, el mayor se cuela debajo de las sábanas, con una pequeña lámpara que proyecta estrellas y un libro de cuentos, y se sienta con las piernas cruzadas sobre el colchón. Mateo no tarda en imitar a su hermano mayor, mirándole expectante.
—¿Qué haces? —pregunta con curiosidad.
—Protegerte —dice Carlos con simpleza—. Mamá siempre dice que con un poco de luz y una buena historia, todo lo que nos da miedo se va —abre el libro y empieza a ojearlo—. ¿Qué cuento leemos?
Mateo se seca las mejillas con la manga del pijama y, con una gran sonrisa, se arrima a su hermano para elegir una historia.
Fuera de su cobijo de mantas, la tormenta continúa rugiendo furiosa, pero a Mateo ya no le da tanto miedo. Su hermano mayor está con él, haciéndole compañía y contándole uno de sus cuentos favoritos mientras que la lámpara simula un cielo despejado desde el que pueden verse las estrellas.