Un golpe seco en el pecho que me detiene el corazón.
El aliento se escapa de mis pulmones.
Se me corta la respiración.
Una lágrima de cristal se desliza por mi mejilla.
Deja un rastro helado que hace arder mi piel.
Un sabor salado que se cuela por las comisuras de mis labios.
La escena que se representa ante mí es irreal.
Me siento como una espectadora más que como la protagonista.
El dolor es tan real que puedo sentirlo en mis propias carnes.
Es lo único que me convence de que todo está pasando de verdad.