La expectación se apodera de mí mientras espero sentada en el comedor.
Un rico olor sale de la cocina e inunda toda la casa.
No tardas mucho en llegar con la cena y, sonrojado, me confiesas que has tenido a tu madre al teléfono toda la tarde para poder prepararlo.
Sonrío con ternura al ver lo mucho que te estás esforzando por hacer de esta una velada perfecta.
Tras terminar, me propones ver una película, a lo que acepto sin dudar.
Me tumbo en tu cama, con el estómago lleno y el calor de tu cuerpo rodeándome.
A los cinco minutos, la comodidad de tu abrazo hace que el cansancio se apodere de mí y antes de darme cuenta, caigo dormida sobre tu pecho.
En algún momento de la noche, siento el peso de la manta que colocas sobre nosotros antes de acomodarte a mi lado y acompañarme en mi sueño.