Tristeza, frustración, inconformismo.
Sentimientos que empezaron a florecer en mi interior a medida que crecía.
Intenté hablarlo con los demás, expresar cómo me sentía.
Pero no conseguí sentirme comprendida.
Mis padres, mi casa, mis amigos, mi ciudad...
Sentía que me faltaba el aliento, que me ahogaba.
El espacio a mi alrededor era demasiado pequeño.
Me marché lejos en busca de respuestas.
Recorrí el mundo. Conocí, aprendí y degusté trocitos de cada país.
Pero no tardé en volver al inicio.
De nuevo, el mundo se me hacía pequeño.
No me quedaban lugares que visitar, ni personas que conocer.
Hice lo único que podía hacer: regresar a casa.
Y fue en ese momento, al abrir la puerta, cuando por fin me sentí plena.
Lo comprendí. Lo que había estado buscando no estaba allá afuera.
Estaba allí. Un lugar al que volver. Un hogar. Mi hogar.