Todos los niños pegan sus caras al cristal del escaparate, lamiéndose los labios ante la deliciosa visión que tienen delante: unos pasteles recién salidos del horno.
El calor todavía sale por los pequeños agujeros de la masa y deja un agradable olor que sale al exterior, invadiendo toda la calle. Los niños vuelven a relamerse cuando el aroma alcanza sus pequeñas naricitas.
La dueña de la pastelería sonríe con cariño al ver la reacción que provocan sus postres y les hace una señal para que entren al local.
–Podéis elegir el que más os guste, pero que sea solo uno, ¿de acuerdo?
Los niños asienten, con los ojos brillantes de emoción y se lanzan en estampida hacia el mostrador, donde aquellos preciados bocados esperan ser disfrutados.