Las pesadillas se acumulan noche tras noche.
Me despierto envuelta en sudores fríos y taquicardias que hacen que tema que el corazón se me salga del pecho.
No recuerdo lo que sueño, pero la sensación intranquila e inquietante que me deja no se va ni con los primeros rayos del sol.
La oscuridad es mi enemiga, pero eso no convierte a la luz en mi aliada.
Temo que llegue la hora de ir a dormir tanto como temo la hora de abrir los ojos por la mañana.