Se miran.
Con esa complicidad que solo logran tantos años juntos.
Con esa capacidad de saber lo que el otro está pensando.
Se sonríen con ternura y conexión.
–¿Cómo sé si estoy enamorado? –vuelve a preguntar su hijo de cuatro años.
Se cruza de brazos esperando la respuesta, con una mueca de fastidio al ver que sus padres parecen más centrados el uno en el otro que en resolver su duda.