Un claro en mitad del bosque. Una cárcel de troncos y raíces.
En su centro, la flor más hermosa que hayas visto nunca.
Es pequeña como un colibrí y delicada como las alas de una libélula.
Sus pétalos son azul añil y parecen brillar con la luz de la luna.
Pero, sin duda, lo más atrayente es la fragancia que desprende.
Un aroma suave, dulce y embriagador envuelve el lugar.
Te atrapa en un torbellino de maravillosos delirios infinitos.
Te obliga a acercarte más y más. Cada vez más cerca.
Hasta que tus pulmones colapsan, atiborrados de su perfume letal.