La savia se desliza por las grietas del tronco.
Da la sensación de que el árbol llora sangre.
Las cortezas calcinadas de sus hermanos continúan humeantes.
Mueve sus ramas intentando comunicarse con ellos.
Esperando una leve señal de vida entre tanta muerte.
Al no recibir respuesta alguna, la furia se abre paso ante el dolor.
Mueve sus raíces, a varios metros de profundidad, y hace temblar la tierra.
No le importa ser uno de los últimos.
No le importa que con él desaparezca su especie.
Si tiene que sacrificarse para lograr la paz, eso es justo lo que hará.