La intensidad de tu mirada posada sobre la mía me dejó sin aliento. El corazón me latía desbocado a medida que te acercabas a mí.
La música estaba demasiado alta como para saber lo que me decías, pero tu seductora sonrisa y tu mano invitándome a la pista de baile fueron suficientes.
Pronto, la música, las luces y todas las personas a nuestro alrededor desaparecieron. Solo existíamos nosotros, nuestros ojos fijos en el otro, nuestros cuerpos buscando un contacto cada vez más íntimo.
La noche pasaba sin que ninguno fuese consciente de lo que nos deparaba la llegada del amanecer. La vuelta a la realidad. El despertar de aquel sueño. El fin de esa mágica conexión.