Me puse una tirita en el corazón y continué hacia adelante, creyendo que el tiempo cerraría la herida por completo.
Hubo momentos en los que parecía que la había curado. No la sentía, y yo volvía a estar tan bien como antes.
Pero hubo otros en los que el dolor se volvía insoportable, como si fuese una herida reciente que me incapacitaba por completo.
Tras un tiempo con estos altibajos, entendí que no era algo que podía dejar al paso del tiempo, sino que debía cuidarlo y mimarlo cada día hasta que sanase por completo.