Recordando mi Primer Amor

Capítulo 1

Lucas es un niño de doce años, es inteligente; aunque a menudo los estudios lo hacen bostezar, prefiere escapar de la escuela y dormir una siesta en la ribera del río, sobre una alfombra de tréboles y flores silvestres.

Una mañana, camino a la escuela, mientras va de bostezo en bostezo, sus pasos se desviaron al sendero cerca del bosque y desde allí puede ver las chimeneas de la mansión, Johnson, que luce espléndida en medio del valle.

El padre de Lucas, el señor Anselmo García, hace trabajos esporádicos como jardinero, carpintero o lo que el señor Leonidas Johnson, dueño de la mansión, necesite. Casi todos en el pueblo le temen, será por su porte imponente o por su fría mirada, que podría congelar hasta los huesos, el tal señor Johnson enviudó hace tres años, tiene una hija de nombre Isabel. Lucas nunca la ha visto. No va a la escuela ni a la iglesia.

De pronto la suave brisa primaveral, llevó hasta sus oídos una melodía. Guiado por la música, se acercó lo más que pudo. Vio a una niña sentada frente a un piano.

Se asombró, nunca había visto a una criatura tan bonita. —“Debe ser un ángel”, —pensó.

Lucas se sentó en el pasto, pero no pudo mantenerse quieto por mucho tiempo. Quiso acercarse más, entonces entre los arbustos, rosales y hiedras se escabulle cada vez más cerca. Al llegar a la muralla se cuelga de las enredaderas. Se escondió del profesor de piano que, mirando hacia afuera, finaliza la clase. Tomó sus partituras y se marchó. La niña se quedó sentada frente al piano, tocando algunas notas sueltas. Lucas golpeó la ventana y sonríe ampliamente. Cuando la niña lo vio, se asustó, lo cual es lógico... nunca imaginó ver a un niño colgado de su ventana. Lucas mantiene su amplia sonrisa.

En ese momento otro profesor llega.

Buenos días, señorita Isabel. Saludó el hombre mayor, con voz seca y nariz respingada.

La niña hizo una reverencia y, se sentó detrás de un gran escritorio, saca un libro mientras el profesor bosteza. Ella finge leer mientras de reojo mira al muchacho que permanece colgado, como si fuera un mono, esa imagen en su cabeza la hizo reír.

El profesor alza una ceja...

—Si las enseñanzas de Sócrates le parecen divertidas, entonces leerá dos capítulos más.

La niña resopla y vuelve a leer, al rato, vuelve a mirar hacia la ventana, ya no ve al peculiar niño.

Pasaron algunos minutos, Isabel mira el reloj mural y luego al profesor... sonríe cuando este ya comienza a cabecear y pronto se deja llevar por el sueño junto a sus ronquidos.

Entonces caminó sigilosamente hacia el ventanal, miró con curiosidad, fue cuando Lucas aparece nuevamente. La pequeña voltea a mirar al profesor para luego abrir la ventana.

Lucas se sorprende.

—¿Quieres que entre?...

—No tonto, ayúdame a bajar, —responde.

Fue una gran hazaña para Lucas poder ayudarla a bajar... Hace una mueca, si es un ángel, ¿por qué no extiende sus alas y vuela?

Ya en tierra firme, la niña corre, Lucas corre también, pero la voz de su padre hace que se detenga.

—¡Lucas! ¿Perdiste el camino hacia la escuela?

El niño balbucea...

Su padre respiró profundamente.

—No tengo tiempo para regañarte, pero ya hablaremos en casa.

Lucas sigue balbuceando.

Su padre resopla. —Veo que te pusiste tu camisa nueva, no la ensucies o tu madre estará muy molesta. Vete.

Lucas hizo una reverencia y se marchó raudo, siguiendo las pequeñas huellas del ángel que lo guían a su lugar favorito.

A poca distancia se detiene para recuperar el aliento, camina sigiloso, la niña está sentada en el pasto. Lucas no lo duda más y se sienta a su lado, ella se aleja un poco.

—Oye, te ayudé a bajar, —reclama el muchacho.

—Eres mal educado, los niños no se cuelgan de las ventanas, contestó la niña.

Lucas hace una mueca, luego al escucharla reír, él también sonríe.

—Eres un niño extraño, dijo ella.

Lucas se encogió de hombros, ser extraño es ser especial, pensó con orgullo.

—Eres Isabel, ¿verdad?, tienes un nombre muy bonito, Yo me llamo Lucas y tengo doce años.

—No te pregunté, contestó con indiferencia.

Lucas resopla, seguro los ángeles son caprichosos.

Isabel es un año menor.

La niña se mete a la orilla del riachuelo. Corre por el agua, pataleando, pisó mal y resbaló. Pero es orgullosa, no lloró. Se sentó al borde de la ribera sobando su rodilla. Lucas la mira... es tan bonita y su piel es tan blanca... casi transparente. Recuerda haber escuchado a su madre decir, que la niña Isabel era muy enfermiza.

—¿Te irás al cielo?

La niña pestañea, sonríe e indica. —Me subiré a esa nube, esa de color rosa.

Lucas no ve ninguna nube rosa, más bien ve un barco pirata.

La imaginación de los dos niños se desata, formando un mundo de colores y fantasías.

Lucas le ayuda a atar las cintas de sus zapatos de charol... ella lo empujó y corrió en dirección de la mansión, Lucas corrió detrás. —Te harás daño (le advierte),

Isabel voltea para sacar la lengua, se cae y rasga un costado de su blusa, aguantó el sollozo hasta que no pudo más... comenzó a llorar, la regañarán.

Lucas no lo duda, se quita su camisa nueva.

El padre de Lucas es un buen hombre, trabajador, pero también ha enseñado con severidad a su hijo. El muchacho se fue a dormir sin cenar y con algunas palmadas en el trasero.



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En el texto hay: primer amor

Editado: 08.01.2024

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