Recordando mi Primer Amor

Capítulo 19

La campaña política terminó y también las elecciones... Luego del cómputo final. Hubo indudablemente un ganador.

Una mañana.

Isabel baja las escaleras, escucha murmullos de la servidumbre. Camina al despacho. Allí el señor Johnson permanece sentado mirando el jardín, más bien el invernadero.

–Papá, ¿estás triste?

El hombre mayor respira hondo. —Digamos que mi orgullo está algo dolido.

Isabel se sienta a su lado. —El señor García, ¿ya no será nuestro jardinero?

—Ya no.

—Entonces, ¿quién cuidará nuestro jardín?... ahora, ¿serás jardinero?

Su padre ríe. —No creo tener esa habilidad. Pero no te preocupes, encontraré a alguien que se ocupe. Mientras, ¿te parece si lo cuidamos juntos?

—¡Genial!, pero por donde empezaremos.

—Te parece bien comenzar ¿por el invernadero?.

Isabel está feliz.

Entonces padre e hija, quitaron algo de maleza, hacen surcos para el agua, y sembraron algunas semillas, ambos dudan si algo florecerá. Se encogen de hombros y ríen.

En la tarde

En la plaza hubo celebraciones, música y cánticos... La señora Amanda actúa como si fuera la primera Dama de la nación, mientras el señor García da un estudiado discurso.

La música dejó de sonar cuando el carruaje del señor Johnson llegó a la plaza. Los curiosos suponen que habrá algún altercado.

Pero el señor Leonidas fue correcto y educado en todo momento. Saludó y felicitó al nuevo gobernador, hablaron algunos temas para luego regresar a la mansión.

Ordenó hacer su equipaje.

—Sé que te prometí cuidar juntos el jardín, dice a su hija, pero su excelencia me envió un mensaje, tengo que ir a la corte, te prometo que volveré pronto y quizás la próxima vez, te lleve conmigo.

Algún tiempo después.

La familia García se cambió de casa, a una más grande al centro del pueblo. La nueva habitación de Lucas tiene más espacio, pero no logra ver desde su ventana el valle ni su amada colina. Extraña ver el amanecer.

De todos modos, al salir de la escuela, corren juntos, se tumban en el pasto y cierran los ojos. Sus corazones son esponjas que retienen cada momento juntos, compartiendo el mismo espacio.

Por algún motivo que no logra entender, Isabel se siente triste.

Lucas empuña sus manos. —Dime quién te ha hecho llorar, lo castigaré... incluso al minotauro que habita la planicie, más allá de las montañas.

Ella no sabe expresar aquel sentimiento de tristeza, Lucas se sentó a su lado y le pareció que la piel de Isabel estaba más blanca que otros días. Supongo, pensó, que la piel de los ángeles es así de pálida.

Tres meses después.

La familia García tuvo invitados a comer, el alcalde, su esposa e hija., dos años mayor que Lucas.

La señora Amanda actúa como si siempre hubiera sido una dama de la alta sociedad, a veces exagera, su esposo carraspea. Lucas está incómodo con la ropa que su madre compró, se siente disfrazado de señorito, la niña lo mira y sonríe, Lucas se sonroja, lo cual su madre ve con mucho agrado.

Después de comer, los mayores pasaron a la sala... mientras los más jóvenes salen al jardín.

Había un columpio en el patio, ella se sienta y vuelve a mirar a Lucas, que se sentó en el pasto, desojando algunos tréboles.

—Te he visto en la escuela. Siempre estás con la hija del señor Johnson. Son tan adorables.

Lucas pestañea.

Llega Manolo, que es hijo del dueño de la tienda de abarrotes más grande del pueblo.

La niña lo ve y ríe. —A tú, siempre estás persiguiendo a Nino. Se empieza a rumorear.

El niño salta como una liebre. —¡No es cierto!

La niña ríe.

La esposa del alcalde tiene mejillas redondas y coloradas, ríe de forma chillona, dice que pronto viajará por toda Europa. La señora García, no quiso ser menos.—Nosotros también viajaremos, quizás nos veamos en alguna calle Parisina (ríe con exageración).

Anne, que no pretende ser más o menos, acercó una bandeja.

—Estos bocadillos están exquisitos. Querida, debes prestarme a tu sirvienta, tendré una reunión, a la cual estás invitada, y necesito alguien que cocina así de delicioso.

La señora Amanda no se molestó en aclarar la situación, tampoco dio tiempo a su esposo para aclarar aquel detalle. Ni la misma Anne se molestó, pensaba marcharse pronto.

Antes de irse, la niña miró a Manolo.

—No te preocupes, tu secreto está seguro conmigo.

—¡No tengo secretos!

Ella ríe y luego suspira. —Los amores prohibidos son tan románticos.

La señora García no quiso ser menos. —Nosotros también viajaremos, quizás nos veamos en alguna calle Parisina (ríe con exageración).

Otro día en la escuela.

Los niños juegan un partido de fútbol, por un lado, estaban Lucas, Manolo y Nino... además de otros niños de su clase... el equipo contrario, un año superior. A pesar de ser mayores, comenzaron a perder... Se formó una batalla campal.

Manolo daba aletazos a diestra y siniestra, mientras Nino lo usa como escudo.

Cuando Lucas quiso intervenir a favor de sus amigos, su padre llegó de improviso a la escuela, quería presumir. Se bajó de un carruaje, no era nuevo, pero para empezar era perfecto. Llamó a su hijo, por supuesto que Lucas se avergonzó, hasta las orejas.

El señor García mantiene las cejas fruncidas.—Espero que no estés involucrado en esas peleas, vienen a estudiar...no a comportarse como delincuentes juveniles. Tomaré medidas al respecto, hablaré con el director.

Lucas no dice nada, solo escucha a su padre.

Ya en casa...

—Debemos enviar a nuestro hijo, a una escuela de la ciudad, algo acorde a nuestro status, —dijo la señora Amanda.

El señor García respira hondo, es una opción que debe considerar. Sería bueno trasladarse a la ciudad, él y toda su familia.



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En el texto hay: primer amor

Editado: 08.01.2024

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