En asuntos de amor, los locos son los que tienen más experiencia. De amor no preguntes nunca a los cuerdos; los cuerdos aman cuerdamente, que es como no haber amado nunca. —.Jacinto Benavente.
-¡Pasé! -gritó Lissie.
Yo estaba sentada en el capó de su auto esperándola. Las últimas dos horas en nuestros horarios no coincidían, así que nos encontrábamos en la salida. Ella tenía reunión con el grupo del periódico de la escuela y yo tenía matemáticas avanzadas. Como el agua y el aceite.
Ese día teníamos un lugar privilegiado donde el sol no daba directamente.
Lissie se acercó corriendo mientras yo bajaba del auto de un brinco.
-¡Val, pasé! -gritó de nuevo como si no lo hubiese prestado atención a su primer aullido.
Esta vez yo solté un chillido y me lancé a sus brazos. No parábamos de reirnos. Nos detuvimos en el momento en que sentímos un tercer abrazo.
Era Scott.
-¿Qué? -dijo separándose- ¿Ya no me incluyen en sus celebraciones? -puso cara de indignado.
-Son cosas de mejores amigas -dijo Lissie y le sacó la lengua.
Todos nos quedamos en silencio mirándonos mutuamente hasta que rompimos al mismo tiempo en otra carcajada.
-Pasé Scott. -le informó Lissie.
Lissie estudiaba en la Universidad del Sur de California junto conmigo y Scott, solo que ella había optado por un pregrado en derecho, a diferencia de Scott y yo que habíamos preferido una Ingeniería.
Había sido testigo estos últimos días de que tenía una materia que la estaba ahorcando, en todo el sentido de la palabra, y se estuvo matando durante días para pasar ese examen final.
Así es, ya estábamos en finales y ahí es cuando los nervios te comienzan a comer vivo y el estrés te hace saber que está contigo mientras te deja señales como tics en los ojos o caída extrema del cabello. Créanme, he sufrido de esto los tres santos años que llevo ya.
-Eso amerita ¡Fiesta en mi casa! -dijo Lissie mientras subía al auto en el asiento del conductor.
-Pero si hoy es miercoles Liss -le reproché sentándome en el asiento del copiloto.
-Miercoles mis nalgas. Esta noticia hay que gritársela al mundo entero. -aceleró y nos adentramos en las calles de Lon Angeles- Dale Val. Textea a todo el mundo y diles que hay una Big Party en mi casa. Tu también Scott. Escríbele a todo el equipo de fútbol.
Nos dispusimos a eso mientras llegábamos a la casa de Liss, en la muy tranquila y cotizada Malibú, donde comienzas a ver menos casas juntas y más playa.
Scott y Liss vivían en esta zona mientras yo me situaba más hacia el centro de Loas Angeles, pero eso nunca fue un impedimento en la conformación de nuestra amistad.
Yo era una estudiante becada que llegó en primer año a la escuela privada donde nos conocimos, pero apesar de eso, ellos nunca me juzgaron. Tampoco es que yo hubiese estado "avergonzada" de mi oportunidad, pero cuando se entra con mi condición a un sitio de adinerados, lo más probable es que te miren como si fueras una mosca en la leche, cosa que no pasó con ellos.
En fin. Cuando llegamos a su casa, una de las más amplias del sector me atrevo a decir, bajamos del auto y nos dirigimos a la cocina para "llenar el motor", como dice Scott.
Nos sentamos en el comedor mientras Liss no dejaba de hablar sobre la ropa que deberíamos usar o sobre lo que deberíamos pedir de comida y bebidas para esta noche.
-Chicas, voy a ir a darme una ducha ¿De acuerdo? -dijo Scott y luego se dirigió a la puerta después de haber digerido una gran cantidad de pastel que había en la nevera.
-Usa la del primer piso. Es más seguro que tenga toallas. -le respondió Liss y continuamos con nuestra conversación.
-En serio Val. El vestido morado de lentejuelas te sienta genial. Te ves hermosa en el. Dale que te lo regalo.
-Que no Lissie. !Ya me has dado cinco vestidos este año! No me siento cómoda con otro más.
-Tómalo como un regalo de navidad -siguió insistiendo.
-Ya me has dado regalos de navidad por los tres años que vienen y dos de cumpleaños. Ya no puedo aceptar más -intenté poner mi cara de resistencia lo más convicente posible.
-Entonces, se lo regalo a tu mamá y tu te lo pones esta noche -dijo saltando de la silla como si fuera la idea más genial que se le haya ocurrido.
-No...
-¡Si! y no te atrevas a contradecirme más -rodeó corriendo el mesón de la cocina y se dirigió a la salida.
-¿A donde vas? -me paré y me dispuse a seguirla.
-Tu quédate ahí. Yo ya vengo -dicho eso salió disparada hacia el segundo piso y no pude hacer más que quedarme sola en la cocina.
De todas las amigas posibles del mundo, ¿Tenía que tocarme la mas corrida del techo?
Le hice caso y me quedé en la cocina. Di media vuelta y me dirigí a la ventana que daba hacia la playa.
Me quedé observando las olas mientras disfrutaba del soplo del mar.
Era un día calido y estaba ridículamente brillante.