Recordarte

Capítulo 2

2

ENZO

 

Estaba cansado. Demasiado. Mi vida era una constante diaria con rutinas programadas llenas de cambios. No me gustaba mi vida. No al menos así. Quería tranquilidad. No una regular atención al teléfono. Y a las llamadas importantes.

 Estaba harto de esa monotonía que reinaba el caos de mi vida. 

—Hijo, atento esta tarde al móvil, te avisarán de la hora exacta a la que llega la mercancía al almacén. Revisa que todo esté bien —me pidió mi padre antes de colgar la llamada sin nada más que decir.

Odiaba la sensación persistente de alerta. Veinticuatro horas al día pendiente de todo lo que pasara. A que todo lo que movíamos siguiera su destino. A que todo funcionara. Era una sensación de descontrol dentro de ese control tan mecánico que todos llevábamos dentro.

Odiaba sentir que faltaba ese algo en mi vida que le diera un cambio de aires. Una alegría que me sacara de tanto trabajo. De tanto compromiso. Necesitaba ese refugio al que huir de tantos problemas. Y si quería cambiar algo, tenía que huir de esta vida.

¿En qué momento acepté meterme en estas movidas en las que mi padre se movía? Tenía que haber actuado como Sam que desde un principio se mostró reacia a seguir con esta idea absurda del puñetero narcotráfico. Menos mal que al menos quedaba alguien inteligente en esta familia porque como la cosa siguiera así, todos y cada uno de nosotros acabaríamos perdiendo la cabeza con todo el estrés que esto suponía. Tanto Luis como Tomás estaban metidos de lleno en esto. Yo, por suerte, solo era un mero trabajador que había sido chantajeado para unirse a la banda de la que pronto me retiraría en cuanto pudiese.

Tenía que haber rechazado lo que Tomás me pedía una y otra vez con insistencia, pero no pude hacerlo. Lo lógico habría sido hacerlo, al fin y al cabo, yo ya tenía mi trabajo, mi empresa –pagada con su dinero– por lo que disponía de los recursos suficientes como para pasarme las horas deambulando por la calle esperando entregas cada noche.

Pero no pude hacerlo. A pesar de todo, de alguna forma sentía que le debía algo, me sentía en deuda con él por todos estos años anteriores así que era lo mínimo que podía hacer por él.

“Ya queda poco”. “En cuanto haya más personal podrás seguir con tu vida como era antes”. “Todo terminará” me repetía una y otra vez a mí mismo para auto convencerme de que todo llegaría a su fin de un momento a otro, más pronto que tarde.

Viveros Vidal solo conseguía provocarme graves dolores de cabeza. Era mi ruina. El negocio que mi padre resurgió de la nada seguía creciendo progresivamente y por ende, se requería más ayuda y más personal trabajando para él.

He aquí donde entro yo. El tercer hijo de la familia. El responsable. El que estudió y formó su propia empresa de ingeniería.

El mismo tonto que está metido en todos los trapos sucios de Tomás. El títere. El sumiso. El que nunca se queja. El que cumple con lo que le ordenan. 

Todo eso, era yo.

Pero ya estaba harto.

Había dejado de lado gran parte de mi trabajo para centrarme en lo que me pedía. Era ridículo tener que hacer rutas nocturnas esperando llamadas y revisar que la mercancía llegara a su sitio. Quería volver a mi vida.

Todo era un caos. Y yo quería salir de él.

Lo que no sabía era que caería rendido en otro mucho mayor. Uno de grandes escalas, de esos de los que no puedes salir ni aunque quisieras. Aunque tampoco pretendía hacerlo.

 Todo eso sucedería tan rápido que ni lo esperaría sin darme cuenta. Tan torpe e inesperado que no vimos a la vida darnos la hostia hasta que yo se la di a ella con la puerta del coche.

Era medianoche mientras esperaba de pie junto a mi BMW a la llamada de uno de los hombres para confirmar la entrega. Hasta que llegó y mi teléfono empezó a vibrar en mi bolsillo iluminándose la pantalla dejando entrever una llamada entrante. 

Necesitaba una libreta para apuntar los datos importantes. Tenía la libreta dentro y me centré en esa tarea sin pensar en nada más.

Me dispuse a abrir la puerta lo más rápido posible sin controlar la fuerza con la que hacía dicho movimiento el cual provocó algo inesperado… la caída de un cuerpo a mi lado.

Joder.

 Qué puto desastre.

No quería volver a cerrar la puerta por miedo a lo que pudiera encontrarme al otro lado pero aún así tenía que hacerlo. Tenía que ver el destrozo causado. Lo mismo era un animalillo que pasaba por aquí. ¿Quién sabe si no era un perro callejero que necesitaba ayuda y yo le había golpeado? No podía irme así.

 Y aquí. Justo en ese instante. Cambió todo lo que nadie esperaba.

Abrí los ojos de par en par sorprendido por lo que se encontraba ante mí.

El cuerpo de una chica de unos veintipocos años estaba posado en el suelo por el golpe. Debió haberse golpeado en la cabeza sin darse cuenta. Bueno, mejor dicho sin darme cuenta, yo. Yo le golpeé la cabeza con la puerta. Fue fallo mío.

Tenía que hacer algo.

Me acerqué a su cuerpo sin saber muy bien qué hacer así que opté por subirla al coche con delicadeza. Le quité los auriculares que aún llevaba enganchados en las orejas para liarlos en el móvil que también yacía en el suelo junto a ella y depositarlo todo sobre el salpicadero para evitar sustos y que no pensara que era un atracador ni mucho menos un secuestrador que la llevaba a cualquier lado para descuartizarla y cosas de esas tenebrosas.

Se había desmayado pero tampoco pretendía que le diera un infarto cuando me viera, así que preferí bajarme del coche y alejarme lo suficiente para evitar el susto en mayor medida.

Y así estuve unos minutos. Esperando que despertara. Asegurándome de la presencia de su respiración constante y cómo su cuerpo se movía delatando que al menos, viva estaba y no la había matado por un golpe traumático en la cabeza. Observando cada detalle que mostrara su despertar lo más temprano posible para largarme por fin de allí. Detallando cada línea trazada en su rostro dibujando la figura más preciosa que había podido ver en mi puta vida. Fijándome en una minucia que me pareció de lo más curiosa. Una curiosidad sin importancia en un primer momento. Llevaba puesta una gorra sobre su cabeza. De noche. Sin sol. 



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En el texto hay: amigos, romance, amor

Editado: 02.11.2023

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