Lunes 25 de febrero, 2019.
Una luz cegadora no me permite mirar a lo lejos, sin embargo el olor característico de mamá entra por mis fosas nasales. Luego, bloqueando la luz, se acerca mi madre en su vestido blanco y el cabello bien peinado. Como la última vez que la vi. Ella sonríe y me observa orgullosa. Puedo sentir la tela apretada y firme del leotardo; apoyo con gentileza mis manos en el tutú de plato de mi vestuario observando a mamá sonreír.
— Te he extrañado tanto.
— Yo también.
Intento acercarme, pero es como si mis pies estuvieran pegados al suelo.
— Estoy orgullosa.
Me congelo ante las palabras. Es la única persona que alguna vez me lo dice desde...; Intento acercarme de nuevo, fracasando otra vez. Su cara empieza a ponerse borrosa.
— Viniste. Al fin, viniste.
— Siempre.
Ella empieza a alejarse. Intento de alcanzarla, de tocarla, pero no puedo, no puedo moverme.
Golpes fuertes en la puerta me despiertan. Un sueño. Entendible, nunca adicionaría para El Cascanueces, presión que no necesito. Miro la hora en mi teléfono y me dan ganas de arrojarlo con fuerza contra la pared al darme cuenta de que son las siete de la mañana.
Me pongo de pie y abro la puerta con desgana. Siento como unos bracitos me abrazan y una cabeza se entierra en mi cuello. Tomo a quienquiera que sea por los hombros y lo aparto. Observo a la niña de ojos verdes y cabello color miel. Emily me sonríe con los ojos brillando. Genial.
— No puedo creer que hayas vuelto.
Me alejo, dejándola en el umbral de la puerta, volviendo a la cama.
— Lo he hecho como veinte veces en estos cuatro años.
— Sí, pero en su mayoría en verano y en verano voy al campamento de baile... igual que tú. Y las otras veces...
Cierto. Emily también empezó a bailar desde niña, más de una vez fui con ella al campamento de baile en la montaña de New Hope. Fue como mi muñeca hasta que me fui, era tan pequeña cuando me fui, tenía solo cuatro años cuando Nicholas se fue. Ni siquiera debe recordarlo.
Me pregunto qué habrá pasado cuando él volvió. No es de me incumbencia, no pregunto. Entre las sabanas me vuelvo a mirar a Emily, todavía en el umbral. Grande, muy grande, desarrollada. No es tan niña, es una adolescente. Me aterroriza tan solo pensar en eso; me hace sentir vieja que yo la vi crecer, la vi entrar en preescolar y luego a la primaria.
— ¿Tyler?
Ella resopla y se adentra un poco más en la habitación.
— Siempre es Tyler — Resopla con melancolía.
Río entre dientes. No sé cómo pude estar con una persona como él, con un desastre. Éramos un desastre. Ni siquiera sé cómo terminamos juntos. Dios, fue tan estúpido, es más, fue un desliz que nos p0ermitimos tener solo por la locura desesperada del momento. No sabíamos cómo controlar la situación y nuestra manera de controlarnos fue saliendo.
— ¿Qué haces aquí? —Pregunto —No ¿Qué haces aquí tan temprano?
Ella mira el suelo y luego su mirada vuelve a mí. Me alegro de que esté lejos, puedo jurar que mi aliento pudo haberla matado, dejarla inconsciente, al menos.
— Tengo clase en una hora. Quería pasar a verte.
Asiento. Simplemente pudo haber venido luego de la escuela y no despertarme antes de hora para tener que ir de nuevo al asqueroso granero con Nicholas. Veo como Emily muerde su labio inferior. Tiene algo que decir y está vacilando.
— ¿Y...?
Ella me observa de nuevo. Toma aire y su pecho se infla. Oh, no creo que sea algo muy bueno lo que vaya a decir, pues, su lenguaje corporal es casi igual al de Leigh y conozco muy bien a Leigh y cuando ella hacia eso es porque tiene malas noticias o va a decir algo que no me agradará.
— Mi profesora de baile, la señora Morrison, se lesionó y no hay alguien que nos enseñe.
Cierro mis ojos de nuevo y me vuelvo. No me interesa que su profesora se lesionara, mal por ella. Además, la señora Morrison ya debe de tener como sesenta años, debería de estar descansando en lugar de estar enseñando a niñas aprendices.
— Lástima.
Empiezo a caer de nuevo en los brazos de Morfeo cuando ella vuelve a hablar.
— Creí que tú podrías reemplazarla.
Ajá, obviamente voy a usar mis meses sin trabajo trabajando con niñas. Murmuro una negativa mientras me adentro más en las sábanas.
»¡Señor Langdon, se está negando!
Eso me hace sentarme y observarla de nuevo. Antes de que pueda decirle algo papá entra a la habitación.
— Se lo prometí a la señora Morrison —Dice observándome.
— Tú lo hiciste, yo no.
Él se cruza de brazos. Junto a él Emily se ve de nuevo como una niña de nueve años. Pero ahora tiene una ceja alzada en una expresión irritada. ¿Qué con el "No puedo creer que hayas vuelto"? Poco a poco lo entiendo. Actuación de niña buena para que yo aceptara sustituir a su profesora. Aunque al parecer fue mi padre el que la mandó a hablarme y pedirme que lo hiciera. Ahora, de repente, son mejores amigos.
— ¿Acaso quieres que yo les enseñes?
— Un compromiso es un compromiso. Yo no prometí nada, tú lo hiciste y en realidad, no quiero lidiar con un grupo de niños.
Emily da algo que es entre una risa burlona y un bufido. La observo. Si, definitivamente su porte de niña dulce se fue por el caño en el momento que mi padre entró por la puerta. Ella se vuelve y habla.
— ¿Qué? ¿Acaso eres demasiado buena como para entrenarnos? —Espera Emily de repente—Ah, como ahora vives en la gran ciudad y entrenas a californianos eres demasiado buena para los bailarines de Mackenzie.
Ella me sostiene la mirada. ¿A que va eso?
— La gran ciudad es Nueva York, Em —Digo su diminutivo solo para ver qué hace —Y no es que crea que soy demasiado buena para entrenarte, gracias por el alago por cierto, pero es que la verdad mi trabajo es bastante pesado y vine para estar con mi familia.