Miércoles 29 de abril, 2009.
Elise.
Mare deja su mochila sobre la mesa de la cocina. Me saluda y luego sale casi corriendo por la puerta trasera. Sé que se dirige al lago. Llamo a Logan para que vaya tras de ella, pues nadie quiere que ella vaya sola a través del bosque.
Diez minutos después veo como Logan cruza el extenso patio trasero y no aparto mi mirada hasta que su cuerpo se pierde en la espesura del bosque.
Sé que esto va para largo, aunque le ruego a Dios que no dure mucho.
Mare se levanta más temprano, se alista para ir al colegio, pero se va para el lago durante una hora para después regresar e irse al instituto. Al igual que cuando llega. Hace lo mismo que acaba de hacer. Luego llega a tiempo para que la llevemos a la academia de baile de la Sra. Morrison. Practica hasta que está cansada y luego estudia hasta quedarse dormida en cualquier lado.
Abraham ha intentado llevarla a un psicólogo desde hace ya años, pero ella dice que no lo necesita. Que no ve el motivo de recibir ese tipo de ayuda cuando no hay nada de qué preocuparse.
Puedo ver que su carácter y su terquedad van aumentando con el paso de los años. Eso solo la hace parecerse más a Abraham y aunque él diga que no, sabe que es verdad. Sabe que ella no se doblega tan fácil y que va a hacer lo que le venga en gana mientras crea que es lo correcto. Eso la va a hacer crear y lograr cosas maravillosas grandes. También puede llevarla por un camino no muy acertado.
Espero que Mare pueda enfriar su cabeza conforme crece. Ella es como una pequeña fogata que cuando siente mucho se vuelve una gran hoguera. Solo espero que haga un incendio y que si lo hace, sepa cómo apagarlo.
Ella ha tenido suficiente a sus doce años. No va a permitirse crecer y, aunque la situación duele y no es normal, tiene que dejarlo atrás en algún momento.
Ella regresa después de las ocho a la casa. No dice nada cuando sube las escaleras y yo llego al pasillo solo para ver sus zapatillas de ballet desaparece arriba.
Niego. Ni siquiera se toma el tiempo de ponerse las botas acolchadas que protegen las zapatillas.
— ¿Crees que sería más fácil si Maryse...?
— No lo sé, Abraham.
Él niega y no sube para ir tras Mare. No lo va a hacer. He hablado con él una sola vez sobre eso, pero no lo voy a volver a hacer por el simple hecho de que es su hija y no voy a meterme con la educación y crianza que él está impartiendo, además, no lo ha hecho mal. También porque él es un adulto y sabe lo que está haciendo.
Subo las escaleras y consigo encontrar a Mare a punto de entrar al baño. Digo su nombre y ella retrocede para poder verme.
— ¿Quieres ir al cine? — Le pregunto.
— Tengo que estudiar.
— Los exámenes empiezan en dos semanas. De seguro que podemos escaparnos un rato.
— Es un viaje largo.
— Mi madre siempre decía que no tenías que atiborrarte tanto de los estudios. Muchas veces pasa que estudias tanto y en medio del examen, simplemente, te olvidas de todo.
Despuésde unos minutos la logro convencer y, por primera vez en un mes, Mare tiene unanoche normal.