Viernes 1 de marzo, 2019.
Ni una sola palabra. Al igual que ayer y antier y los días pasados, todo en silencio, incluso cuando él dijo que se comportaría como una pared, lo está haciendo. Reuní, hace unos cuantos minutos, toda mi paciencia para no ser desagradable al respecto, pero simplemente es muy incómodo cuando yo intento hablar de algo y él es todo: "okey" y "sí" sin decir nada realmente.
Espero que se desocupe un momento cuando yo cumplo todas mis tareas. Me siento frente él, tomo mi teléfono, entro en la cámara y acomodo los cabellos que se salen de mis trenzas altas. Sé que él observa con una ceja enarcada lo que hago, porque dije que no lo haría: el que no sería toda una californiana vanidosa. Apago el celular y no le doy tiempo de decir nada cuando me empiezo a revisar las uñas. Reprimo un sollozo. Dos de ellas están rotas, el resto tienen áreas sin esmalte y eso me frustra. Muerdo mi labio inferior para no empezar a quitarlas aquí mismo.
— Dijiste que no ibas a ser así.
Sonrío. Levanto la cabeza y lo observo recostado en la mesa de trabajo.
—Y tú dijiste que ibas a dar más conversación que la silla de la esquina, así que...
Él suspira irritado, pero asiente. Sabe que estoy en lo correcto, la mayoría de veces lo estoy. Al parecer no recuerda eso. Será mejor que lo vaya recordando.
—No se te escapa nada.
Eso lo dijo más para sí mismo, pero logro escucharlo. Apoyo mis codos en la mesa de trabajo, luego mi cabeza en mis manos. No es que tema hablarle, es más, como que quiero hacerlo, pero es incómodo. ¿De qué vamos a hablar? No hay temas, ni siquiera lo que hemos hecho durante todo este tiempo. Tampoco me apetece hablar sobre nuestra niñez y parte de la adolescencia. Simplemente no hay nada.
Lo observo buscar algo en una mochila. Sacó un libro en lo largo de su mochila, además de un montón de cuadernos y de hojas arrugadas. Puede que él esté estudiando. Eso explicaría por qué no está aquí después del mediodía. Pero ¿qué está estudiando? Recuerdo que solía decir que estudiaría medicina solo para ser mejor que Jesse y restregárselo en la cara, pero eso era solo una broma.
— ¿Estudias? —No puedo evitar preguntar.
Él deja de rebuscar en su mochila y me observa. La primera vez que me ve por más de unos cuantos segundos sin quitar la mirada. Se endereza y se encoge de hombros, asintiendo.
— Literatura e historia.
Claro. De niño siempre quiso escribir, pero historias inventadas por él, basado en lo que ya había pasado mezclado con un poco de diversión. Cuando éramos amigos recuerdo a medias una vez que me dijo que le gustaría ser profesor de literatura o de historia. En fin, siempre le gustaron esos temas.
Muerdo mi lengua. No quiero preguntar más, bueno, sí quiero, pero no debo y eso es suficiente para hacerme callar.
— Tú...—Empieza—Tú seguiste en el baile.
— Sí— respondo— ¿Acaso...?
No recuerdo mucho, no soy la misma persona que recuerdas.
Me obligo a reformular la pregunta. Si él mismo me tuvo que decir que no recuerda mucho es porque no lo hace. No puedo empezar a soltar un montón de momentos que tuvimos cuando seguramente no recuerda, eso sería cruel y la verdad es que no planeo llevarme a todo el clan Darmond encima, no por ahora, al menos.
— Siempre fui muy apegada al baile, así que decidí dedicarme a él.
— ¿Vives de él?
Ladeo la cabeza. Es la primera vez que alguien me lo pregunta sin son de burla; parece interesado en que viva del baile en verdad. Busco por más rastros de burla o de duda, pero no los encuentro.
— Trabajo en una academia de Los Ángeles.
Intento no soltar una retahíla sobre todo lo que significa trabajar en la academia de Brendon, de lo que significa para mí todo lo que conlleva con el baile. En serio es raro que no se mofe sobre mi trabajo, solo las personas de Los Ángeles no lo hacen, porque la mayoría están en la misma situación que yo.
— Así que un sueño de niña se está cumpliendo.
Intento no soltar un chillido. Él recuerda, al menos creo que lo hace, que era la loca del baile, con posters pegados en todas mis paredes que me incentivaban a ser mejor y luchar más. ¿Recordará todas las veces que le hablé sobre mis planes? ¿Recordará que fue él quien me ayudo a pegar todos esos posters cuando tenía diez? Una parte de mí quiere que así sea y por primera vez me permito pensar en... en que tal vez pueda recuperar esa parte de mí que...
— Tengo que irme— Suelto de pronto, necesito dejar de pensar en este tipo de cosas— ¿Me necesitas más aquí?
Él niega y eso es todo lo que necesito para salir despavorida del granero.
Me encierro en mi habitación el resto de la mañana.
Pienso en lo patética que fui al dejarme pensar que Nicholas y yo podamos retomar algo que ya no existe, además, terminaremos el granero y saldré casi que corriendo a Los Ángeles. El que él esté aquí y que retomemos la amistad que tuvimos solo complicará mis planeas de "Mackenzie separado de Los Ángeles".
No puedo solo decidir ser amiga de Nicholas de nuevo sin conocerlo ahora, porque en tanto tiempo se puede cambiar mucho, más en las condiciones que ambos nos pudimos haber encontrado, porque estoy segura de que mi vida no fue más complicada que la suya. ¿Cuántos infiernos debe haber superado? Niego apartándome esas ideas de la cabeza.
Domingo 3 de marzo, 2019.
Recuerdo que tenía cinco años cuando vi al niño más horrible que había visto en toda mi vida. Fue la primera vez que recuerdo haber visto a Nicholas y tenía el cabello peinado con picos, le faltaban los dientes del frente y tenía un ojo chueco, por lo tiempo después tuvo que usar un parche por su ambliopía. Luego de que yo le dije que parecía a Quasimodo luego de que me jalara de las trenzas.
No sé cómo llegué a esos pensamientos, tampoco cuando. Solo me acosté en mi cama, pensando en cualquier cosa y mi mente me odia tanto que me hizo desvelar ese recuerdo casi borrado por los años. Por lo mismo me propongo ir al estudio en el ático para mantenerme ocupada, pero justo en el pasillo encuentro, en un viejo mueble, una foto de mía con Nicholas.