Es un nuevo día.
Despierto sin necesidad de que mi madre venga a avisarme que se hace tarde. Estoy tan emocionada, que no tengo problemas en ir a darme una ducha y volver a mi habitación para elegir las mejores ropas que poseo. No es difícil, ya que madame Marie Claire me trae un par de blusas o algunos pares de jeans cada vez que va a sus viajes de negocios. Incluso mi madre cree que me ha adoptado como otra hija. Tomo del armario un vestido veraniego de color celeste que me llega hasta las rodillas y un par de zapatos de tacón a juego. Me siento frente al espejo del tocador para cepillar mi cabello. A veces lo detesto…
Nunca me ha gustado usar maquillaje, pero algo me dice que será un día especial así que pongo un poco de brillo en mis labios y algo de mascara en las pestañas. Tomo del joyero uno de los collares con pedrería que me ha obsequiado Jacques. ¿Quién se vestiría así para ir a trabajar a un salón de belleza?
Tomo mi billetera y bajo a la cocina para guardarla en el bolso tejido y servirme un vaso de jugo de naranja. Mi madre aún no se ha despertado, y no la culpo. Para matar el tiempo, me pongo a tostar el pan. Me encanta con un poco de mantequilla y azúcar. Nada como un bocadillo dulce para empezar el día. Pero mientras estoy untando la mantequilla viene a mi mente el tema de los estudios universitarios. Nunca nos hemos separado desde que éramos unos niños, ¿por qué deberíamos hacerlo ahora?
Me acerco al teléfono de la casa para llamar a la residencia Montalbán, pero me arrepiento cuando escucho el primer tono de espera. Nunca he llamado a Jacques pues vivimos en un pueblo pequeño. Si quiero hablar con él, basta con visitarlo. Pero la curiosidad me está matando.
Supongo que sólo me queda esperar a que venga por mí.
Espero…
Espero…
Miro el reloj que cuelga de la pared de la cocina. Voy veinte minutos tarde, y Jacques no da señales de vida.
¿Se habrá averiado el auto? ¿Se habrá quedado dormido? Monsieur Montalbán no permitiría semejantes cosas que pudieran arruinar su impecable rutina. Quizá le prohibió a Jacques venir a verme tan temprano.
Voy a toda prisa al baño para lavarme la cara y quitarme el estúpido maquillaje. Me deshago también del collar con pedrería. Quisiera ponerme una camiseta y unos pantalones en lugar del vestido veraniego, pero ya no tengo tiempo. Tomo el bolso tejido y salgo pitando de la casa.
Llegaré tarde de nuevo.
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Me detengo en seco cuando llego al salón de belleza y veo que aún sigue cerrado. Ni siquiera está cerca el auto de madame Marie Claire. ¿Acaso olvidó decirme que hoy no abriríamos?
Afortunadamente, siempre llevo un duplicado del juego de llaves del negocio así que me encargo de abrirlo yo misma. Limpio los espejos y doy una barrida rápida al piso de azulejos blancos. Me pongo el mandil de color rojo y me recojo el cabello con una coleta.
Una vez que todo está listo me siento frente al computador y me dedico a jugar una partida de Buscaminas mientras espero a nuestros primeros clientes.
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Pasan las horas y no hay noticias de madame Marie Claire. Ya realicé tres cortes de cabello, pero no he logrado concentrarme del todo. Afortunadamente no he cortado las orejas de nadie.
¿Dónde está madame Marie Claire?
Les he preguntado a mis clientes y ninguno ha dicho nada.
Quiero pensar que ella está enferma, en cama, y que Jacques me compensará por la noche o que vendrá a verme pronto. Desearía tener un teléfono para llamarlo, pero Jacques siempre se queja de que la cobertura en el pueblo es una basura. Así que tomo el teléfono del negocio y marco de nuevo el número de la residencia Montalbán, sólo para colgar al escuchar el primer tono de espera.
¿Qué está pasándome?
¿De dónde sale tanta inquietud?
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Han dado las once, y yo necesito ir por el desayuno. Así que coloco en la puerta un anuncio donde digo que volveré en quince minutos, y cierro con llave. Con la billetera en mano, me dirijo a la verbena que, convenientemente, está situada frente al negocio. No sé qué quiero desayunar así que me paseo por la verbena y saludo a los vecinos del pueblo. Puedo ver la tienda de artesanías que mi madre atiende cerca de la panadería, ella está desayunando un emparedado mientras espera a sus clientes. Finalmente me decido por un poco de fruta y agua natural.
Cuando vuelvo al salón de belleza con mi desayuno me llevo una decepción enorme al ver que no hay ni rastro de madame Marie Claire o Jacques.
¿Qué demonios pasa con ese par?
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Hoy debo cerrar el negocio por mi propia cuenta. Cuando despido a mi última clienta, doy una rápida limpieza al suelo y comienzo a guardar todo en su lugar.