Recuérdame

Capítulo 13

     La estancia es grande. Las paredes son de color blanco, al igual que los azulejos del suelo. Hay un par de sofás frente al televisor de plasma, y un desayunador que conecta con la cocina. Un par de puertas cerradas y un ventanal con acceso a la terraza. Una escalera de caracol conduce a un piso superior. El amueblado negro contrasta con el blanco de las paredes y logra un buen efecto.

     —La habitación de visitas está arriba —dice Pauline—. Mi madre y yo vivimos abajo. Estamos a su disposición.

     —Creo que necesito un baño… —comento en voz baja.

     —A la orden, mademoiselle —responde Pauline—. Maman, mademoiselle Durant quiere sopa de pollo y una limonada. Prepara también el baño para mademoiselle Pourtoi.

     Alberta sube velozmente la escalera de caracol y veo a Pauline entrar a una de las habitaciones de la planta baja. Quisiera comentar algo con Claudine, pero ella se encuentra absorta mirando por el ventanal. Sé que esperaba sirvientes y mayordomos, pero mi intención no era aprovecharme de ellos. Puedo preparar yo misma la sopa de pollo para Claudine y luego ducharme.

     ¿Es necesario que Alberta se esfuerce tanto por nosotras? 

     Antoine pasa detrás de mí con nuestro equipaje. Me pregunto si debo ofrecerme a ayudarlo. ¿Para qué necesita madame Marie Claire tanta servidumbre, si ni siquiera vive en París?

     —Un obsequio de madame Marie Claire.

     Me sobresalto al escuchar la voz de Pauline. Está de pie frente a mí y me ofrece una pequeña tarjeta de color blanco. La tomo con un par de dedos y veo que Claudine también acaba de recibirla. La tarjeta lleva un texto escrito con estilizada caligrafía de color negro. Montalbán Entreprises rezan aquellas palabras. Parece una tarjeta de crédito.

     —Madame Marie Claire es dueña de Montalbán Entreprises —explica Pauline—. Sus cadenas de negocios, boutiques, zapaterías y salones de belleza están en toda Francia y algunas partes de España, Italia, Corea del Sur y Norteamérica.

     ¿Cómo es que no lo sabía?

     —Muchos negocios de Francia reciben su financiamiento por parte de Montalbán Entreprises —sigue Pauline—. Como retribución y agradecimiento, el consumo es gratis para madame Marie Claire y su círculo más allegado. Basta con presentar esa tarjeta en cualquier sitio que esté afiliado con nosotros.

     Todo esto me parece una broma de mal gusto.

     —Tengo que volver ahora con madame Marie Claire —nos informa Pauline—. Si no necesitan otra cosa, me retiro.

     Nos ofrece una leve inclinación de la cabeza y se va a paso decidido por la puerta de entrada.  Todo lo que puedo pensar es lo que Pauline acaba de decirnos sobre madame Marie Claire. Siempre supe que los Montalbán eran una familia importante y adinerada, pero… ¿Tanto como lo es madame Marie Claire por sí misma?

     —Sígame, mademoiselle Pourtoi —escucho decir a Alberta desde la escalera de caracol—. Su baño está listo.

     Me despido de Claudine con una sonrisa y acompaño a Alberta hacia la segunda planta del apartamento. Las paredes y el piso son exactamente iguales a los del recibidor. Hay cuatro puertas cerradas en el nuevo pasillo y las paredes están decoradas con coloridos cuadros de arte abstracto enmarcados en hoja de oro.

     Le sonrío a Antoine cuando lo veo pasar a mi lado y baja la escalera a toda velocidad. Seguro que va directo a su auto para trasladar a Pauline. Alberta abre una de las puertas y entramos juntas a una habitación tan grande como la que Jacques ocupaba en Le Village de Tulipes.

     Todo el amueblado de la planta superior tiene un aire colonial que me encanta. Me recuerda a mi amado pueblo, y la nostalgia me golpea con fuerza. Sobre la cama con dosel ya se encuentra dispuesta una muda de ropa. Me sonrojo al ver que incluso me han seleccionado la ropa interior.

     Espero que esto sea obra de Alberta, y no de Antoine. 

     Alberta sigue andando y abre una segunda puerta dentro de la habitación, para dejarme entrar al más grande cuarto de baño que he visto. Los azulejos son de color salmón, al igual que los gabinetes. La tina ya está llena de agua caliente. Mis artículos de higiene personal me esperan ya sobre un gabinete, así como una toalla de impecable color blanco.

     —Mademoiselle Durant y usted se quedarán en la habitación de huéspedes —me dice Alberta.

     Detiene su explicación para mirarme alarmada.

     —¡Qué torpe soy! ¡No le ofrecí nada de beber! ¿Quiere un poco de agua? ¿Le preparo un té, o algo de licor? ¿Quiere una taza café? ¿Qué tal un bocadillo?

     —Tranquila, Alberta. Estaré bien.

     Alberta se retira, no sin antes dedicarme una inclinación de la cabeza. Cierro la puerta y la aseguro, pues tengo la seguridad de que Alberta podría entrar sin llamar antes bajo la excusa de traerme cualquier objeto innecesario. Me pregunto si a madame Marie Claire le gusta vivir rodeada de tantas atenciones.

     Puedo escuchar a Alberta en la cocina, y me siento aliviada al saber que ha encontrado otra cosa en qué entretenerse. Avanzo hasta la tina llena de agua caliente y me desnudo para tomar un agradable baño, con el que pueda descansar y olvidarme de todo por un rato.




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