Silencio. Ni siquiera consigo escuchar las respiraciones de las personas que están abajo. Puedo imaginar a madame Marie Claire mirando incrédula a monsieur Montalbán. Antoine debe estar ansioso por obligarlo a retirarse del apartamento. Pauline y su madre deben querer ocultarse.
—¿Y bien? ¿Vas a responderme?
—No tengo nada que decirte. ¿Has venido a verme por una estúpida fotografía?
—¿Tú la has traído?
No, he venido haciendo autostop desde Bordeaux. ¡Pues claro que me ha traído ella, idiota!
—¡Respóndeme! ¿Tú has traído a esa sucia pueblerina?
Su insulto es como un fuerte puñetazo en la boca del estómago.
Quiero golpearlo.
—Su nombre es Apoline —me defiende madame Marie Claire.
—Me importa un miserable comino su nombre. Quiero que se vaya.
—Tu hijo, nuestro hijo, se comprometió con ella.
—¡Ningún hijo mío va a casarse con semejante aborigen!
—¡Pues quieras o no, me encargaré de que Jacques cumpla su palabra!
Claudine me da una sacudida para hacerme volver a la habitación, y yo me niego rotundamente.
—Te lo advierto, Claire —sentencia monsieur Montalbán—. He pasado mucho tiempo intentando evitar que mi hijo arruine su vida. Si esa chiquilla intenta hacer algo, ella y tú lo pagarán caro.
Escucho el portazo que da ese hombre al salir por la puerta principal, y finalmente puedo levantarme. Bajo la escalera de caracol para reunirme con madame Marie Clair.
Claudine me sigue como una sombra.
—Antoine, ve a la recepción del edificio y encárgate de que François no vuelva a poner un pie en la propiedad.
Madame Marie Claire pronuncia esas palabras con tal firmeza que me quedo quieta un instante para analizar la situación antes de convertirme en el blanco de su ira.
Antoine asiente con la cabeza y se retira del apartamento. Madame Marie Claire tiene aún la cámara digital en sus manos y revisa las fotografías velozmente hasta encontrar lo que busca. Le entrega el aparato a Pauline y le ordena:
—Investiga a esa chica, Pauline. Quiero saber todo sobre ella.
Por un momento pareciera ser ella quien tiene el corazón roto. Sé que lo hace por mí, y me siento muy agradecida.
Pauline entra en una de las habitaciones, y madame Marie Claire se deja caer en un sofá soltando un fuerte suspiro. Claudine y yo nos acercamos a ella para hacerle compañía. Me siento aún abrumada por la visita de monsieur Montalbán. Quisiera saber lo que madame Marie Claire está pensando, aunque… Sea lo que sea, seguramente me ayudará a resolver esta situación.
—Apoline —me dice madame Marie Claire—. No sé lo que está planeando François, pero tenemos que poner manos a la obra. Conozco a mi hijo… Él no pudo haberte olvidado, así como así. Aquí hay gato encerrado y vamos a descubrir de qué se trata.
Puedo adivinar que madame Marie Claire sólo quiere sabotear a su ex esposo, pero igual asiento nuevamente. Ella toma su teléfono y hace una llamada. Se hace el silencio entre nosotras. Alberta intenta mantenerse tan silenciosa como puede mientras lava la vajilla.
—Hola, mi cielo —dice madame Marie Claire al teléfono—. Tu padre dejó aquí tu cámara y quiero devolvértela. —Hace una pausa. Quiero arrebatarle el teléfono para escuchar la voz de Jacques—. ¿Qué te parece si vienes al apartamento a desayunar mañana?
De repente estoy chocando las palmas con Claudine para celebrar que Jacques nos acompañará por un rato.
Sé que no logra entender lo que ocurre, pero me alegra poder compartir el júbilo con ella.
¿Es normal pasar tan rápido de la tristeza extrema al regocijo?
—Nos veremos mañana, hijo. Te amo.
Y llegan los celos.
¿Por qué madame Marie Claire puede pronunciar esas dos palabras con tanta naturalidad?
Desearía poder hacer lo mismo…
Madame Marie Claire termina la llamada y se levanta para ir con Alberta. Claudine y yo la seguimos con la mirada.
—Alberta, mañana vendrá mi hijo a desayunar con nosotras. Quiero que prepares algo delicioso.
Alberta asiente y vuelve a sus tareas.
Madame Marie Claire nos mira de vuelta y continúa.
—Ustedes dos deben dormir. Mañana les explicaré lo que haremos.
Nos dedica su sonrisa maternal.
Tengo que irme a regañadientes, pues quiero saber lo que ella planea. La veo entrar en la habitación donde Pauline sigue haciendo su trabajo y cierra la puerta tras de sí. Quisiera irme a la cama y despertar para enterarme de que todo ha sido un mal sueño. No logro comprender lo que sucederá luego de ver a Jacques… Tampoco puedo predecir lo que quiere hacer madame Marie Claire. Me siento terriblemente confundida, tal parece que no ha servido de nada venir a París. Claudine y yo avanzamos hasta nuestro dormitorio.