Recuérdame

Capítulo 18

     Todo ocurrió muy rápido. En un segundo me encontraba explicando todo a madame Marie Claire, y al siguiente ya estaba en el dormitorio acompañada de ella, Pauline y Claudine. Por un momento me he sentido como si estuviera rodeada de mis amigas del bachillerato y todas estuviéramos emocionadas por la cita más importante de mi vida. Pauline ha traído de su armario tres pares de vestidos que podría usar durante la cena. Yo pretendía que madame Marie Claire me llevara de compras, pero el tiempo no está de nuestra parte. Pauline dispuso los vestidos sobre la cama para que pudiera verlos bien y elegir los más lindos.

     Los detesto todos. Son demasiado formales. Me hacen modelar dos pares, y no dejan de hacer comentarios sobre la prenda o sobre mi cuerpo.

     —Tiene unas piernas hermosas —ha dicho Pauline, mientras yo modelaba un vestido de color salmón—. El problema es su busto, mademoiselle. El escote no le favorece.

     —Creo que el corte te hace ver obesa —comentó Claudine, cuando yo lucía el vestido color azul marino.

     —Dios mío, Apoline, parece que estás embarazada —se quejó madame Marie Claire con una risita, mientras yo modelaba el vestido lila.

     Tuve que verificar en el espejo si realmente era así. Finalmente hemos decidido que usaré un vestido de color rosa. El largo llega a diez centímetros por debajo de mis rodillas. La tela es suelta y ondea cuando giro velozmente. No tiene tirantes, así que cubriré mis hombros con una mascada. Tiene un escote no muy pronunciado. Madame Marie Claire dice que usando el sostén correcto lograré levantar mi busto lo suficiente como para hacerlo resaltar. ¿Es necesario llamar la atención de Jacques de esa manera?

     Me mandan a tomar un baño y tardo diez minutos en salir de la ducha. Mientras mi cuerpo termina de secarse, Alberta está peinando mi cabello con bucles. Pauline y madame Marie Claire discuten sobre si debo llevar zapatillas abiertas o cerradas, sobre el maquillaje y el esmalte que van a usar en mis uñas. Nunca he dejado que se me consienta tanto. Claudine se encarga de mi manicura. El esmalte será transparente y sólo le dará un poco de brillo a mis uñas. Alberta coloca muy cerca de mi oreja izquierda las tenazas para peinar mi cabello y me provoca una quemadura.

     Me pongo el vestido. Madame Marie Claire tiene que hacer algunas correcciones con un estuche de costura. Pauline alisa un par de arrugas con sus dedos y me hace calzarme las zapatillas cerradas que hacen juego. Mis pasos repiquetean en el piso gracias a los tacones. Quiero mirarme en el espejo, pero Claudine y madame Marie Claire me hacen tomar la dirección contraria. Me sientan de espaldas al tocador y me atacan cono brochas de maquillaje. Por un momento me preocupa verme igual que Etoile.

     Vaya tortura…

 

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     Estoy lista a sólo quince minutos antes de la hora. Lo que más me gusta es el peinado. Me encantan los bucles que caen sobre mis hombros y el par de mechones que enmarcan mi rostro. Un flequillo cae sobre el lado izquierdo y el resto de mi cabello está recogido con un broche de color cobre.

     —¡Quedó hermosa! —exclama Claudine dando una palmada.

     El último toque es un poco de perfume y cubrir mis hombros con la mascada. Madame Marie Claire trae un joyero de su habitación y me muestra los accesorios que usaré. Se trata de un collar de perlas y pendientes a juego. También ha colocado un par de brazaletes en mis muñecas. Creo que es un poco exagerado hacerme vestir así.

     —Estás lista, mi cielo —me dice madame Marie Claire.

     Estoy recibiendo las últimas instrucciones por parte de madame Marie Claire cuando se escucha que alguien llama a la puerta principal. Alberta sale cual bólido de la habitación.

     Espero que sea la primera opción. Alberta vuelve.

     —Madame, el joven Jacques espera en la estancia.

     He tenido que darme un vistazo en el espejo para asegurarme de que ningún cabello se ha salido de su lugar. Pauline me ha dado un bolso con pedrería que hace juego con el vestido. Ahí dentro ya está pequeño espejo de mano y mi teléfono.

     —Suerte —me dice Claudine.

     Pauline, madame Marie Claire y yo bajamos la escalera de caracol. Puedo escuchar las voces de la estancia. Jacques conversa con Alberta y detecto también la voz de Antoine. ¿Cómo hace ese hombre para ocultarse? Madame Marie Claire va detrás de mí y coloca una mano en mi espalda para darme pequeños empujones cuando me detengo en seco. Siento las mariposas danzar en mi estómago cuando me alejo de la escalera y avanzo por la estancia.

     Jacques está sentado en el sofá con un vaso de agua fría en la mano. Va vestido con un elegante traje de color negro. Su ostentoso reloj va en su muñeca derecha, tal y como lo recordaba. No se ha peinado con demasiado fijador como solía hacerlo su padre. Me alegra que eso no haya cambiado. Esboza su carismática sonrisa cuando Antoine le cuenta una anécdota divertida sobre Pauline.

     —¿De nuevo estás contando eso, Antoine? —reclama Pauline, y pasa por mi lado para acercarse al grupo.

     —Hablando de la reina de Roma… —comenta Antoine soltando una sonora carcajada.




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