Una anciana me toma por los hombros para ayudarme. El acompañante de la mujer anciana, un chiquillo no mayor de doce años, recoge mi broche y el bolso con pedrería. Los acepto con manos temblorosas y les agradezco con una sonrisa.
—¿Se encuentra bien, mademoiselle?
Es el recepcionista del restaurant quien se acerca. Me conducen al interior para resguardarme del frío.
—Le conseguiré toallas limpias. Puede sentarse ahí.
Señala un sofá de cuero negro. La anciana me sigue sujetando por los hombros. Mi maquillaje debe haberse corrido y seguramente me veo horrible.
—¿Quiere un tranquilizante, mademoiselle?
—Estoy bien.
—¿Quiere que pida un taxi?
—Puedo llevarla en mi auto —interviene la mujer.
—Llamaré a alguien —les digo, y saco mi móvil del bolso.
Selecciono el número de Antoine y presiono la tecla para llamar.
Recibo respuesta tras el tercer tono.
—¿Mademoiselle Pourtoi?
—Antoine, ¿podrías venir a recogerme?
Sabía que rompería a llorar así en algún punto de la noche, pero no esperaba que fuera aquí. Sentada en el sofá de cuero y dando un espectáculo para toda la gente que frecuenta el restaurant.
—¿Dónde está, mademoiselle?
—En La Tour d’Argent.
—No tardaré, mademoiselle —dice, y termina la llamada.
Cuando bajo el teléfono me percato de que el recepcionista del restaurant me está ofreciendo un vaso de agua y lo acepto tras agradecerle con una sonrisa.
La anciana me consuela con leves palmadas en mi espalda. Doy un sorbo al agua y vuelvo a mirar el teléfono para buscar el número de Jacques. Es arriesgado llamar, así que me limito a escribirle un mensaje de texto.
He llamado a Antoine para que venga a recogerme.
No te molestes en enviar a nadie.
Termino el agua de un trago. Desearía poder derrumbarme aquí mismo, pero no puedo hacer semejante cosa. Sé que este asunto estará pronto en todas las revistas sensacionalistas de París. Jacques Montalbán, el millonario y prometedor estudiante de medicina, fue atrapado en una cita con otra mujer. Lo único que me preocupa es saber si Jacques se ha metido en problemas. Puedo adivinar que Etoile lo ha abofeteado también y que seguramente está intentando hacer que Jacques la compense con algún obsequio caro para perdonar la infidelidad y usará lo acontecido hoy para chantajearlo en cualquier momento. Eso, sin mencionar lo que hará monsieur Montalbán con madame Marie Claire.
Busco el espejo de mano en el interior de mi bolso con pedrería y lo sostengo frente a mí para mirar mi horrendo reflejo. El maquillaje se ha corrido, mi peinado es un desastre y tengo la mejilla golpeada tan roja como un tomate. Las lágrimas no dejan de brotar.
Lo único que quiero es irme de éste sitio.
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Antoine tarda media hora en llegar. Lo veo pasar por la entrada del restaurant. Intercambia un par de palabras con el recepcionista y finalmente se acerca a mí y me ayuda a levantarme. Suelto un sollozo y lo envuelvo en un fuerte abrazo. Despide un fuerte olor a colonia para después de afeitar mezclado con cafeína y tabaco. Él devuelve el abrazo. Sollozo contra su pecho y lo siento darme una palmada en la espalda.
—Quiero irme, Antoine.
Él me conduce al exterior. Cubre mis hombros y la espalda con su saco. La mascada que usaba ha quedado sucia y completamente empapada. Me permite abordar el asiento del copiloto. Abrocha el cinturón de seguridad y me da un pañuelo para secar mis lágrimas. Siento sus manos sobre mi cabello. Intenta consolarme brindándome un poco de cariño.
Rodea velozmente el auto para ocupar el sitio del conductor y enciende el motor para enfilarnos por la calle. Vamos en silencio, el cual se rompe cuando suelto uno o dos sollozos ocasionales. El pañuelo de Antoine se ensucia con el maquillaje. Deseo volver cuanto antes para darme una ducha e irme a la cama.
Antoine detiene el auto cuando la luz de un semáforo cambia a rojo y nos llama la atención la alerta de un nuevo mensaje de texto en mi teléfono. Es de parte de Jacques.
Lamento mucho lo que ocurrió… Llámame cuando estés con mi madre. Aún quiero llevarte de compras mañana.
¿Crees poder perdonarme?
Reprimo un sollozo y Antoine me mira por el rabillo del ojo.
—¿Le ha hecho algo ese muchacho?
—Etoile me abofeteó y me lanzó a un charco de agua sucia. Me ha dado también un puntapié, y se fue en un auto con Jacques y monsieur Montalbán.