Tengo que buscar la ropa más linda que encuentre. ¡No tengo nada que ponerme! ¡Detesto mi armario! ¡Lo detesto!
—¿Puedo ayudar?
Claudine está apoyada en el marco de la puerta.
¡Qué sería de mí sin ella!
—Lamento cómo te traté —dice, esbozando una triste sonrisa.
—Perdóname tú a mí —respondo, y nos fundimos en un fuerte abrazo.
Claudine es mi mejor amiga. Estar rodeada por sus brazos y poder sentir sus manos estrujándome con fuerza me hace pensar que no hay nada en el mundo que me pueda hacer daño, siempre y cuando ella me contagie de su alegría.
—Bien, vamos a trabajar —dice ella, y me da un empujón para hacerme caer en la cama.
Suelto una carcajada mientras ella examina los pares de jeans que he traído en mi equipaje. Sin pedir mi opinión, me lanza un par y se concentra en las camisetas. No puedo intervenir. Simplemente quiero dejarme llevar por su sentido del estilo. Estoy convencida de que me dejará tan linda que Jacques no podrá resistirse a mí.
El conjunto que eligió Claudine es simplemente precioso. Consta de jeans negros y ajustados. Mi camiseta es con un lindo escote redondo. Claudine la ha atado hacia la derecha, así que mi ombligo va descubierto. Llevo también brazaletes en ambas muñecas. Converse de color negro. Y mi cabello, trenzado, cae sobre mi hombro izquierdo. Claudine puso un poco de maquillaje en mis párpados y brillo labial. Tuvimos que cubrir los golpes de Etoile con mucho maquillaje, pues seguían siendo demasiado evidentes. Me puso esmalte púrpura en las uñas y un poco de perfume. ¡En realidad no me reconozco!
Sin duda, Jacques quedará hechizado al verme.
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Jacques llega puntualmente. Llama a la puerta, y yo bajo a toda velocidad para recibirlo. Alberta es quien lo deja entrar. Jacques la saluda con un beso en las mejillas y luego estrecha las manos con Antoine. Claudine viene bajando la escalera en ese momento y yo me siento la peor amiga del mundo por no haberla ayudado a bajar antes. Al percatarse de su presencia, Jacques corre con ella y la toma de la mano para ayudarla a llegar al piso de abajo. Es tan galante y caballeroso que me enloquece. Claudine termina de bajar y Jacques la acompaña hasta el sofá. La ayuda a sentarse incluso y lo veo colocarse en cuclillas frente a ella. Coloca una mano sobre su barriga de embarazada, y Claudine esboza una sonrisita tonta.
—¿Cuánto tiempo tienes? —le doce Jacques.
Claudine comienza a balbucear y sus mejillas se ponen coloradas.
Si no fuera mi mejor amiga, me habría sentido celosa.
—Seis meses.
—Disculpa la indiscreción —sonríe Jacques.
Su sonrisa me derrite.
—No es molestia —comenta Claudine con timidez.
Jacques tiene ese efecto en todas las chicas. Es sencillamente encantador. Se levanta, y viene conmigo. Yo me cruzo de brazos para darle la espalda. Finjo que estoy molesta con él.
—Oh, no me obligarás a rogar que me saludes, ¿o sí?
—Me ignoraste completamente.
—Quería dejar lo mejor para el final.
Me toma por los hombros para hacerme girar sobre mis talones y encararlo. Tenerlo tan cerca me hace bajar los brazos para rendirme y dejarme caer en sus encantos. Siento sus dedos entrelazándose con los míos. Da un paso hacia mí y su frente choca levemente con la mía.
Nos miramos a los ojos por unos segundos y lo veo inclinar su cabeza. Cierro los ojos y separo mis labios. Sus dedos aprietan con fuerza. Su aliento, con gusto a menta, choca contra mis labios. Me inclino un poco hacia adelante para apresurarlo y entonces…
Jacques se aleja de mí. Agacha la mirada. Se nota angustiado. Confundido. Suelta mis manos y lo veo rascar el lóbulo de su oreja izquierda con el dedo índice. Me mira de nuevo y me da un rápido beso en la mejilla. ¿Qué demonios acaba de pasar? ¡Iba a besarme, como en los viejos tiempos! ¿Por qué se ha detenido?
—Luces hermosa…
Hace todo lo posible para evitar mi mirada.
Un beso. ¡Tengo que lograr besarlo! ¡Lograré recuperar su corazón si tan sólo puedo conectar mis labios con los suyos! Pero… ¿Cómo?
—¿Nos vamos? —me pregunta.
—Claro… Antoine me acompañará.
—Bien, pero tendrá que ir en un auto aparte. En realidad, quería tenerte sólo para mí en el asiento trasero de la limusina… Ya sabes, quiero tocarte un poco para que podamos tener sexo sin compromisos cuando terminemos las compras.
—¿Qué te hace pensar que quiero acostarme contigo?
—Bueno, pensaba comprarte algo de lencería. Después, te llevaré a un motel donde modelarás todo para mí. No podrás resistir y entonces tendrás una noche inolvidable.
Me dedica un guiño. Tiene que saber que sólo conmigo podría hacer comentarios de ese tipo sin que yo me sienta ofendida. De alguna forma, él sabe quién soy.