Recuérdame

Capítulo 23

     No dijimos mucho durante el trayecto. En realidad, Jacques estuvo inusualmente silencioso. El Audi es tremendamente veloz. Tanto, que tuve que sujetarme a mi asiento cuando Jacques aceleró por primera vez. A decir verdad, creo que lo ha hecho sólo para molestarme al ver que tanta velocidad me ponía un poco nerviosa. Recibió quince llamadas durante el trayecto, y todas las dejó pasar tras haberse detenido para ver el número en la pantalla. Sin duda era Etoile. ¿Sabrá ella que voy en estos momentos con Jacques a un día de compras desenfrenadas?

     —Estás muy callada.

     Nos detenemos gracias a la luz roja de un semáforo y él aprovecha para mirarme con esos ojos aceitunados. Esboza media sonrisa y estira una mano para colocarla sobre mi rodilla.

     —¿Te encuentras bien?

    No sé qué responderle. Quiero pasar el día entero junto a él, pero detestaría tener que encontrarme de nuevo con Etoile. Además, no quiero que madame Marie Claire tenga más discusiones con monsieur Montalbán. ¿Qué hacer? ¿Qué puedo decirle?

     —¿Es sobre lo que ocurrió anoche?

     Me limito a dedicarle una fugaz mirada para luego volver a mirar por mi ventanilla. Suelto un suspiro y soy atacada por una punzada de dolor en mi estómago. Agacho la mirada para verificar que el golpe no se note en mi ombligo descubierto, y bajo un poco la camiseta púrpura cuando veo lo evidente que es el maquillaje.

     —Apoline…

     —Sólo… Prométeme que ella no aparecerá hoy. No quiero tener que enfrentarme a tu novia de nuevo.

     —Etoile tiene compromisos hoy.

     —¿Lo prometes?

     Jamás creí que llegaría el día en que tendría que rogarle un poco de atención.

     —Lo prometo.

     Le dedico una cálida sonrisa, y él me la devuelve.

     Creo que, después de todo, aún podemos salvar el día.

 

~ ҉ ~ ~ ҉ ~ ~ ҉ ~

 

     Llegamos a una tienda departamental en la Rue de Sèvres. Es un sitio enorme. Dejamos el Audi en un aparcamiento subterráneo, y salimos para que Jacques pudiera mostrarme el establecimiento desde fuera. Es tan grande que creo que me perderé dentro.

     —Bienvenida a Le Bon Marché, mademoiselle.

     Suelto una risita nerviosa cuando atravesamos las puertas dobles y veo la cantidad de escaleras eléctricas que conectan con todos los pisos del edificio. ¡Y vaya cantidad de gente! Me adelanto un par de pasos y cubro mi boca con ambas manos. No puedo explicar lo emocionada que me siento de estar en un lugar tan elegante. Antoine está a una distancia prudente detrás de nosotros, y su simple presencia me hace sentir protegida.

     —¿Por dónde quieres comenzar? —dice Jacques, rodeando mi cintura con un brazo.

     —No lo sé… ¡Hay tanto que recorrer!

     —En ese caso, que sea una sorpresa —dice él, y lo veo sacar algo de su bolsillo.

     Es una pequeña venda de color negro que él coloca sobre mis ojos para atarla detrás de mi cabeza. No puedo ver nada y él me toma por los hombros para conducirme en alguna dirección. No sé a dónde. Camino con pasos torpes y extiendo las manos hacia adelante para evitar chocar contra alguna persona.

     —¿No habría sido mejor ponerme la venda antes de llegar aquí? 

     —Si lo hubiera hecho, no habría podido ver tus hermosos ojos durante el trayecto —responde él a mi oído—. Confía en mí.

     Va caminando detrás de mí. Siento sus rodillas presionar contra la parte trasera de mis piernas con cada paso que damos.

     —Baja los brazos, te ves ridícula.

     Ambos reímos y bajo los brazos para dejarme llevar. Me toma con más fuerza por los hombros y seguimos avanzando hasta que consigo escuchar el sonido de las escaleras eléctricas.

     —Da sólo un paso al frente.

     Siento cómo empiezo a subir y él va detrás de mí. Sé que se ha quedado un escalón abajo, porque siento su respiración contra mis clavículas. Escucho los murmullos de las personas que van delante y detrás de nosotros, pero las vibraciones que recorren mi espina dorsal provocadas por el aliento de Jacques que retumba contra mi piel me impiden la concentración. Lo amo tanto que no me importa tener que pelear contra esa rubia operada con tal de recuperarlo.

     Él me ama. A mí. A quien siente exactamente lo mismo por él.

     —Llegamos.

     Casi tropiezo cuando intento dar un paso hacia adelante. Jacques me atrapa y reímos a carcajadas.

     —Es hora de tu primera sorpresa —me dice—. Sólo intenta no gritar.

     Retira la venda. Lo que hay frente a mí es una boutique donde puedo ver las ropas más bellas, más elegantes y, claro, más caras que jamás haya imaginado.

     —Quiero suponer que Pauline Leblanc te dio una tarjeta con la que puedes comprar todo lo que quieras, ¿no es así? —me dice Jacques, sacando su billetera del bolsillo de sus pantalones.




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