Recuérdame

Capítulo 24

     La zona de probadores es enorme. Jacques y yo encontramos un cubículo vacío y él me ayudó a meter dentro toda la ropa que hemos elegido. Me dedica una sonrisa traviesa y sale del probador para cerrar la puerta y darme un poco de espacio. Esperará afuera con Antoine. El probador es una pequeña habitación rectangular de blancas paredes y alfombrado de color rojo. Frente a mí hay una pared hecha en su totalidad con un espejo. Un pequeño banco acolchado del mismo color que el alfombrado y un par de percheros.

     La primera prenda es una blusa de color azul marino que tiene un par de holanes en el cuello. Las mangas son largas y tiene algunos pocos detalles de color bronce. Es hermosa, pero al colocarla frente a mí en el espejo puedo ver que no me quedará nada bien. Así que la descarto. Lo siguiente es un par de jeans de color blanco con pedrería que adorna los bolsillos traseros. Me quedan de maravilla. Remarcan demasiado bien mi figura y la tela es bastante suave.

     Doy un par de vueltas frente al espejo antes de salir del probador para mostrarle a Jacques.

     —¿Te gusta? 

     Jacques esboza una sonrisa enorme y aplaude un par de veces.

     —Te quedan muy bien.

     Vuelvo al probador y tomo la siguiente prenda. Es una blusa de color negro adornada con pedrería. Me queda a la perfección e incluso hace juego con los jeans blancos. La mejor parte es que cubre perfectamente el golpe maquillado que tengo en el estómago. Salgo de vuelta para mostrarle a Jacques la combinación y me dedica una sonrisa aún más grande al verme.

     —¿Qué tal?

     Él separa los labios para responder y recibe una llamada que lo hace levantarse de su asiento.

     Me hace una señal para que espere a que termine de atender sus asuntos y se va a una esquina para poder hablar. Maldigo a Etoile. De alguna forma, sé que es ella quien está llamando. Derrotada, vuelvo a encerrarme en el probador y tomo la siguiente prenda. Es un vestido veraniego de color rojo. El largo llega justamente hasta mis rodillas y ondea cuando me muevo. Al ver mi reflejo, creo que se vería de lo más lindo con zapatos que hicieran juego y un peinado un poco más elegante, no la trenza desaliñada que luzco hoy.

     Aun así, me fascina.

     Si Jacques me dijera que sólo puedo escoger una prenda de todas las que hemos elegido para probarme, sin duda me llevaría el vestido rojo. Le sonrío a mi reflejo para infundirme confianza y salgo del vestidor para mostrarle a Jacques. Él sigue al teléfono, me da la espalda y ni siquiera me mira. ¿Acaso no puede apagar ese maldito aparato por un momento?

     Me acerco a Antoine. Él está de pie cerca de la entrada a los probadores y tiene los brazos cruzados.

     —¿Te gusta, Antoine? —le pregunto con timidez, y señalo el vestido con la mirada.

     Él me sonríe.

     —Luce hermosa, mademoiselle.

     Le devuelvo la sonrisa. Al menos sé que cuento con Antoine, en vista de que Jacques no puede dejar de atender su maldito teléfono.

 

~ ҉ ~ ~ ҉ ~ ~ ҉ ~

 

     Elegimos veinticinco prendas para probarme, de las cuales compraremos veinte. Jacques dejó finalmente su teléfono. A juzgar por las sonrisas que me dedicó al terminar la llamada, sé que no ha sido Etoile quien lo ha llamado. Tenemos que formarnos detrás de cinco mujeres. ¡Veinte prendas nuevas en un día! Ni siquiera con lo que gano en el salón de belleza podría pagar cualquiera de las cosas que compraremos hoy.

     —Te daré una parte del dinero.

     —No hace falta. Es un obsequio. Y aún no terminamos. Todavía debemos ir a comprarte zapatos y…

     —Un obsequio es invitarme a cenar. Un obsequio es el collar que me has dado hoy.

     —Y un obsequio es llevarte de compras.

     Me dedica un guiño.

     —A tu padre no le gustará. Y a Etoile tampoco.

     Y si no le gusta a Etoile, sufriré daños físicos y psicológicos.

     —Apoline, mírame —dice él, y vuelve a tomar mi barbilla con un par de dedos, como si supiera que ese es mi punto débil—. Etoile no es importante, ¿de acuerdo?

     —¿Y qué es importante? 

     Puedo ver en sus ojos el deseo de besarme. Se acerca a mí hasta que nuestras frentes se tocan y su aliento retumba contra mis labios cuando susurra:

     —Tú eres lo que importa.

     Entrecierro los ojos y separo un poco los labios, invitándolo a besarme. Pero él se limita a esbozar esa sonrisa que me enloquece y besa mi mejilla. Incluso así, sin siquiera tocar mis labios, sus besos me llevan al cielo. Llega al fin nuestro turno de pagar y disponemos todas las prendas en el mostrador.

     —¿Por qué me has preguntado por la tarjeta de beneficios cuando llegamos? —le pregunto cuando lo veo tomar una de las tarjetas de crédito.

     Jacques me muestra una tarjeta similar a la que Pauline me brindó cuando llegué a París. Está en su billetera. No me sorprende que tenga una tarjeta de beneficios. Es hijo de madame Marie Claire, después de todo.




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