Recuérdame

Capítulo 26

     Zapaterías. Accesorios. Dos boutiques más. Pronto comenzará a atardecer, y yo estoy exhausta. Hemos tenido que llevar las bolsas al Audi para evitar llevarlas con nosotros en todo momento. Antoine se sintió aliviado cuando nos libramos de tanta carga pues también él tuvo que ayudarnos. El obsequio de madame Marie Claire ha tenido que esperar, pues nada de lo que vimos en la joyería nos convenció lo suficiente. Tuve que convencer a Jacques de que las cosas un poco más baratas también eran preciosas, como aquel par de zapatillas rojas de las cuales me enamoré perdidamente. Son perfectas para combinar con el vestido rojo de la primera boutique que, además, ha sido la prenda más cara del día.

     Luego de dejar nuestras compras en el auto, volvimos a Le Bon Marché para comer algo antes de volver al apartamento. Jacques tiene que salir con Etoile y yo debo contarle todo a madame Marie Claire. Ambos debemos continuar con nuestras vidas.

     Vamos a una pequeña pizzería. La pizza me fascina, es uno de mis platillos favoritos. Cuando era niña aprendí a preparar pizza casera con la receta de mi madre. Carne, pimientos, tocino y tres quesos. A Jacques le encantaba ir a la casa de mis padres por la noche, preparar conmigo la pizza, y luego ver películas y comer hasta reventar.

     —Busca una mesa vacía. Yo iré por la comida —me dice. Va sujetándome por la cintura. Mira a Antoine por encima del hombre, y pregunta—: ¿Tienes hambre, Antoine?

     —Sólo vengo como chaperón, muchacho —responde Antoine.

     —Bueno, no mataré de hambre a nuestro chaperón.

     Jacques se despide de mí con un beso la mejilla y nos separamos. Me giro para verlo ir hacia el mostrador. Me encanta verlo caminar cuando mete ambas manos en sus bolsillos. Se detiene frente al mostrador y levanta la mirada hacia la lista de precios.

     —Ese muchacho está muy interesado en usted, mademoiselle.

     Me sonrojo cuando escucho la voz de Antoine. No tengo palabras para expresar lo mucho que me emociona saber que incluso él puede sentir lo que nos une a Jacques y a mí. Algo que, sin duda alguna, Jacques jamás podría sentir con Etoile.

     Jacques está ya pidiendo nuestra comida. Una caja grande de pizza y una un poco más pequeña, tres limonadas y helado. En sus ojos hay un brillo infantil y encantador, como si estuviera ansioso por probar lo que hay dentro de la caja.

     —La comida está servida —anuncia cuando deja la bandeja sobre nuestra mesa. Toma la caja más pequeña y se la entrega a Antoine junto con un vaso de limonada y uno de los helados, diciendo—: Pequeña de peperoni, limonada y el postre para usted, Antoine.

     Sorprendido, Antoine le agradece y le hinca el diente a su comida.

     —Y para nosotros, un pedido especial —me dice con un guiño y descubre la pizza para decir con voz teatral—: Grande de pimientos, carne, tocino y queso.

     —Mi favorita… ¿Más helado?

     —Creí que te gustaría.

     Para nuestro tercer aniversario de noviazgo preparamos juntos la pizza especial de mi madre. La acompañamos con un poco de helado a pesar de que mi madre nos advirtió que no era una buena combinación. Pasamos el mejor aniversario de nuestras vidas.

     —¿Cómo lo supiste? En el restaurant supiste pedir mi platillo sin pimienta. Elegiste un vino de mi fruta favorita. Pediste un postre especial. Hoy has comprado mi helado favorito. Y ahora, has traído una combinación que es importante para mí.

     —¿Importante?

     —Pizza y helado. Y los ingredientes son los de la pizza que mi madre me enseñó a hacer.

     Sigue confundido. Con el dedo índice rasca el lóbulo de su oreja izquierda y desvía la mirada. ¿Qué diablos sucede con él? Toma una rebanada y le da un mordisco. Antoine hace lo mismo. Jacques parece no tener palabras. Sin duda lo he confundido demasiado. No consigo entenderlo. ¿Qué pudo haber pasado, como para que él actúe de esa forma?

     Intentando evitar el contacto visual con él, tomo una rebanada de pizza y le doy un mordisco. ¿Está bien lo que estoy haciendo? ¿No debería volver al pueblo y aceptar que lo nuestro ya ha terminado?

     —Preguntaste si había salido con otra chica antes de conocer a Etoile, ¿recuerdas? 

     —Sí.

     Desearía que Antoine estuviera un poco más lejos justo ahora para poder charlar con Jacques a solas. A Jacques parece no importarle.

     —Dame la mano, Apoline.

     Extiendo la mano derecha para que él la tome. Haciendo caso omiso de mi sortija de compromiso, guía mi mano hasta el lado izquierdo de su cabeza y hace que mis dedos se internen debajo de su cabello castaño. Siento un vacío en el estómago cuando toco lo que se oculta a pocos milímetros de su oreja. Es una cicatriz. Bastante gruesa como para haber sido una herida profunda, y lo suficientemente pequeña como para no notarse a no ser que alguien coloque las manos en su cabeza.

     —¿Qué te… pasó…?

     He vencido esta vez al nudo en mi garganta. Jacques toma un buen trago de limonada antes de responder.

     —Hace cuatro años, Etoile y yo salimos en su auto a un acto de beneficencia en Limoges. Llovía a cántaros… Tuvimos un accidente. El conductor del otro auto falleció. Etoile se rompió la nariz. Tuvo que hacerse un par de cirugías. Y yo… sufrí una lesión cerebral.




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