Querida Zara...
Hoy fui a leer al árbol de tu casa... Como en los viejos tiempos.
Pude observar de reojo que todo el rato que estuve ahí, me observabas desde tu ventana.
Podía ver el pánico que tenias, siempre que subía al árbol te preocupabas por mí, por qué no fuera a caer.
Y lo hice apropósito, me caí, y fuiste a la ayuda de mi rescate.
Primero empezaste a ver si no me había roto algún hueso, después de que comprobaste que todo estaba bien, me empezaste a pegar manotazos y te fuiste, pude observar que tenías una media sonrisa en tu cara.
¿Lo recuerdas?
—Luke.
P.D. Si me lastime, tengo una gran cortada en mi pierna izquierda. Pero nada que los remedios caseros de la abuela no puedan curar. Hasta la proxima mi pequeña Zara.