Recuérdame.

Capitulo 4 Fiesta desagradable.

Leyla.

Apenas toco la almohada me duermo, es extraño porque por lo general si no conozco una casa no logro hacerlo con facilidad, seguramente algo inconsciente en mí sabe que es mí hogar, además de estar cansada de verdad, muchos días acostada en el hospital me pasaron factura.

Me despierto realmente descansada y me doy un baño, lo necesitaba con suma urgencia, un relajante baño, y al examinar este baño que consta con una gran regadera me lo hará más satisfactorio aún, si bien lo había hecho en el hospital, esto es otra cosa.

Me visto y bajo. Logré dormir dos horas, la cocina está impecable, todo en su lugar, hasta me da cosa mover algo. Voy a la sala para saber si Gael está aquí o quizás salió, me asomo moviendo la puerta que se encuentra entre abierta y esta hace ruido, él se encuentra recostado en el sillón dormido, se mueve por el ruido.

—Lo siento —articulo cuando abre los ojos, se levanta y la sábana que lo cubría se cae. ¡Por Dios se halla completamente desnudo!. Me tapo los ojos para no verlo, aunque vi más de lo que debería —. ¡Por Dios porque estás así! —recrimino.

—Disculpa es la costumbre, tú sabes que duermo así —trago grueso —, cierto que no lo recuerdas —esta medio dormido, no puedo culpar que no lo recuerde, pero sí que duerma de esa forma.

—Tapate por favor —suplico, me pongo de espaldas—. ¿Tomo mate verdad? —digo sin quitar las manos de los ojos, mí pregunta es para distraerme.

—Sí, por supuesto, ahí te explico dónde están las cosas —se lo escucha agitado seguro se está vistiendo.

—Está bien —me nuevo, cierro la puerta y pongo la pava y espero que venga. ¡Qué vergüenza, ahora como lo miro a la cara!.

Él ingresa vestido gracias a Dios y busca el equipo de mate, me lo coloca en la mesa para que lo prepare, mantengo la cabeza gacha para no mirarlo.

—Estas muy roja —se burla, y quisiera mirarlo mal pero si lo hago me dará más vergüenza y me pondré más roja —. Por lo menos dime que te gustó lo que viste —idiota, quiero rodar los ojos pero puede verme —. Disculpa de verdad, hay cosas que me cuesta acostumbrarme —no lo culpo.

—Solo espero que hasta que esté lista la otra habitación duermas con ropa en la sala —demando sin mirarlo.

Él se sienta en frente mío con una portátil mientras tomamos unos mate juntos, al principio no lo miro a la cara pero después logro hacerlo, estamos en completo silencio porque él se encuentra trabajando en su computadora y lo agradezco, es mejor no hablar, quiero pensar en todo lo sucedido hoy, en su musculoso cuerpo, esos abdominales tan bien formados, ¿cuántas veces por semanas hará ejercicio? Muerdo mí labio inferior al recordar su gran erec…

—¿En que piensas? —sonríe con satisfacción interrumpiendo mis pensamientos pecaminosos, se está burlando de mí evidentemente, sí me conoce como dice hacerlo, sabe perfectamente en qué pienso.

—En un enfermero que me atendió en el hospital —declaro, obviamente no voy a decirle que en él y cuando pensé que era un enfermero, frunce el ceño no agradándole mucho lo que digo.

—No es gracioso —dice un poco irritado.

—No sé en qué piensas que pienso —prosigo para desconcertar —, era un enfermero mayor que dijo que fui muy afortunada en vivir —no miento, solo obvió algunas cosas, sí un enfermero mayor me dijo eso.

—Estoy completamente de acuerdo con él —sonríe y toma mí mano mirándome fijo a los ojos, su contacto hace que mí piel se erice. Nuestro momento es interrumpido por qué alguien llama a la puerta, Gael va a ver quién es, acomodo un poco mí cabello, estoy presentable, vuelve Gael con una expresión que no logro descifrar.

—¿Quién era? —interrogo confundida.

—¡Sorpresa! —gritan de atrás una cantidad de voces que no reconozco, uno a uno empiezan a entrar a la cocina, me abrazan y lloran en mí hombro, dicen cosas que no logro entender, supuestamente somos amigos, y tratan de recordarmelo, reconozco a Jimena entre la multitud, cuando logro safarme del gentío llego a su lado.

—Perdón yo quise detenerlos cuando supe lo que planeaban y no lo logré —explica preocupada —. ¿Estás bien?.

—¡No! Por supuesto que no. ¡No sé de dónde salió tanto gente! —corro escaleras arriba esquivando cuerpos, no sé desde cuándo conozco tantas personas. Siento que mí pecho se aprieta, y me tiembla el cuerpo, la cabeza comienza a doler, pero puedo soportarlo. Llamo a Arlín.

—Hola ¿que pasó? —cuestiona preocupada.

—Arlin, por favor ven a la casa esto es un caos y necesito ver un rostro amigable —suplico.

—¿Y decidiste llamarme a mí? —cuestiona impactada —. ¿Ahora? Ya voy amiga, ya voy —corta la llamada y me quedo recostada por un largo rato en la cama, esto es un completo desastre, tocan la puerta y no digo nada, espero que no sean ninguno de los que se encuentra allí abajo, vuelven a tocar y decido responder.

—Estoy ocupada ahora —hablo molesta.

—Por favor, abre —decido abrirle, él no tiene la culpa de nada, segura esas personas decidieron aparecer sin preguntar, él es muy considerado como para hacer que un mundo de personas desconocidas por lo menos para mí hagan una fiesta —. ¿Cómo te encuentras?.

—¿Cómo crees que me encuentro? —cuestiono nerviosa.

—Lo siento por lo de allí abajo. Son nuestros amigos, pensaron que te haría bien verlos —no puedo tener tantos amigos, no soy una persona muy sociable, mí círculo de amistad se limita a mis hermanas, Arlín, jeremías y Jimena.

—Pues pensaron mal, no conozco a esas personas —aclaro con un nudo en la garganta.

—Fue demasiado —dice por lo bajo.

—¡Demasiado es despertar y darte cuenta que pasó cuatro años de tu vida, que estas casada con un completo desconocido, que tu mejor amiga es una desconocida y vives en una casa que ni siquiera conoces!, ¡eso es demasiado!. ¡Hacer una fiesta con muchas personas llorando y pidiéndote que las recuerdes, y contandote un montón de anécdotas que ni siquiera tienes memoria, eso es una porquería! —grito. Pasa la mano por el cabello despeinándolo.




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