Recuérdame.

Capitulo 5 Entre amigas.

Gael.

Me levanto renovado, esta cama es tan reconfortante, la alarma que había puesto me despertó, solo debo darme un baño, cambiarme e ir a trabajar. Pasé mucho tiempo fuera de la oficina, es hora de regresar, seguro es un caos y tendré mucho trabajo atrasado. Encuentro un traje negro y me lo pongo, camisa azul y la corbata me la pondré luego, bajo a la cocina, no sé en que momento de la noche se fue Arlín, no escuché nada cuando me acosté en la cama, y aunque me hubiese gustado hacerlo, se encerraron en la sala y no pude.

Preparo un café y lo bebo despacio mientras leo las noticias en el celular, abro la puerta de la sala y me encuentro con Leyla acostada en el sofá y allí es cuando reacciono que yo dormí en la cama y no ella. ¡Qué desconsiderado!. Dejo el café en la mesa y la levanto entre mis brazos, es pequeña y liviana, su fragancia me invade, la extraño mucho, extraño que riamos, extraño sus bromas, extraño su besos sus caricias y hacerle el amor. Comienza a moverse entre mis brazos y abre los ojos pero cuando se percata que la sostengo los abre aún más.

—¿Qué hacés? —pregunta agitada, exaltada y preocupada removiéndose entre mis brazos

—Solo te llevo a la cama, no debiste dormir ahí, me hubieses despertado —la reprendo acercándola a mí pecho, temo que pueda caerse, sigo caminado a la alcoba.

—Dormías muy plácidamente y temía despertarte —explica un poco avergonzada, seguro lo dice porque duermo desnudo —. Puedo caminar ¿puedes bajarme? —explica volviéndose a moverse.

—Debiste llamarme —insisto y sigo mis pasos.

—Crees que no me di cuenta lo cansado que estás, sé que dormiste en el hospital en mí estadía allí, no era justo despertarte. ¿Ahora sí, puedes bajarme? —inquiere.

La verdad es que no quiero, me encanta tenerla así conmigo, que me deje abrazarla. Pero insiste y la bajo, no debo pensar mucho en que ella está muy cerca mío.

—Está bien —apoyo sus pies en el piso.

—¿Dónde vas así vestido? —pregunta confundida recorriéndome con la mirada, se que le gusto y provoco cosas en ella aunque no me recuerda.

—A trabajar, te dije que tenía una pequeña compañía —le recuerdo

—No, dijiste que trabajabas en una oficina —cierto, le dije eso, debería decirle la verdad pero no sé cómo reaccionaría. Solo necesito tiempo para que se enamore nuevamente de mí, quizás así decida quedarse a mí lado.

—Es lo mismo —le resto importancia.

—No, no es lo mismo —espeta un poco molesta elevando el todo de la voz, la miro, ella inhala para tranquilizarse—. Perdón, me molesta las mentiras —suelta, y es por eso que decidí callar todo este tiempo.

—Lo sé —hago una pausa, y decido contarle sobre mí trabajo—. Está bien, tengo una pequeña empresa de comunicaciones. Y debo irme por cierto, se me hace tarde —miro el reloj y efectivamente es tardísimo, tomo las llaves del auto y el saco que había dejado en el espaldar de una silla, me acerco a saludarla pero ella queda dura ante mí cercanía, recuerdo que todavía no me reconoce y no tenemos esa clase de contacto, le doy un beso en la frente y camino a la salida —. Cierto —olvide de decirle algo importante —, hoy viene Carlota, nos ayuda con la limpieza, y ordenará la otra habitación para poder dormir está noche allí —asiente —. Todo lo que está aquí es tuyo no dudes en usarlo, cualquier cosa me llamas —la miro esperando su aprobación, asiente —. Adiós —me despido.

Le había comentado a Carlota todo lo sucedido con Leyla, lo del accidente, que no recuerda nada de los últimos tres años y que por cómo se altera, lo más prudente es no decirle demasiado, solo algunas cosas y sí pregunta. Se que está en buenas manos.

—Adiós —saluda Leyla con la mano

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Leyla.

.

Necesito buscar pruebas para quedarme y no tener el impulso de escapar, no siento este lugar como mí hogar, me siento una extraña, tengo la sensación que estoy comiendo comida que no es mía, usurpo una cama que no me pertenece y poseo el esposo de otra, es horrible la sensación de sentir que no perteneces a un lugar. Y aunque robe comida tengo hambre, así que preparo el desayuno, anoche con todo el caos no cene. Cuando terminé el desayuno me cambiaré, Arlín dijo que pasaría por mí al mediodía para comer juntas, pediría permiso para salir temprano, explicó que su jefa se encuentra enferma y no se molestaría por salir temprano, la reprendí, no es bueno abusar en el trabajo.

Mientras espero, ordeno la habitación y abro las cortinas para que entre la luz del sol, y aunque Gael mencionó que vendría alguien para ayudar, existen ciertas cosas que hay que dejar ordenadas, una cosa es la limpieza y otra el desorden. Agradezco que dejara a alguien para que me ayude, con este impedimento me es difícil realizar algunas tareas.

Llaman a la puerta y, miro la hora, es raro, todavía no es mediodía, pero decido atender.

—Hola señora cómo se encuentra, soy Carlota —se presenta una señora de unos cincuenta años, se queda esperando en la puerta, parece amigable, recuerdo que Gael dijo que vendría.

—Hola pasé —la invito, moviéndome para darle espacio, ella deja colgado su bolso y caminamos juntas hacia la cocina.

—Fui a verla al hospital pero estaba inconsciente —su rostro se entristece al recordarlo, parece que me aprecia.

—Gracias. ¿Nosotros nos llevamos bien? —cuestiono, parece una señora agradable y aspira confianza.

—Sí, muy bien de hecho, además de la señorita Jimena, me cuenta sus cosas y yo los problemas que tengo con mí familia —sonríe, es extraño si dice que tenemos esa relación, no entiendo porque no me llama por mí nombre, la pérdida de memoria me hizo desconfiada.

—¿Y por qué no me tratas de tú? —indago alzando una ceja, a mis padres lo llamaban señores el personal de servicio, prometí que jamás me llamarían de esa forma.

—Aunque me lo ha pedido muchas veces es algo que no logro hacer —esboza una sonrisa sincera, no sé porque pero le creo —. Veo que ya desayunó, por lo general lo hacemos juntas, y por lo general vengo más temprano, pero el señor me dijo que quizás usted quiera descansar, tengo mis propias llaves, habitualmente abro, pero pensé que no me reconocería y no quería asustarla —habla levantando las tazas, me había olvidado que las dejé sobre la mesa.




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