Leyla.
Muchas cosas habían pasado anoche que me hicieron pensar mucho. A mí lado se encuentra recostado durmiendo en un pequeño sillón que apenas cabe su cuerpo en el, Gael, cansado, no solo por dormir mal en ese sillón, sino por haber trabajado todo estos meses para que todo salga bien, seguro agobiado por las ocupaciones de la empresa, y por lo que me contó, con la empresa de sus padres. Cuidándome después del accidente y, luego estresado por mí pérdida de memoria, he sido muy cruel con él, solo pensando en lo que él me ha hecho y no en lo que yo le he hecho a él, me estoy comportando muy egoísta, y no puedo echarle toda la culpa, yo también la tengo, me conozco bien y soy demasiado intensa cuando me lo propongo, poniendo distancia cuando lo creo conveniente, fría como un témpano de hielo cuando algo no es como quiero, mis padres me dejaron muchos cicatrices no solo físico sino también emocionales, y estoy segura que él tuvo que lidiar con todas ellas. Algunas frases de anoche regresan a mí memoria, “el dinero arruina a las personas”, mis padres son ambiciosos y no tienen escrúpulos, estuvieron dispuestos a vender a sus propias hijas para casarse y obtener más poder, yo huí antes, mí hermana no, y por eso creo que el dinero causa, y hasta inclusive te hace traicionar a las personas que amas.
Lo entendía, entendía perfectamente a Gael, y solo me gustaría recordar y evitarle el dolor de tener que aguantar mí pérdida de memoria, mí indiferencia y mis cambios, no había puesto nada de mí parte, solo lo había rechazado por no recordarlo, no le había dado tiempo a nada y había hecho caso omiso a todo lo que Carlota y Jimena me habían dicho de lo que él había hecho por mi. Por otro lado también pienso en lo que hizo Jeremías, contarle a Gael a medias lo del beso, de sus atenciones, fue un golpe duro y entendí que es un cobarde, y también entendí que fue mí culpa, si algo sé de mí es que jamás dejaría que alguien se me acercara de esa manera estando casada, ni siquiera por contrato, falté a mí compromiso, y si son ciertas las palabras de Gael que no podía acceder a la presidencia de H&L no me mintió y tampoco sé si lo dejo entrever en un pasado, porque no lo recuerdo.
Miro a Gael y pienso que de verdad me ama, de lo contrario no estaría aquí, aguantando mis crisis y mis desplantes, mí malhumor e indiferencia, por otro lado no recibí ni un solo mensaje de Jeremías, el supuesto hombre interesado en que le dé una segunda oportunidad, sí de Jimena de la que obviamente no respondí ninguno, puesto que la considero una traidora. Arlín también me escribió y le respondí que estoy con Gael y que luego hablamos, necesito pensar, y este silencio a estas horas de la madrugada me ayuda a eso, a pensar qué rumbo tomará mí vida.
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Siento a la enfermera que me revisa y despierto nuevamente, me pregunta cómo me siento y respondo que bien ya no duele la cabeza, lo anota, sale y entra Gael, cansado ojeroso, con el cabello revuelto y la ropa arrugada, me preguntó cómo puede ser que alguien pueda verse realmente bien en esas condiciones, solo él puede.
Hablamos un poco, no quiero sacar a colación tan rápido lo del beso de Jeremías, pregunto cosas que ya sé para evitar esa conversación, pero la vergüenza y la culpa me consumen así que creo que es tiempo de que hablemos la verdad.
En un segundo de valentía decido hablar.
—Juro que no te traicioné —confieso avergonzada con la cabeza gacha —, él me besó pero no seguí el besé de Jeremías, algo dentro de mí se negaba a hacerlo, sentí que te estaba traicionando, pero no te la agarres con él, por favor no lo despidas —no quiero que lo haga, después de todo Jeremías dejó bien en claro que no le importa protegerme, no sé porque trató de conquistarme, no sé realmente qué sucede entre ellos puesto que se palpaba la tensión, pero con lo que dijo me demostró que solo lo hizo para restregar a Gael lo que sucedió entre nosotros, de lo contrario no se lo hubiese dicho, me hubiese cuidado hasta el divorcio.
—¿Lo de las flores, chocolates y demás cosas son ciertas? —exige respuestas, me siento una idiota por aceptar sus atenciones sin siquiera luchar por lo que tengo por el hombre frente mio, pero es momento de decir la verdad, yo exijo verdad y debo dar eso a cambio.
—Lo siento, de verdad lo siento —exhalo —. Me siento confundida y juro que no quise lastimarte, te prometo, que el tiempo que estemos casados respetaré este voto —no sé exactamente qué sucederá entre nosotros, pero debo poner de mí parte antes de tomar una decisión, tengo que saber que sentía por él, no me mentiré a mí misma, pero siento prejuicios muy fuertes hacia los hombre guapos, él me atrae , por Dios que es cierto, pero tengo una lucha interna en alejarme o aferrarme —. ¿Puedo saber porque me ocultaste lo de la empresa? —reconozco mí parte ahora debo averiguar la suya, agacha la cabeza y me relata todo, por su tono de voz, puedo sentir dolor, y siento sinceridad en sus palabras, no podrían ser mentiras, a los hombres no les agrada hablar de sus sentimientos.
—¿Qué sucedió anoche? —cambia de tema después de unos minutos, lo hace para no verse vulnerable ante mí.
—Tuve como algunos flashes de mí vida… —le cuento de mis imágenes confusas, no entiendo porque cada vez que recuerdo algo, llega el dolor tan punzantes a mí cabeza, no quiero creer que pase algo malo conmigo, no sé que es normal y que no. Me encantaría decirle que lo recuerdo todo, pero no es así. Respondo a sus preguntas y sé que las hace porque le urge que lo recuerde, que recuerde nuestra vida juntos, que recuerde lo enamorada que estuve de él, pero no lo hago. Las imágenes más vivaces eran las del día del accidente, muchas llegaron a mí memoria golpeándome, todas distintas pero a la vez parecidas, pensé que eran pesadillas, pero no lo eran, él lo confirma.
—El accidente… —comienza a hablar pero entra el médico trayendo el informe médico interrumpiendolo, nos informa que tienen que hacerme nuevos estudios, en el trayecto el doctor le pregunta a Gael del porque de mí crisis y él avergonzado le cuenta todo, el profesional solo nos mira pero no articula palabras, analizando todo.
Cuando terminan de realizar los estudios correspondientes nos regresan a la habitación. Anoche no había dormido casi nada, y trato de cerrar los ojos para relajar, pero las imágenes del accidente no dejan de regresar, son tan confusas, mientras intento recordar la cabeza empieza a doler de nuevo, siento ansiedad, si tuviera aparatos conectados estoy seguro que empezarían a sonar, cuando estoy por abrir la boca para quejarme, llega el doctor con los resultados, dice que todo está bien, me pareció algo rápido, no obstante, como no quiero quedarme más aquí no digo nada y empiezo a cambiarme a toda prisa, necesito ir a la casa y descansar, mañana hablaré con Gael y lo que sabe del accidente, del porqué tantas imágenes si no son pesadillas.
Antes de irnos debemos pasar por recepción para el alta médica, en el camino veo a Gael agotada y me hace sentir terriblemente culpable. Una vez todo listo salimos del hospital, el día en todo su esplendor nos ilumina, ese acto hace que mí dolor de cabeza aumente pero no digo nada, no quiero ingresar de nuevo, el doctor dijo que todo estaba bien, no hay de qué preocuparme, en cuanto a Gael la luz del sol lo hace ver más agotado aún.
—¿Qué te parece si tomamos un taxi? —propongo en frente de su auto —. Estás muy cansado y no quiero que nos pasé nada.
Él lo piensa unos segundos, y aunque lo duda asiente, buscamos uno y vemos uno parado en el estacionamiento del hospital, subimos y mientras nos acomodamos le damos la dirección de la casa.
En el trayecto veo como poco a poco Gael va cerrando los ojos hasta quedarse profundamente dormido, aprovecho para observarlo detenidamente, su cabello negro revuelto y su barba perfectamente prolija, sus facciones simétrica lo hacen ver perfecto, él es perfecto. El chófer me saca de mí escrutinio indicando que llegamos a destino, es en ese instante es que me percatado que no tengo dinero, llamo a Gael señalando que llegamos a nuestro destino, salda la deuda y entramos a la casa. Es casi mediodía y se nos nota el cansancio en nuestros cuerpos, pero no probamos bocado desde anoche.
—¿Quieres que terminemos la conversación de hoy? —pregunta bostezando mientras frota con las manos sus ojos, me he comportado muy mal con él y me siento culpable.
—Qué te parece si comemos algo y luego descansamos, tenemos mucho tiempo para conversar —propongo, él asiente y comienza a dirigirse al refrigerador —. Espera —se detiene a mitad de camino y me mira con sus ojos azules profundos —, yo cocino, te haré algo rápido, tú solo siéntate y espera.
—No me parece adecuado —niega —, recién sales del hospital.
—Por favor —animo, él levanta una ceja incrédulo pero no dice nada y se acomoda en un asiento de la cocina, mientras yo abro el refrigerador y busco todo lo necesario para cocinar, huevos, queso y jamón para hacer unos omelet, bato los huevos y le agrego algunos condimentos. Cuando huí de casa de mis padres este era mí alimento más recurrente, mientras continuó con mí labor siento la mirada poderosa de Gael.
—¿En qué piensas? —interrogo mirándolo por unos breves segundos sin dejar de batir.
—Me recuerda a… —piensa —, nada.
—Solo dilo —animo, coloco la sartén en el fuego y agrego un poco de manteca.
—Solo me recuerda que solías cocinar para mí —recuerda nostálgico.
—O sea que ya probaste mis exquisitos omelet —bromeó y largo una risa sonora para aliviar la tensión que se creó, sé que no es fácil para él recordar a nosotros felices y enamorados, veo a la sartén caliente y vierto los huevos.
—¿Qué cambió? —su pregunta directa me descoloca un poco, lo miro y su mirada analítica hace que deje de realizar mí labor, bajo el fuego para que no se queme nada.
—¿A qué te refieres? —pregunto mirándolo a los ojos.
—No sé, dímelo tú —se encoge de hombros —, anoche querías dejarme y ahora actúas como si nada hubiese pasado —trago grueso, tiene razón al no entender mis cambios de actitudes.
—Me siento fatal —reconozco exhalando —. Perdóname. Estuve pensando y tienes razón, te cuestiono muchas cosas mientras yo tampoco actué con total honestidad, exigí verdades que yo no daba, y por eso te pido disculpas, no fui franca contigo como tú no lo fuiste conmigo —el olor a huevo cocido invade el ambiente, no se quemó pero es momento de agregar los ingredientes que restan —. Pero qué te parece sí por hoy comemos en paz y hablamos de trivialidades, estamos muy cansados, ambos pasamos muy mala noche, además estamos hambrientos y eso no es buena combinación, el hambre produce mal humor y predisponen a enojarnos, ya habrá tiempo de aclarar algunas cosas —él esboza una sonrisa que lo hace ver muy hermoso.
—¿Estás segura que no recuerdas nada? —cuestiona haciendo que lo mire.
—¿Mmm? —no entiendo a lo que se refiere.
—Es justo lo que solías decir cuando quería salirte con la tuya —recuerda.
—Veo que me conoces muy bien —respondo con una sonrisa, vierto en el plato el omelet listo y realizo el mismo procedimiento. Él coloca cubiertos y vasos y nos sentamos a comer.
Comemos sin intercambiar muchas palabras pero estos silencios a diferencia de los anteriores son más agradables.
Es un tipo de tregua, quiero respuestas pero no quiero discutir y tampoco tratarlo mal después de todo lo que hace por mí merece un día de tranquilidad. Ya habrá tiempo para aclarar todo.