Recuérdame.

Capitulo 16 Visita inesperada

Cuando nos acostamos a descansar jamás imaginamos que dormiríamos hasta el otro día, el cuerpo nos había pasado facturas y si yo estaba agotada no quería ni imaginar cómo estaría él, que desde el accidente no descansó correctamente. Verlo en ese sillón, sobrando por todos lados me hizo pensar en lo egoísta que había sido con él, haciéndome sentir terriblemente culpable, esa imagen no olvidó mí mente.
Era una egoísta, defecto que juré jamás imitar, jamás heredar de mis progenitores, y aquí estaba yo, haciendo caso omiso a todas las señales autoimpuestas, tratando mal a alguien que solo se había preocupado por mí, con sus deficiencias, sí, pero que había sido el único.
Cuando dije que nos habíamos quedado dormidos fue porque Gael también lo había hecho, cuando bajé lo encontré en la cocina, con un pantalón de dormir a rayas y con el torso desnudo. Trago grueso mientras lo recorro con la mirada de arriba a bajo embobada, pensando en cómo me había casado con semejante monumento humano, ni en mis sueños había soñado con alguien así, y aunque seguramente al principio solo fue atracción de parte mía, después de meditar en todo lo que había hecho por mí, entendía porque me había enamorado de él.
Sacudo la cabeza para espantar los pensamientos libidinosos, limpio las babas desparramadas, finjo compostura y carraspeó para que se percate que estoy aquí.
—Buenos días —muevo una mano para saludar mientras camino hacia él, no muy cerca, la falta de sexo puede hacer que me le tiré encima y arranque la poca ropa que lleva. Controlate Leyla, controlate.
—Buenos días —responde él serio siguiente con su labor sin mirarme. Está molesto y lo entiendo, que haya escuchado mis excusas sobre el beso con Jeremías no quiere decir que no haya sucedido, y no quiere decir que me haya perdonado.
—Para qué soy buena —propongo mí ayuda para ayudarlo en lo que haga falta para el desayuno.
—Si quieres preparar café —señala la cafetera con el cuchillo que tiene en la mano.
—Por supuesto —hago lo que me pide, y solo se escucha el choqué de una cosa con la otra, no quiero emitir palabras porque no sé su estado de humor para conmigo, y él tampoco lo hace. Seguimos en silencio preparando el desayuno con admirable sincronización, cómo si lo haríamos siempre.
Preparo la mesa y nos sentamos a desayunar, su torso desnudo realmente me pone incómoda, porque quién estando en sus cabales no se excita con un hombre así y sobre todo realizando las labores de la casa. ¡Soy humana por Dios!, y una muy sucia.
Decido mirar con mucho interés los alimentos en mí plato, necesito concentrarme en algo que no sea en él y en su cuerpo esculpido. Las frutas cortadas perfectamente simétricas en un borde del plato, huevos en el extremo del otro, pan negro con queso untable y el jugo de naranja con el azúcar justa, y no olvidemos el café preparado por mí.
—¿Por qué no mate y facturas? —pregunto sin mirarlo obviamente, ese es el típico desayuno Argentino, cuando me fui de casa de mis padres empecé a desayunar eso, quería borrar todo vestigio de esa casa, y por una extraña razón hoy no me molesta, todo se veía delicioso, todo, solo quería sacar conversación, el silencio se había hecho demasiado prolongado, además quería saber el porqué de su silencio.
—Quería, hacer ejercicio después, necesito recargar energías —menciona, asiento moviendo la cabeza tomando un sorbo de café sin mirarlo —. ¿Sucede algo?.
—¿Mmm?.
—Desde que llegaste no me hablas mirándome a la cara —si supiera que lo mire pero no exactamente ahí.
—Solo… —carraspeo dejando la taza —, es incómodo verte así —señalo mirándolo por unos segundos haciéndome la apenada, soy una mentirosa no me molesta para nada, lo que en realidad sucede es que temo que mí rostro demuestre que lo como con la mirada.
—Oh —se percata de su estado —, lo siento, es la costumbre —se excusa levantándose y cuando sé que no me ve me estiró para recorrerlo mejor con la mirada descaradamente mordiéndome el labio inferior. Apiádate señor, de mí abstinencia -ruego al cielo-. Gael regresa con una remera ya puesto —. ¿Mejor? —interroga, y me gustaría decir que no pero asiento con la cabeza en afirmación y es recién ahí cuando puedo respirar con tranquilidad sin que mis hormonas se alteren, él se acomoda en su lugar y continúa desayunando.
—Queria —carraspeo para llamar su atención —, disculparme contigo nuevamente, por lo que sucedió con Jeremías —es muy vergonzoso recordarlo, pero debo hacerlo nuevamente, él se remueve en su asiento recordando, por supuesto no le agrada nada, su expresión se endurece —. Prometo que no le correspondí —me defiendo.
—Pero sí recibiste sus atenciones —acusa mirándome con dureza, muy pocas veces lo vi mirarme de esa manera, no puedo rebatir nada porque tiene razón.
—Lo siento —me avergüenzo, es todo lo que puedo decir.
—Está bien —se encoje de hombros.
Un silencio profundo e incómodo invadió el lugar nuevamente, creo que fue el peor intento de conversación, el peor tema de conversación que pude traer a colación.
—Gracias —digo y él me mira levantando una ceja —. Gracias por todo lo has hecho este último tiempo. Desde que te conozco, perdón —me retracto en un segundo —, desde que desperté en esa cama de hospital te comportaste excelente conmigo, y reconozco que yo no lo he hecho y quería agradecerte.
—Bueno, te he ocultado algunas cosas, creo que es momento de aclararlas —aspira profundo y exhala despacio, y decido preguntar.
—Por qué tengo esas imágenes tan confusas del accidente, si no son pesadillas, que significan esos recuerdos —quiero saber la verdad, él me había dicho eso.
—Además del accidente que hizo que perdieras la memoria, tuviste uno antes, no tan fatal, pero estuviste internada —me quedó pensando y poco a poco llegan algunos recuerdos, la cabeza duele un poco pero no quiero que deje de hablar, quiero respuestas, y en ese instante recuerdo, Arlín. En mis recuerdos, estaba Arlín manejando el coche, estaba furiosa y discutía conmigo pero no sé de qué realmente.
—¡Con Arlín! —suelto, él me observa pero no hace ningún gesto, ni contradice afirmando mí teoría —. ¿Qué sucedió?.
—¿No recuerdas? —niego movimiento la cabeza.
—Dime por favor que sucedió —no entiendo por qué se instala un dolor en el pecho y mí respiración se agita un poco. No debo estresarme, ni tener ningún episodio de ansiedad, debo calmarme, inhalo y exhalo para lograrlo sin que él se percate de ello.
—Creo que no me corresponde a mí decirlo, no estaba allí, pregúntale a Arlín, ella seguro te lo dirá —es raro que diga eso, después de todo se nota que no se lleva bien con ella, pero le haré caso y mañana hablaré con ella en la oficina.
—¿Es cierto lo de la empresa de tu padre? —cuestiono, dijimos que nos diríamos todo y eso quiero hacer hoy, acabar con todos los secretos.
—Sí, es tal como te lo comenté, si bien no éramos ricos pero vivíamos cómodamente, tú sabía de mí emergente empresa, también te había comentado de los problemas de la empresa de mí padre pero no quería decirte cuál era, por qué tú eras empleada de ella y no quería que pienses que tus ascenso se debía a mí.
—¿Y era cierto? —interrogo frunciendo el ceño, me gusta ganarme las cosas por mí misma.
—No, por supuesto que no, no tenía acceso a ella todavía, además no tenía idea que trabajabas allí, es más, recuerda que nos conocimos el día del festejo de tu ascenso —eso era cierto Arlín me lo había mencionado —. Hay más… —golpean la puerta interrumpiendo a Gael, no tengo idea quien será porque a Arlín le dije que mañana nos veríamos y a Jimena también le dije lo mismo, estoy muy molesta con ella.
Me levanto para abrir y cuando lo hago mí hermana pequeña está parada en el umbral, ni bien me ve, me abraza sorprendiéndome.
—¿Qué sucede? —cuestiono preocupada puesto que es un mar de lágrimas, le devuelvo el abrazo y entramos a la casa, deja la mochila que tenía en sus espaldas al lado del sillón y caminamos hasta la cocina donde se encuentra Gael observandonos preocupados, la haga sentar y trato de tranquilizarla, Gael le ofrece agua y cuando toma el vaso recién se percata de su presencia.
—Hola, lo siento —se disculpa entre sollozos —, si interrumpo algo me iré, no tenía donde ir —su llanto se intensifica, la abrazo para darle consuelo, él me hace señas para dejarnos dándonos privacidad, y así continúa mí hermana por un largo tiempo, hasta que por fin logra tranquilizarse.
—Ahora sí, ¿me puedes decir qué sucede? —interrogo tomando con delicadeza el rostro para que me mire a los ojos. Está tan grande, ya es toda una mujer, la miro y no puedo creer que perdí mis recuerdos, que perdí gran parte de su vida.
—Es mamá y papá —se sorba la nariz —, como te mencioné la última vez que hablamos, tratamos de arreglar las cosas —muevo la cabeza de arriba a bajo afirmando —, pero ahora me quieren obligar a casarme con un empresario amigo de ellos —mientras me relata su llanto se vuelve cada vez más intenso, acaricio su cabello para tranquilizarla.
—¿Y qué les dijiste? —inquiero, mientras ella sigue llorando en mí pecho.
—Les dije que no por supuesto, no estoy lista para casarme, quiero terminar mí carrera primero y ejercer lo que estudié, entonces ellos se enojaron conmigo.
—Bueno, sabes cómo son, no se cansarán hasta lograr su objetivo, todo depende de ti, de ponerte firme y no dar el brazo a torcer —es lo que hice yo, decidí quedarme solo con lo puesto para escapar de sus garras, me fui a vivir con Arlín, conseguí un trabajo y terminé mis estudios. Me prometí a mí misma que no iba a ceder en nada de lo que ellos propongan. Hice una vida lejos de ellos aunque no recuerdo mucho de eso.
—Ya lo sé —concuerda, se aleja de mí y toma agua.
—Lo que no entiendo es porqué estás así, sí no vives con ellos —explico mí duda mí duda, porque no entiendo su preocupación.
—Sí, no vivía con ello, pero ellos son los dueños de la casa donde vivo, además pagan mis estudios, si no accedo me amenazaron a que no me ayudarán a pagar la universidad, y por supuesto me echaron de la casa al no hacer lo que me pidieron —sus lágrimas salen sin control —, no tengo donde ir, ni trabajo. Solo se me ocurrió venir aquí porque sé que Aldana no me ayudará, ella hace todo lo que su esposo le dice y él está del lado de nuestros padres —se tira del cabello frustrada —. ¿Qué voy a hacer? Solo tengo esa mochila —señala, la había dejado al lado de la puerta —. Puedo… puedo pasar al baño por favor —pide limpiándose las lágrimas.
—Claro, por supuesto, sabes dónde queda —ella se levanta dirigiéndose al sanitario.
Debo hablar con Gael, no puedo dejarla tirada a su suerte, es mí hermanita, pero esta es su casa y quiero consultarle si ella puede quedarse hasta resolver su futuro.
Aprovecho que Guadalupe entra al baño y me dirijo a su habitación donde seguro se encuentra, golpeó la puerta y espero unos segundos, cuando escucho su pase entro y largo un jadeó de asombro cuando lo veo, ¡Por Dios, él se encuentra haciendo ejercicio!, se había quitado la remera y tenía pantaloncillos cortos. Es una vista digna de admirar, no sé porque me castigan de esta manera, soy débil, por Dios lo soy.
—Hola —mi voz suena rasposa y carraspeó para aclararla, él se incorpora dejandome ver ese escultural cuerpazo que se carga, trago grueso, deja de hacer lo que está haciendo, sacudo la cabeza para recordar a que había venido a hablar.
—¿Pasó algo con tu hermana? —pregunta preocupado cuando me ve.
—Sí, mira discutió con mis padres y no tiene donde quedarse, ahora está en el baño, después te cuento con detalle todo —le cuento brevemente.
—¿Por qué no le dices que se quede aquí? —propone dejándome asombrada.
—¿De verdad no te molesta? —pregunto incrédula, este hombre es genial, jamás pensé que accediera tan rápido.
—Por supuesto que no, esta también es tu casa, es familia y ella necesita ayuda.
—Gracias —me abalanzó sobre él y lo abrazo —. De verdad muchas gracias —a pesar del sudor no tiene mal olor, este hombre es increíble, en mí caso sí estaría ejercitando sudaría un olor horrible —. Me gustaría que hablemos juntos con ella, seguro que conociéndola no se sentirá cómoda sí solo se lo digo yo —menciono alejándome de él.
—Qué te parece si me doy un baño y bajo para hablar con ella.
—Gracias —sonría de alegría.
Cuando bajo mí hermana se encuentra sentada en la mesa comiendo un poco del desayuno que dejamos en ese momento, me percaté lo mala anfitriona que soy, no le ofrecí nada. Le preparo más café y corto unas frutas para que ella coma algo, la dejo que coma tranquila y mientras ella lo hace, limpio lo que Gael y yo dejamos.
—¿Estás mejor? —pregunta mí esposo a mí hermana.
—Sí y gracias por recibirme, ni bien piense bien me iré de aquí, fueron muy amables conmigo —explica con sinceridad mí hermana.
—Qué te parece si te quedas con nosotros mientras lo resolvemos —propone Gael bajando las escaleras, ella se levanta y le da un abrazo muy efusivo.
—Gracias, de verdad muchas gracias, no se que hacer con mí vida —la voz se le quiebra y limpia rápidamente las lágrimas que se le escapan —. Estuve toda la noche dando vueltas, no me atrevía a venir.
—Ahora todo está bien —la consuela, se separa y la toma de los hombros —, estás con nosotros.
—Gracias por todo y disculpen las molestias pero, podría dormir un rato, como dije estoy muy cansada.
—Claro, sube a la habitación —le señalo arriba, ella toma su mochila y sube las escaleras.
—De verdad muchas gracias Gael —repite antes de terminar el último peldaño.
—Eres familia, por supuesto que te ayudaría —ella le sonríe a cambio y camino a descansar.
—Yo debo hacer unas cosas —avisa Gael buscando las llaves del auto.
—¿A dónde vas? —mi voz sonó controladora, carraspeó —. Quiero decir, quiero comprar un par de cosas, pensé que me llevarías.
—Quedaron unas cosas pendientes del evento a resolver, mí secretaria me lo informó.
—¿Un domingo? —cuestiono con dudas.
—Sí, recuerda que no estuve el sábado —esas palabras directo a la culpa —. Pero si quieres puedes acompañarme y luego hacemos las compras que necesitas.
—Ok, me cambio y vamos.




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