Leyla.
Decidí no despertar a mí hermana y con lo puesto acompañé a Gael, no podía creer lo que era este sujeto, cualquier ropa que se pudiese parecía un modelo, mientras yo parecía una vagabunda.
Llegamos al lugar y su expresión era sombría, y lo entendía, seguro recordaba todo lo que Jeremías le había dicho, igualmente en el viaje había estado pensativo y distante, como de costumbre no habíamos hablado mucho.
Bajamos del coche y caminamos hasta entrar al lugar donde me arrepentí completamente haber traído estas fachas, la secretaria de Gael parecía una modelo, rubia, alta, largas piernas y no nos olvidemos con un cuerpo de infarto. Ella lleva puesto una falda tubo rojo hasta las rodillas adhiriéndose a sus espectaculares cadera y una blusa blanca con dos botones desabrochado, el escote dejando ver sus exuberantes pechos, me abrace a mí misma, esta chica me hacía sentir un sapo feo y sin gracia.
—Señora Hidalgo —saluda esbozando una sonrisa con sus labios pintados de rojo, me estiró la mano a la cual correspondí haciendo un gesto de sonrisa, jamás imaginé que los empresarios tenían secretarías tan hermosas, siempre pensé que eso pasaba en las novelas y películas, y lo más importante no entendía cómo lo había dejado que él la tuviera, me recuerdo celosa y un poco posesiva con el hombre que quiero.
¿Inseguridad? Por supuesto.
Empezaron a hablar y la chica fue muy profesional contándole todos los detalles inconclusos, recordé que nos habíamos ido antes de que todo termine. Yo solo me quedé a un lado, en silencio escuchaba atentamente su conversación. En un momento de la charla Gael se detuvo y me miró con un gesto confundido.
—¿Sucede algo? —preguntó.
—No, por supuesto que no —aclaro permaneciendo en el mismo lugar, si no hubiera querido que escuche no me hubiese traído.
Después de un largo tiempo la conversación concluyó y nos fuimos del lugar, la rubia subió a su auto mejor que el del jefe, que por cierto, no sé cuánto Gael le pagaba porque era muy moderno, y nosotros subimos al nuestro que no lo era, no entendía porque si ahora tenía dos empresas seguía con un auto así, pero no quise mencionarlo, cuando quise abrochar el cinturón de seguridad este no cedía, tiré y tiré con rabia de él mientras sentía la poderosa mirada de mí esposo.
—¿Te ayudo? —se ofreció mirándome analítico.
—¡No! —rebato un poco molesta y no entiendo el porqué —, está porquería —sigo jalando y no logro mí cometido.
—Solo… —interrumpe él estirándose quedando muy cerca de mí, toma el cinturón mientras coloco mis manos a los costados dejando de luchar, de manera suave lo estira y lo abrocha —, no hay que tirarlo muy fuerte.
—Me hubieses dicho que tenía un inconveniente —me defiendo un poco irritada, no entiendo el porqué estoy de este modo, seguro no había descansado lo suficiente
—No tiene ningún problema, todo cinturón de seguridad se los jala suave —explica muy calmado. No digo nada mientras él enciende el motor del auto y conduce alejándonos del lugar.
No entiendo muchas cosas. ¿Por qué la secretaria a estas horas de la mañana se veía tan bien vestida? ¿Por qué trabaja un domingo? ¿Cuánto le pagará Gael por hacer estos tipos de favores?. Debe ser un salario bastante generoso de lo contrario quién trabajaría un domingo y tan temprano, o quizás le pagará de otra manera, no, no puede ser, con la discusión de la otra noche dejó en claro que no me traicionaría.
—¿Sucede algo? —su voz dudosa me saca de mis cavilaciones.
—No —espeto girando la cabeza para mirar hacia la ventana —. Qué sucedería —rebato indiferente.
—No lo sé dímelo tú, tienes esa expresión como cuando algo te molesta —giré para mirarlo a la cara, por supuesto él no me ve porque tenía la mirada fija al frente.
—Solo no entiendo, porque tu secretaria trabaja un domingo tan temprano y se veía tan elegante si no era una reunión oficial de trabajo —él voltea a mirarme muy confundido por breves segundos.
—Kiara…
—¿Kiara? —revato.
—Sí, así se llama —aclara.
—Pensé que a las secretarias se las llamaba señorita y por el apellido —espeto.
—Jimena es tu secretaria y no la llamas por su apellido mas sí por su nombre —aclara.
—A Jimena la conozco hace mucho tiempo, además éramos amigas —me cruzo de brazos.
—¿Acaso estás celosa?—cuestiona más confundido aún.
—No, por qué estaría celosa, por favor —aprieto más mis brazos contra mí cuerpo.
—Kiara —aclara —, hace mucho trabaja para mí, además es casada.
—Como si eso fuera garantía de algo —murmuro entre dientes molesta.
—¿Qué? —pregunta mirándome al no escuchar.
—Nada —espeto y decido poner fin a la conversación.
Conduce un par de kilómetros y entramos a un supermercado, tomamos un carrito y busco todo lo que me hace falta para cocinar para mí hermana y algunas cosas que Carlota dijo que faltan para la casa.
Busco por los pasillos y meto en el carrito todo lo que nos hace falta de una manera apresurada.
—¿Ahora sí me puedes decir que te sucede? —no entiendo porque me hace la misma pregunta tantas veces, ya le respondí que no pasa nada.
—Y ahora por qué lo dices —suelto irónica, metiendo en el carrito un paquete de azúcar.
—Porque tengo que correr para caminar a tu lado y tiras con fuerza las compras —señala el carro de las compras —. Creo que se rompieron algunos envoltorios.
—Yo no hago eso —me defiendo, mirando dentro del carrito y, tiene razón. Por supuesto que no lo reconocí, solo seguí caminando teniendo más cuidado.
Era increíble e irritante cómo lo miraban las mujeres, no sé si era, reitero, porque a su lado estaba vestida como una persona sin hogar, o porque él se veía realmente bien.
Después de realizar todas las compras, llegamos a casa y me ayudó a bajar las bolsas, mientras acomodamos las compras me preguntó si podía trabajar en su computadora, así que mientras él trabajaba en la sala, me dispuse a cocinar. En el transcurso de mí labor me derramé agua en la remera, así que subí a cambiarme, entré despacio porque creí que mí hermana estaba descansando pero me llevé la sorpresa que no se encontraba en la habitación, me asusté pensando que se había ido mientras no estábamos pero antes de alarma a Gael, la busque en la habitación de mí esposo, y me sorprendí verla durmiendo plácidamente, me había olvidado de decirle a mí hermana que dormiría conmigo, después le advertiría a mí esposo, no quería distraerlo de su trabajo puesto que las veces que me había asomado lo vi muy concentrado.
Bajé para seguir cocinando.
Ya estaba casi todo listo, mientras ponía la mesa Gael empezó a subir las escaleras.
—¿A dónde vas? —interrogue.
—A mí habitación —señalo arriba con la mano extendida —, necesito unas cosas.
—Mi hermana está durmiendo ahí —me lamento —, lo siento, me olvidé de decirle que tú dormías ahí, la vi profundamente dormida y no quise despertarla —explico avergonzada, me daba mucha pena que haya tomado su habitación, pero entendía que la haya elegido, ella no sabía que ya no éramos un matrimonio de verdad, no habíamos tenido ese tipo de charla la vez pasada que mí visitó, solo habíamos hablado de ella, de Aldana y de mis padres, solo sabía que perdí la memoria y trataba de recuperarla.
—Está bien, cuando despierte busco lo que necesito —dijo con una sonrisa.
—Gracias —él es tan comprensivo, volvió sobre sus talones y me ayudó a poner la mesa.
Cuando estuvo todo hecho llamé a mí hermana para comer juntos, cuando bajó se la veía más calmada y descansada.
—Esto está delicioso Gael —indica con la boca llena señalando el plato con el tenedor.
—No hables con la boca llena —la reprendo, aunque creció parece una niña.
—Pues debes decírselo a tu hermana, ella cocinó.
—¿De verdad? —pregunta incrédula, entendía su reacción, cuando me fui de casa no sabía cocinar ni un arroz hervido.
—Vaya, como te ha cambiado el amor hermana —su comentario me hace toser, tomo agua para que se me pase —. Por cierto —nuevamente comienza a hablar con la boca llena pero una mirada reprobatoria hace que trague y continúe —, vi las noticias sobre la empresa de tus padres y la gran revelación del heredero de H&L, fue muy injusto lo que te pasó, pero es bueno que pudiste recuperarla, debes estar muy orgullosa de él Leyla —me sentía una ignorante, mí hermana sabía más cosas de él que yo —, mis padres seguían muy de cerca el caso.
—Fue una larga pelea que no sabía si iba a ganar —responde él —, pero estoy muy conforme con los resultados. ¿Tú que estudias? —así se embarcaron en una conversación profunda, ella le contó que por supuesto estudia administración de empresas, este es su segundo año, no entendía la manía de nuestro padre hacernos estudiar a todas lo mismo, si luego nos obligaba a casarnos, jamás iba a dejar que mujeres dirigieran su empresa, era un ser tan machista.
—¿Y con quién tu padre quiere que te cases? —preguntó Gael para cambiar de tema después de un largo rato, si algo aprendí de él es que no le agrada hablar todo el tiempo de negocios y trabajo, le gusta relájese.
—Con un tal Ariel Ston, ¿lo conoces?.
—De hecho sí. ¿Tú no?.
—De hecho no, solo lo básico, lo que mis padres me contaron de él, otro niño rico heredando la fortuna de sus padres, no me interesa, me negué a buscarlo por internet, estoy renuente a casarme, no quiero hacerlo —defiende con firmeza.
—Entiendo, quieres casarte enamorada.
—¡No!, no quiero hacerlo y punto, creo en el empoderamiento de la mujer y que una mujer puede valerse por sí misma sin tener un hombre al lado, además solo tengo diecinueve años, no tengo edad para casarme, soy muy joven y quiero vivir mí vida, disfrutar —esos siempre fueron mis pensamientos, por eso no entendía porque me había casado con Gael tan joven, y mientras más lo pensaba me convencía que realmente había estado muy enamorada para tomar esa decisión, porque a diferencia de mí hermanita, siempre creí en el matrimonio por amor.
—¿Y qué piensas hacer ahora? —cuestiona él, ella larga un largo suspiro frustrada.
—Por lo pronto conseguir empleo y cuando tenga suficiente dinero alquilar una casa y en cuanto pueda retomar los estudios, debo poner prioridades —confiesa triste.
—Quedate tranquila que te ayudaremos —la consuelo, la iba ayudar con mí dinero, solo debía organizarme primero.
La charla de esos dos se extendió, yo solo acotaba algún que otro comentario, ellos eran muy compatibles y pensaban parecido en varias aspectos, en especial referente al trabajo. Mientras ellos conversaban me dispuse a realizar los quehaceres.
—Sí que te sacaste la lotería hermana —palmea mí hombro en complicidad, ya era tarde y estaba preparando café, Gael se había ido a trabajar a la sala y nos había dejado solas —. Muy guapo, inteligente y rico —no sabía si lo último es cierto, solo sabía que su empresa estaba emergiendo y no sabía cómo financieramente se encontraba la de su padre, solo era una empleada más allí.
—No me interesa su dinero, es de él no mío —rebato.
—Siempre con tus ideales —rueda los ojos —, que hay con eso de lo tuyo es mío y lo mío es tuyo, ¿no es la regla del matrimonio?, este hombre lo tiene todo, es guapo e inteligente, debe ser un semental en la cama —ni lo recuerdo quise decir, pero en cambio dejo lo que estoy haciendo y con una mano le tapo la boca.
—¡Guadalupe! —la reprendo —. Eres una niña, deja de hablar así.
—Hermana —me reprende quitando mí mano de un manotazo—, tengo diecinueve años —me recuerda, la miro levantando una ceja —, me olvidaba que perdiste la memoria. Si bien me recuerdas con doce, ahora soy una mujer, sé de relaciones sexuales y todo eso —me atraganto con mí propia saliva, tiene razón, aunque para mí siga siendo una niña es todo una mujer, ella palmea mí espalda —. Es mucha información por hoy para ti. Me daré un baño.
La observo subir las escaleras, tiene razón ya es toda un mujer, cuando la volví a ver luego del accidente me quedé en shock, había crecido tanto, pero tampoco era como si mis padres nos dejaron tener relación, solo comencé a hablar con ellos, después que la terapeuta me dijera que para sanar debía perdonarlos, así que reanude vínculos pero solo eran charlas cortas y escuetas hasta donde yo recuerdo.
—¿Todo bien? —las palabras de mí esposo me sacan de mis pensamientos.
—Sí —sacudo la cabeza —, solo pienso cuando creció tanto. Cuando decidí irme de casa de mis padres, dejarla fue lo más difícil que hice —recordar eso hace que se me llenen los ojos de lágrimas —. Pensé que no iba a lograrlo —siento los brazos de Gael envolverme y se sienten tan bien que me aferró a él con fuerza, su fragancia me tranquiliza, jamás me había sentido así.
—Pero lo logró, hiciste un excelente trabajo —acaricia mí cabello. Un carraspeó hace que nos separemos como si estuviéramos haciendo algo malo.
—Quería decirles tórtolos que ya acomodé mí ropa en un cajón vacío.
—Con respeto a eso —interrumpe Gael —, como hace mucho que no hablan con tu hermana decidimos que duermas con ella en nuestra habitación seguro tienen mucho de qué hablar —era mejor decir eso que el verdadero motivo.
—¡Por supuesto que no! No podría separar a la pareja feliz, me sentiría muy mal que me den comida un lugar donde dormir encima los separe, de ninguna manera —hace un gesto con la mano —. Además como dije, ya acomodé mis cosas.
—Bueno… nosotros…no —balbucea Gael.
—Está bien —interrumpo —, no hay problema —lo miro a él —, solo que él debe buscar ropa puesto que tiene su guardarropas allí.
—Sí, claro ve tranquilo.
Qué podía salir mal, éramos dos personas adultas compartiendo una habitación… una habitación… con su escultural cuerpo… con sus hábitos de pijama… con mí deseo por él que no sé en qué momento reconocí… y mis ganas de arrancarle la ropa.
¿En qué maldita porquería me había metido?
Tranquila, todo iba a estar bien, me repetía constantemente, tampoco era cómo si tendríamos que compartir la misma cama…