Recuérdame.

Capitulo 21 Ajustes de cuenta.

Gael
Cuando siento que queda completamente dormida me levanto y me visto tratando de hacer el menor ruido posible para no despertarla. Cuando bajo todas las luces están apagadas , tomo las llaves del auto y condujo por las calles desoladas y con poca luz como un loco, a penas llego toco el timbre con insistencia. Las luces se van encendiendo de a poco, hasta que la madre de Leyla abre la puerta enfundada en una bata de dormir.
—¡Dónde está! —exijo molesto, entro a la casa sin ser invitado.
—¿A quién buscas hijo? —no me entra en la cabeza cómo está mujer parece tan inocente cuando en realidad no lo es, siempre apoyando y defendiendo a ese sujeto, no puedo creer que se diga llamar madre.
—Sabe bien a quién busco. ¡Eduardo! —grito.
—¿Pasó algo? —pregunta haciéndose la desentendida.
—No sé, dígamelo usted —articulo irónico —¡EDUARDO! —vuelvo a gritar más fuerte para que ese maldito cobarde golpeador de mujeres salga de su escondite.
—Hijo… él… —sus palabras quedan suspendidas en el aire cuando escuchamos la voz de quién estoy buscando.
—¡Qué sucede! ¡Porque tanto alboroto en mí casa! —dice bajando las escaleras. Cuando remarca “mi casa” es porque se creé con el poder suficiente de que nadie le puede decir ni cuestionar nada. Me aproximé al barandal para confrontarlo.
—Qué creíste, que no iba a venir, que iba a dejar pasar lo que le hiciste a mí esposa —espeto entre dientes muy molesto.
—Mi hija —remarca como si creyera que puede hacer lo que quiera con ella —, vino aquí a exigirme algo que por supuesto no estoy dispuesto a ceder, ella se lo busco y le di su merecido —como pude pensar que iba a reconocer o a disculparse siquiera
—¡Cómo te atreviste a tocarla maldito loco! —exijo.
—Tú no pudiste seguir educándola entonces lo hice yo —expresa como si fuera lo más normal del mundo, como si Leyla fuese una chiquilla que necesita disciplina. Me enfurece su actitud arrogante.
—Solo vine a advertirte —advierto señalándole con un dedo —, nunca más vuelvas a tocar a mí esposa —dicho eso me doy la vuelta dando un paso para irme de esta casa.
—Si no qué —dice a mis espaldas con arrogancia.
—Me vas a conocer viejo —digo sin voltearme.
—Si Leyla llega a pisar está casa me conocerá, esa maldita zorra malagradecida —espeta y en ese instante me olvido de que es un viejo, que es mí suegro y que tengo más fuerza él, giro y le propinó un golpe en la mandíbula tirándolo para atrás.
—YA TE DIJE QUE RESPETES A MI MUJER —le grito furioso —. Si llegas a tocarla una vez más juro que te mato —amenazo, giro dando unos pasos hasta la salida.
—Parece que te olvidas de nuestro secreto —su voz hace que me detenga —. Tú no vienes a mí casa a amenazarme. En mí casa y con mis hijas hago lo que quiero —dice apretando los dientes con fuerza, me acerco a él.
—Dile lo que quieras, ya no me interesa tener secretos con mí esposa —suelto fingiendo despreocupación. Su risa sarcástica hace que lo mire mal. Chasquea la lengua.
—Parece que te olvidas que ella no te recuerda y hasta olvidó que te ama —ríe irónico —, si ella se enterará de…
—¡Dile lo que quieras! —le corto —. Ya no me interesa. Solo aléjate de mí esposa —lo señalo con un dedo —. Estás advertido —salgo por fin de esa maldita casa dando un portazo.
De regreso a casa pienso en las amenazas del viejo, tiene razón Leyla ya tiene que saber la verdad, después de todo no mentiré, solo espero que ella me crea, aunque sé que por esta verdad puedo perderla para siempre, porque en algo tiene razón ese viejo infeliz, ella ya no me ama.
Entro a la habitación y veo a Leyla en el mismo lugar, la observo y pienso que no quiero perderla pero ya es hora de la verdad. Solo me recuesto a su lado y la atraigo a mí envolviendola entre mis brazos, aspiro su aroma. Acaricio su mejilla y poco a poco me quedo dormido.
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—Gael —escucho desde lejos, pero me doy la vuelta en la cama y sigo durmiendo —. ¡Gael! —abro los ojos de golpe al escucharla gritar.
—Qué sucede —digo refregándome los ojos, me siento en la cama y la veo muy preocupada, preocupándome a mí.
—¿Qué hiciste Gael? —me cuestiona —, te dije no vayas a ver a mí padre —mi respiración se detiene, ¿cómo sabe que fui?. ¿Qué le dijo él?.
—Leyla yo… —empiezo a hablar trago grueso.
—Te dije que no vayas —articula con voz suave, se sienta en la cama, toma mí mano y la acaricia, está colorada por la trompada que le di a su padre —. Te dije que no vale la pena —pasa sus dedos por mis nudillos, me sorprende su actitud tan cariñosa —. Nadie jamás hizo lo que tú haces por mí —explica con cariño —. Gracias —me sorprende cuando une sus labios con los míos, me paralizo unos instantes, pero reacciono y la atraigo a mí, profundizando el beso, hace un gemido volviéndome a la realidad.
—No —la alejo pensando que quizás se acerca a mí solo por gratitud, por defenderla, por permanecer junto a ella a pesar de todo —.¿Qué haces Leyla? —le cuestiono parándome creando distancia —. No quiero que lo hagas por cortesía, por gratitud, quiero que lo hagas porque de verdad me amas —ella agacha la cabeza sin decir nada y decido dejarlo así. Me levanto para dirigirme al sanitario.
—No puedo decir que te amo todavía —me detengo —, pero si me gustas mucho, y siento muchas cosas por ti que pensé que no. No lo hago por cortesía, lo hago porque quiero estar contigo.
—Ayer pensabas en Jeremías y ahora me dices esto a mí —cuestiono confundido, era cierto lo que decía, no podía entender todavía ese repentino cambio.
—Él me demostró lo que realmente es, y no me agradó, además tú sabes que cuando nos conocimos él y yo teníamos algo —me recuerda, lo miro confundido, ¿acaso recuperó algo de su memoria?.
—¿Recuperaste la memoria? —interrogo.
—No, ojalá lo hubiese hecho —se acerca a mí —. Lo que quiero decir es que atiendo porque me enamoré de ti y él dejo de gustarme. Pero entiendo que no confíes en mí, me porté terriblemente contigo —se lamenta —. Te espero abajo, es hora de ir a trabajar, si todavía quieres llevarme —articula abriendo la puerta y desapareciendo de la habitación.
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Leyla.
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Hace tanto que no dormía tan bien, él me hacía sentir tan bien. Su lado protector me enternece, me hace sentir segura y protegida, era extraño, jamás nadie me hizo sentir así, él no se parece en nada a Jeremías, él siempre jugó conmigo y jamás se decidió a dar el siguiente paso, solo salíamos sin compromiso y nos divertíamos, por eso entiendo porque me enamoré de Gael, su personalidad me atrae, pero al estar compenetrada en mí pasado con Jeremías me negaba a reconocerlo.
Y cuando vi lo que hizo por mí, enfrentar y defenderme de mí padre, no pude contenerme más, pero él no lo tomó de la mejor manera y lo entendía, por supuesto que lo hacía. Era una idiota, y aunque ayer me consoló y confrontó a mí padre, hoy lo noto distante y dudoso.
Bajo a desayunar pero me encuentro con Renata realizándolo.
—No hace falta —la detengo —, siéntate yo lo hago, aquí eres mí invitada —le señaló la silla pero ella niega.
—Dejame ayudar —dejo de insistirle porque sé que es imposible y la ayudo a prepararlo.
Gael baja las escalones, cuando lo miro no puedo dejar de escanearlo, trago grueso al ver lo bueno que está y lo bien que se ve con ese traje. Desvío la vista, no es bueno que me vea comiéndolo con la mirada, siempre lo hice es verdad pero desde que descubrí lo que me sucede por él no quiero parecer descarada.
—Buenos días —saluda serio, le respondemos —. Todo se ve delicioso —hace una sonrisa de gratitud sentándose para desayunar, una vez todo puesto en la mesa también nos acomodamos Renata y yo, le sirvo café mientras nosotras tomamos mate. Ella y yo hablamos y reímos recordando mí niñez, ella confiesa que era rebelde e intrépida, Gael hace algunas preguntas riendo también.
Después de desayunar, me levanto para irme, no sé si se sentirá cómodo conmigo compartiendo el mismo espacio. Tomo el bolso para irme, tomaré un un taxi, busco mí móvil y busco en la aplicación un auto.
—¿Qué haces? —cuestiona con voz seria.
—No sé, pensé que sería incómodo para ti llevarme hoy —confieso.
—Vamos yo te llevo —ordena y prefiero su compañía. Caminamos hasta el auto y conduce en silencio, es incómodo la verdad, aunque es recurrente entre nosotros hoy se siente diferente.
Me llaga un mensaje de Arlín, preguntando por cómo estaba y le respondo que hablaremos después. Miró a Gael y lo noto tenso aunque no pregunta nada, pero por su semblante contraído imagino en que piensa.
—Es Arlín —comento poniendo el celular en la guantera.
—¿Pudiste hablar con ella? —pregunta interesado.
—Sí, me contó todo.
—¿Todo? ¿Y cómo lo tomaste? —interroga interesado. Me encojo de hombros, la verdad no quiero hablar con él de eso.
—Puedo decir que quedó todo en el pasado y decidimos olvidar las cosas —llegamos a la empresa y no entiendo porque pero le doy un beso en los labios cómo despedida y al verlo duro mirándome a los ojos me avergüenzo y salgo corriendo.
¡Qué vergüenza pensará que soy una desvergonzada!.
Llego a mí oficina agitado y me encuentro con Jimena ya sentada en su puesto trabajando.
—Hola —saludo apurada enterando a la oficina.
—Hola hay alguien esperando por ti —avisa, seguro es Arlín, no puedo con sus ansiedad, tomo el pomo de la entrando sin mirar cerrado la puerta.
—Que ansiosa eres te… —me quedó muda al ver quién se encuentra sentado en el sillón esperando, trago grueso quedándome congelada, quiero echarlo pero no me salen las palabras, mí padre siempre logra miedo en mí. Él tiene la mejilla inflamada y el labio roto al igual que yo.
—Hola hijita —dice levantándose del sillón aproximándose a mí —. Parece que te olvidaste de guardar nuestro secreto —me tensiono, él siempre que me golpeaba repetía que no debía decirle a nadie, que era un secreto y que si hablaba me iría peor —. Quizás debo recordártelo —Dios no entiendo porque no reacciono, grito y lo detengo, mí cerebro manda señales pero mí cuerpo no responde, estoy estática, solo atino a cerrar los ojos cuando veo la mano de mí padre ser levantada para golpearme, no entiendo cómo puedo enfrentar a todo el mundo menos a él, siendo que me prometí jamás volver dejar que me lastime. Entreabro los ojos cuando escucho que abren la puerta, en ese momento mí cuerpo reacciona y logro alejarme al mismo tiempo que Gael se aproxima a mí padre empujándolo. Mis ojos se llenan de lágrimas y siento que Gael me abraza, tiemblo como una hoja.
—Jimena llama a seguridad y que escolten a este hombre fuera y que restrinjan su entrada aquí —grita.
—Me las pagarás maldita zorra hija de perra —me grita como solía hacerlo, Gael me suelta para acercarse a él dándole un golpe.
—¡Ya cállate viejo! —ordena pero mi papá en vez de callarse ríe con ganas.
—Te denunciaré por daños —grita mí padre.
—Hazlo, pero yo también lo haré, seguro tus hijas también querrán decir algo a la justicia —grita.
—No, no lo harás, no te conviene —dice con ironía.
—Vamos, habla, di lo que tienes que decir —anima Gael entre dientes.
—Bueno ya que insistes… —dice irónico, pero los de seguridad llegan y lo apresan sacándolo del lugar.
Gael me abraza viéndome temblar y Jimena los sigue.
—¿Estás bien? —cuestiona besando la coronilla de la cabeza.
—No —confieso entre lágrimas, me siento una cobarde.
—Vamos a casa —dice.
—No, tú tienes que trabajar —digo entre sus brazos como puedo.
—Estás temblando vamos a casa para que te tranquilices —niego con la cabeza, ya hizo tanto por mí que no quiero darle más problemas.
—En casa está Renata y Guadalupe no quiero que me vean así —eso también era cierto —. Qué te parece si vamos a tu empresa —propongo.
—¿Segura? —interriga.
—Sí, primero le pediré a mí supervisor si me deja retirarme.
—¿Es en serio? —cuestiona —. Soy el dueño por supuesto que te dejo —me había olvidado por completo ese detalle —. Vamos. Le diré a Jimena que se haga cargo de todo.
Una vez todo arreglado nos dirigimos a su empresa, no recuerdo haberla visitado antes, no es tan grande como H&L pero es grande y moderna.
Subimos el ascensor él tomándome de la mano y cuando abre el ascensor la puerta veo a la rubia secretaria de Gael esperando a su jefe.
—Bienvenidos señores Hidalgo —saluda con una sonrisa —. Les digo sus pendientes —mientras caminamos enumera los pendientes y reuniones de Gael, llega a su oficina, entra y continúa con su labor, una vez dicho todo sale dejándonos solos.
—¿Cómo sigues? —interroga, no había dicho nada durante el viaje.
—Mejor —articulo.
—Le diré a Kiara que te traiga un té —me molesta que la llamé por su nombre a su secretaria pero no refuto nada. Él le pide el té y ella unos minutos después trae el té y un café para Gael, lo deja y se retira.
—¿Segura que no quieres ir a casa? —pregunta preocupado —. Quedaste muy seria —niego con la cabeza, él toma la taza de la bandeja y se sienta a trabajar. Se concentra en su trabajo, lo veo como hace ese pequeño gesto cuando está muy concentrado viéndose realmente sexy. ¿Cómo puedo pensar en eso después de lo que pasó? Saludo la cabeza y recuesto la cabeza en el espaldar del sillón.
—Gracias —digo mirando al techo.
—Eres mí esposa y haría cualquier cosa por ti —asegura —. Por cierto toma —levanto la cabeza y veo que tiene en la mano mí móvil —, había entrado para dártelo, lo olvidaste en el auto —aclara.
—Si no hubieses entrado…
—Gael —interrumpe la secretaria, sin llamar y pronunciando su nombre de pila como si no fueran secretaria y jefe, frunzo el ceño, ella empieza a hablar con él y él la escucha con gran atención, no me agrada tanta familiaridad. ¿Estoy celosa? Rotundo SÍ, aunque no me agrada dejarlos sólos creo que es lo mejor, no creo lograr controlar los celos que se están formando en mí interior.
No entiendo cómo ahora siento esto si hace unos días atrás no lo sentía. No sé, quizás mí inconsciente está funcionando y recuerda algo.
—Mejor me voy —digo levantándome del asiento apresurada y saliendo de la oficina sin mirarlos.
Llego al ascensor y toco el botón varías veces, como si este gesto haría que el aparato se apurara.
—¿Estás bien? —pregunta confundido Gael a mí lado, se encuentra un poco agitado como si hubiese corrido.
—Sí —expreso cortante volviendo a tocar el botón sin mirarlo. El ascensor llega y me subo a él apresurada, sé que parezco una loca, pero sé bien que me comporto así cuando estoy celosa, toco el botón de planta baja y espero que la puerta se cierre pero para mí sorpresa antes que se cierre Gael entra también —. Te dije que estoy bien —repiro malhumorada.
—No te veo bien pasa algo, tú papá te hizo algo más antes que entrara —me había olvidado completamente de él y porque estaba aquí.
—No —digo cortante.
—Vamos Leyla, dime que te sucede —insiste preocupado, no digo nada para no explotar, me cuestiono a mí misma porque no tengo este sentimiento para con mí padre —. Leyla que te pasa! —exige y es ahí cuando exploto.
—¡Qué quieres que te diga! —grito —, ¡que no me gusta cuando Kira te llama por tu nombre, que no me gusta cuando la llamas así!.
—Se llama Kiara —me corrige.
—Me importa un carajo como se llama —quiero salir de aquí ahora, este maldito ascensor que no se apura.
—Leyla —dice tranquilo —, pensaría que estás celosa —ríe como si fuera una maldita broma. Lo miro ceñuda.
—¡Por supuesto que lo estoy! —espeto cuando se abre la puerta y salgo casi corriendo de allí.




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