Leyla.
Casi salgo corriendo, debo irme a la casa, camino sin mirar atrás, busco un taxi con la mirada y levanto la mano cuando visualizo uno, no traje mí bolsa ni el celular, maldita sea, lo pagaré en casa. No quiero que se burle de mí. ¿Cómo explicarle mí arrebato de celos?. Sé que tarde o temprano tendré que enfrentarlo, para colmo dormimos en la misma habitación, y mientras más pienso más quiero perder la memoria nuevamente, podría hacerme la desentendida, podría argumentar que el shock de la adrenalina por lo que pasó con mí padre me volvió loca y actúe así porque una neurona hizo cortocircuito y ese fue el resultado, bueno no si eso es posible, pero él no lo sabe, y yo tampoco.
Cuando estoy apunto de abrir la puerta del taxi una mano rodea la mía impidiéndolo. Sé perfectamente de quién es, ya sentí su colonia.
—Espera —me pide, yo no emito palabra, me quiero ir, forcejeo y trato de abrir la puerta —. Vamos, yo te llevo.
—No quiero que lo hagas —refuto por fin abriendo la puerta, trato de entrar pero su mano me lo impide.
—Disculpe, ella no viajará, aquí tiene —le da dinero al taxista cerrando la puerta y dejando que se vaya.
—¡Quiero irme! —largo tosca porque tengo mucha vergüenza, él tiene razón, ¿cómo de la noche a la mañana me deja de atraer Jeremías y me gusta él? Parezco una loca histérica. Bueno en mí defensa perdí la memoria. Así que sí, estoy loca.
—¿Por qué te vas así? —¿acaso no escuchó lo que dije?, bueno ahora que el aire de la calle me pega en la cara no es tan fácil repetir que estoy celosa. Miró para abajo porque esto me frustra. Su tacto en mi piel sigue firme, no puedo escapar, mí opción es repetir aunque no quiera la verdad, ya en casa inventaré algo para crear distancia, diré que discutí con él y dormiré con Guadalupe. No entendía porque este hombre me ponía tan nerviosa, además que me hacía todo más difícil, le había dicho que quería una oportunidad y solo veo indiferencia, ¿no era él que quería, que volvamos a ser esposos?.
—Gael —esa maldita voz, afloja su mano y gira para mirarla mientras yo creo que voy a explotar de la rabia, quiero gritarle que es su jefe no su amigo.
—¿Si? —responde como si lo que le dije minutos antes no hubiese existido, porque maldito loco no me dejó ir. Me suelto y antes de que empiecen a hablar me largo de allí, camino apresurada abrazándome a mí misma. Me volví completamente loca, mí lado racional me dice que no puede ser que me encuentre de esta manera cuando según mis reglas y principio es completamente imposible enamorarme de alguien que, según mí memoria, recién conozco. Pero al verme actuar tan irracional ahora entiendo porque cuando lo vi, me enamoré y me casé en tan poco tiempo.
Cuando estoy lo bastante alejada de la empresa de Gael me distiendo, y para relajarme miro un par de tiendas de ropa, no quiero llegar a la casa tan alterada, volver a la empresa no es una opción porque mí celos me carcomen, además seguro preguntarán porque regresé y no quiero contar nada.
—¡Leyla! —Dios esa voz, sigo caminando como si no lo hubiese escuchado —¡Para Leyla! —me detiene tomándome el brazo.
—¡Qué! —digo un poco alterada.
—¿Por qué te fuiste así? —cuestiona, miro alrededor y las personas nos están mirando y cuando él se da cuenta de eso, me lleva al auto.
—Te busqué y no te encontraba —pasa su mano por la cara frustrado —. Me preocupé, pensé que te había pasado algo.
—Estoy bien —repito.
—Te llevo a casa, le diré a Kiara que cancele mis citas de…
—No sabía que a las secretarias se las llamaban por su nombre —espeto ofendida, él me mira frunciendo el ceño —. No me agrada que la llames por su nombre de pila. No sé cómo era durante nuestro matrimonio, pero la Leyla que yo recuerdo es posesiva con lo que le pertenece —digo sin poder parar de hablar —. Sí tienes algo con ella solo dímelo y me voy de la casa, yo no voy… —las palabras quedan suspendidas en el aire cuando me calla dándome un beso, y no sé que se apodera de mí pero lo atraigo con posesividad y lo profundizo, nuestros labios chocan con tanta intensidad que pareciera que se quisieran devorar, hacemos una tan perfecta sincronización como si siempre lo hubiésemos hecho, y por supuesto que lo hicimos solo que no lo recuerdo, pero esa vehemencia me descontrola y me hace sentir en mí hogar, me enciende, es como si mí cuerpo reaccionara a su simple toque, como si recordara, y es tan receptivo que me dejó llevar.
—Leyla —dice entre mis labios —, no tengo nada con mí secretaria, ni con nadie, yo te amo y te respeto —esa simples palabras hacen que nuevamente me apodere de su labios y me quiera fundir en él.
—Necesito —digo entre sus labios —, necesito ir ahora a casa —digo sin dejar de besarlo, él se separa de mí y me mira confundido.
—¿Estás segura?. No quiero que te sientas obligada, que después te arrepientas y que…
—Shshsh Gael, si no quieres que lo hagamos aquí necesito ir a casa —este hombre no entiendo cómo me pone.
.
Gael.
.
Me quedo en shock, es como si estuviera viendo a la anterior Leyla, ella era espontánea, celosa y directa, no es que sea una tóxica pero si solía reaccionar así cuando se sentía insegura, y si mí objetivo es reconquistarla debo aprovechar lo que me da, no hablo solo de sexo, pero si ella me está proponiendo esto, es porque de verdad lo desea.
Me dejo llevar.
No sé cómo llegamos a la casa, pero apenas cierro la puerta y dejo las llaves, me pega a la pared uniendo sus labios a los mío tan intensa como solía ser, como puedo le voy quitando la chaqueta, la acerco a mí recorriendo su cuerpo. Extrañaba como un loco estos arrebatos. Es como tener la Leyla de antes del accidente, la que me amaba y me deseaba.
—Disculpe se… —nos separamos como dos adolescentes que fueron descubiertos por sus padres —, n-no-no sa-bía si si eran ustedes dos —se excusa por fin Carlota y sale apresurada del lugar. Qué vergüenza, nos olvidamos por completo de las personas con las cuales convivimos, igualmente no es como si anteriormente no haya sabido que lo hacíamos a cualquier hora y en cualquier lugar, pero creo que se desacostumbró.
—¡Qué vergüenza! —dice Leyla tapándose la risa con la boca —. Ahora entiendo porque hay tantas puertas —era cierto, cuando regresó del hospital y pregunto por ellas no quise incomodarla al explicarle el porqué —. Vamos rápido a la habitación —propone, cuando pasamos por la cocina no hay rastros de Carlota, subimos rápido las escaleras y apenas cerramos la puerta une sus labios con los míos y apresurados nos quitamos la ropa entregándonos como hace mucho no lo hacíamos.
Mientras ella duerme sobre mí pecho, contemplo su rostro, es irreal que después de todo ella este aquí conmigo, que se haya entregado a mí como lo hacía antes, que hasta parece la misma Leyla, es como si el accidente no hubiera pasado. Solo espero no estar soñando.
—Disculpa —dice abriendo los ojos —, no sé porqué actué así —no descifro sus palabras.
—¿Te refieres a nosotros? —interrogo señalando a ambos.
—No, esto lo vengo pensando desde que salí del hospital —sonríe acomodándose en mí pecho —. A lo que me refiero es a ponerme así de celosa, no voy a mentir que no suelo reaccionar así, bueno, la Leyla que recuerdo reaccionaba así… —no iba a reconocer que era cuando se sentía insegura —, no sé la Leyla que tú recuerdas.
—Sí, no has cambiado nada —esconde su cara en mí pecho avergonzada.
—A lo que me refiero es a tu secretaria… —explica levanta su rostro para mirarme a los ojos.
—¿Crees que conociéndote hubiese permitido que con mí secretaria nos llamemos así sin haber hablado contigo previamente? —por supuesto que tuvimos esa conversación —. Tú sabías que estoy completamente enamorado de ti y ellas de su esposo. No tienes porqué preocuparte, pero si quieres le aclaro cómo debemos dirigirnos de ahora en adelante.
—No, está bien —suena mí celular y atiendo.
—Gael —cuando escucha eso rueda los ojos, quiero reír pero no lo hago—, necesito que regreses a la oficina, hay un asunto de suma importancia que requiere tu atención.
—Ahora voy —corto la llamada —. Debo irme, si me llamó es porque es urgente —Leyla pone cara de fastidio y para que su cabeza no siga maquinando cosas que no son —, ¿quieres acompañarme? —la invito.
—Bueno —se levanta de la cama y empieza a cambiarse.