Recuérdame.

Capitulo 29 La verdad.

Leyla.

—¡Leyla! —la voz de reproche de Arlin me saca de mis pensamientos —, quita esa maldita cara de boba —ordena molesta.

—¿Qué cara de boba? —me defiendo ante su acusación.

Estamos en la hora de descanso en el bufet de la empresa almorzando juntas, últimamente lo hacíamos aquí, ya no íbamos al restaurante.

—¿Cómo cuál? —se burla—, estás sonrojada, te acaricias el labio, sonríes, te muerdes el labio inferior, estás en las nubes, es como si anoche hubieses tenido sex… —sus palabras quedan suspendidas en el aire, resopla cuando nota que atinó, pone cara de fastidio y niega con la cabeza poniendo un bocado más de comida en su boca.

Era cierto, estaba recordando estás últimos meses de pasión con Gael, especialmente lo que sucedió anoche en nuestra habitación, cada día que pasa lo hace todo más especial, la manera en cómo me trata, sus besos, la forma en que me toca, como si no quisiera romperme y a la vez todo es tan intenso y, apasionado.

—Sí, de hecho, tuve exelente sexo anoche —confieso, ella levanta la mano para que no siga hablando.

—No quiero saber —rueda los ojos manteniendo su misma expresión y apoya la espalda en el respaldo de la silla mirando hacia otro lado.

—Desde cuando no quieres saber, antes pedías todos los detalles —le recuerdo.

—Desde que dejamos de ser amigas, hace cuatro años —su comentario me hace sentir mal, debido a que nos separamos por mi culpa, no sé qué gesto habré hecho que hace que ella tome mi mano y la aprieta, cuando la miro a la cara tienen una expresión de arrepentimiento —. Lo siento —se disculpa con sinceridad.

—No importa, después de todo es mi culpa —me lamento metiendo un bocado a la boca.

—Que descaro lo de tus padres, ¿no? —suelta después de unos largos minutos de silencio, la miro desconcertada —. ¿Cómo, Gael no te dijo nada? —menciona con los ojos grandes poniendo una mano en el pecho, larga un suspiro resignado —. Tus padres presentaron una denuncia contra él, por daños y por unos contratos incumplidos —me quedo sin aire, él no me dijo nada —. ¿Acaso no te lo dijo? —se lamenta, niego apenas moviendo la cabeza —. Hablé con tus padres hace unos días y me comentaron eso, les suplique que no lo hagan, traté de convencerlos de que no podían hacer eso a ustedes, pero no me escucharon —explica con pesar.

Ella siempre tuvo una buena relación con mis padres a pesar del daño que me hicieron a mí, es más, creo que la prefieren más a ella que a mi.

De pronto siento unas náuseas terribles, y todo lo que ingerí hace segundos regresa por mi garganta, me levanto apresurada y corro al baño más próximo expulsando todo el contenido hasta que mi estómago queda vacío.

No puedo creer lo que hicieron mis padres, pero está vez no me quedaré con los brazos cruzados, también hablaré y presentaré cargos contra ellos y expondré las pruebas que tengo hace años en sus contra, aunque es vergonzoso para mi, lo haré, me cansé de sus manipulaciones. Sé que lo hacen porque no creen que me atreva a contraatacar, por fin sacaré a la luz años de maltrato físicos y psicológico. Por otro lado, ¿por qué Gael no me lo dijo?, ¿por qué sigue guardando secretos después que prometimos no hacerlo? Aunque un poco me molesta sé que es por mi bien.

Salgo de los sanitarios y me dirijo a la oficina para buscar mis cosas, tengo que ir a hablar con él, pero antes debo hacer algo que hace días me está inquietando.

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Gael

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—Gael —interrumpe Kiara mi trabajo —, desde recepción me informan que tu suegro, el señor Eduardo Clark, quiere hablar contigo —espera mi respuesta sosteniendo el pomo de la puerta.

—No entiendo qué hace aquí, ese hombre tiene prohibida la entrada —le recuerdo, no entiendo porque no lo echaron.

—Lo sé y por eso no lo dejan subir, pero él asevera que te conviene atenderlo.

—¡Qué seguridad lo saqué! —ordeno molesto, ella se retira para informar mi decisión mientras sigo trabajando, a los pocos segundos regresa.

—Gael, dice que vino por unas denuncias en tu contra, que te conviene que lo atiendas.

¿Denuncias? Ese viejo. Sabía que no se iba a quedar con los brazos cruzados, es un maldito, seguro que vino a querer manipularme. Pienso unos segundos, es mejor atenderlo.

—Diles, que lo dejen pasar —ella asiente y se retira. Guardo el informe en la computadora, y me levanto de la silla, tomo agua y trato de relajarme, su sola presencia me irrita, no quiero recordar que le hizo Leyla.

Esto se pondrá intenso, estoy seguro que vino a negociar, o mejor dicho a chantajear y cuando lo veo entrar con esa sonrisa arrogante mis sospechas se confirman.

—Hola querido yerno —saluda sarcástico, bufo.

—Que quieres —muevo la mano para que diga lo que vino a decir, quiero que su visita sea rápida.

—Me gustaría tomar un café, gracias —toma asiento como si nada, se pone cómodo mientras acomoda su saco. Ruedo los ojos, accederé a lo que me pide, de lo contrario se quedará más tiempo.

—Kiara trae un café por favor —le informó a mi secretaria, y tomó asiento enfrente suyo, entrelazo mis dedos —. Ahora sí, a lo que viniste. Qué es eso de una denuncia —saca unos papeles de su portafolio con tanta tranquilidad que me exaspera y me los entrega.

—Todavía no la realicé, primero quiero hablar con mi querido yerno —ruedo los ojos con fastidio —, y llegar a un acuerdo —sonríe con satisfacción.

Abro el contrato que firmamos y leo el contrato con detenimiento, allí hay una cláusula que por supuesto remarcó, que estipula que si no cumplo con mi parte, debo pagar una suma de dinero, bastante alta por ciento, pero no me importa, prefiero hacerlo y no verle más la cara a este viejo, no quiero tener más trato con él.

—No entiendo porque me lo muestras a mi, deberías hablar con mis abogados —respondo tirando la carpeta en el escritorio.

—Porque llegaremos a un trato más rápido si lo hablamos entre nosotros —se apoya en el respaldo de la silla —. No quiero rescindir el contrato —su voz es más firme y su sonrisa desaparece —, quiero seguir trabajando con tu empresa. A nosotros nos conviene seguir trabajando contigo, es más rentable y estamos a la vanguardia. No te conviene entrar en un juicio y tener que indemnizarnos, seguir trabajando es beneficioso para ambas empresas, cancelar este trato no le conviene a nadie—lo dice con tanta calma que me exaspera, como si fuera un simple trato, como si no hubiese llegado a esa decisión por su culpa.




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