Gael.
Salgo de la empresa corriendo y no la veo por ningún lado, es como si la tierra se la hubiese tragado. Mientras conduzco pienso en los lugares posibles en dónde puede encontrarse, la empresa, nuestra casa y… Arlin. Me dirijo a casa primero porque seguro buscará sus cosas antes.
Mientras doble en una esquina regresa a mi mente el episodio más fatídico de mi vida, ese día, el día que Leyla tuvo el accidente.
Eduardo me había estado presionando para realizar nuevos negocios juntos, yo no quería tener más tratos comerciales con él, es más quería terminar los que ya teníamos, veía como Leyla se tensaba cuando escasas veces nos reuníamos y le mencionaba el nombre de su padre. Él me había estado chantajeando con decirle a Leyla la verdad de nuestra unión.
Era cierto, era un maldito egoísta, había intentado decirle la verdad pero después simplemente había desistido, sobre todo cuando Leyla contaba con tanto desprecio como su padre, años anteriores, quería utilizarla para sacar ganancias, como quería venderla a un millonario, solo para obtener ganancias económicas, cómo despreciaba al hombre en cuestión sin siquiera conocerlo, simplemente por acceder a un negocio.
Pero ahora con la extorsión de este hombre debía hacerlo. Debía confesarle toda la verdad.
Aunque no todo lo que Eduardo le confesó a Leyla era cierto.
Él con mi padre en un principio habían arreglado el trato sin consultarme, y cuando tiempo después me lo confesaron, por supuesto me negué, así no se debían darse las cosas, uno solo debería casarse con alguien que ame, eso fue con lo único que no estuve en acuerdo con mi progenitor, y no entendía porqué con algo tan íntimo, tan personal quería intervenir, cuando jamás había hecho algo así, es más, jamás se había metido en mis anteriores relaciones, en mi vida. Por supuesto se lo manifesté, tampoco entendía por qué se empeñaba en realizar tratos con este hombre, que a simple vista se notaba que no tenía escrúpulos. Ofrecer a su propia hija por obtener beneficios financieros, era asqueroso.
En una de esas visitas, mi suegro me había mostrado una foto de su hija. Pero para eses entonces Leyla era apenas una adolecente, jamás me fijaría en una niña.
Tiempo después me enteré por parte de mi padre que la chica había huido, y no le di importancia, es más lo agradecía, el contrato se cancelaría por incumplimiento de una parte, pero mi padre no exigió ningún reembolso, lo sentí como un alivio. Me sentí feliz, era lo más acertado, me había liberado del problema y podía continuar con mi vida como quisiera.
Fue en ese momento cuando mi padre me contó la verdad de ese contrato. Él empresario, Eduardo Clark era un maldito, resultó que maltrataba de manera física y psicológica a sus hijas, y mi padre quería salvarla, el contrato solo era para eso, le daría al sujeto la cantidad estipulada, y luego desharía cualquier trato comercial, con ese sujeto, liberando a la pobre víctima de su hija, me enteré que la única pauta estipulada por mi padre era que no debía agredirla durante ese periodo, pero por supuesto no respetó. Así que todo había salido beneficioso para ambos.
Juro que no sabía que ella era esa chica, lo supe tiempo después de casarnos.
Teníamos unos meses casados cuando Eduardo se presentó a mi oficina para cuestionarme mi incumplimiento de la parte de mi trato, a lo que me pareció descarado y sin sentido, pero el sujeto saco una foto indicando que la mujer con quién había unido mi vida era su hija. Me acusó de mentiroso puesto que según él sabía que se trataba de ella, y exigió que se cumpliera la parte del trato. Juro que ese día fuí a casa con la tensión de decirle la verdad a Leyla, pero solo comentarle que su padre se había presentado en la oficina se puso muy nerviosa y comenzó a llorar, le expliqué que era un socio y que no debía preocuparse, fué en ese entonces que me enteré de sus terapia, y sus esfuerzos por perdonar a sus padres, y cada vez más se me hacía más difícil decirle la verdad como ya mencioné, y luego solo me resigne, y decidí jamás hacerlo. Jamás imaginé que este hombre me chantajearía para obtener más ganancias, y de lo que un día me resigne saldría a la luz.
Sabía que debía hablar primero, explicarle la verdad antes que lo haga él, y cuente su versión de los hechos que solo traería dolor y destrucción. La verdadera cuestión era: ¿cómo lo haría? ¿Cómo reaccionaría ella? No lo sabía, pero no quería traerle más sufrimiento y mientras más se dilatará sería peor, ya había pasado mucho tiempo, así que era mejor decírselo.
La cité en mi empresa para decirle todo la verdad, pero no contaba que Eduardo llegaría antes sin previa cita y sin siquiera avisar trayendo un proyecto nuevo que por supuesto no quería apoyar.
—Te conviene aceptarlo —dijo con una sonrisa burlona, no era una sugerencia, era una orden.
—Ya te dije que no voy a aceptar ni apoyar ningún proyecto tuyo —tire el folder en el escritorio, él largó una carcajada sin humor, negó con la cabeza chasqueando con la lengua.
—Me parece que no entiendes, es un contrato rentable —insistió borrando su sonrisa de su rostro.
—No me interesa —sentencié.
—No me interesa si te interesa o no, lo firmas y punto —hincó el dedo en el escritorio apretando los dientes. En ese momento entró Leyla furiosa, jamás la había visto así, y menos enfrentar a su padre.
—¡Pero quién te crees que eres para hablarle a mi esposo de esa manera! —gritó.
—No te metas son negocios —quiso callarla.
—No, tu ego es tan grande que crees que puedes exigir y salirte con la tuya siempre, pero no es así, tu reinado tiene límites Eduardo Clark —espetó furiosa, mi suegro en vez de enojarse rió, desconcertando a Leyla.
—Ay, Leyla, Leyla —negó con la cabeza sin quitar su sonrisa arrogante —, siempre me salgo con la tuya sino pregúntale a tu esposo —explico con malicia.
—¿A qué se refiere? —interrogó confundida mirándome a mí, antes de que Eduardo abriera la boca decidí hablar aunque era para lo que la había hecho venir.