Recuérdame.

Capitulo 37 El bebé.

Leyla.
Los días subsiguientes no fueron fáciles, Arlin seguía molesta, me evitaba y cuando quería hablarle me ignoraba, estaba muy molesta conmigo, y un poco de razón tenía, había preferido resguardar a Jimena en vez de a ella.

Había decidido por fin hablar con Gael del embarazo, era hora que lo supiese, pero cuando fui a su oficina, su secretaria me informó que se había ido de viaje, no me lo había mencionado, no es que debería hacerlo, no después que le había dejado claro que no quería hablar con él, pero era su esposa, me lo hubiera mencionado por cortesía. Otra vez mis hormonas revolucionadas sin saber cómo sentirme.

Lo extrañaba demasiado aunque no quería, si bien no vivía con él, verlo todos los días en la empresa me hacía no extrañarlo tanto, no era ajeno para mí como él pensaba. Todo este tiempo separados él trataba de acercarse, buscaba cualquier excusa para verme, aparecia en mi oficina con cualquier pretexto, almorzaba en la cafetería cerca de la mesa donde yo me hallaba solo para verme, enviaba a Carlota con alimentos y para asegurarse que me encontraba bien, todas sus atenciones hacían que todas mis barreras cayeran una por una, él no me obligaba a nada, solo con su presencia y sus atenciones, su mirada y su sonrisa hacían que mi obstinado corazón se ablandará. Estaba respetando mis tiempos.

Tengo en mis manos la ecografía que me hice ese día, no puedo dejar de mirarla y haceme miles de preguntas. ¿Será una buena madre? ¿Podré protegerlo de todo aquel que quiera hacerle daño? ¿Le haré daño de alguna manera como mi padre lo hizo conmigo? Estoy segura que Gael me ayudaría a encontrar el rumbo correcto, a cuidar y protegerlo, ser mi guía para llegar hacer lo que nunca tuve y siempre deseé, ser una buena madre. También regresa a mi cabeza las palabras de Jimena, el bebé puede crecer con padres separados, puede tener una madrastra, con solo pensar que Gael puede estar con otra mujer siento una punzada atravesar mí corazón. Él no puede estar con nadie más que conmigo.

—¿Qué te parece si vamos a comer? —pensando en Gael no me había dado cuenta que había llegado la hora del almuerzo. Podía aceptar la invitación de Jimena puesto que Arlin tenía unas diligencias que hacer y no estaría en el comedor, no quería más conflicto.

—Claro, tengo mucho apetito, pero primero debo ir al tocador —hice mis necesidades, me higienice y salí regresé a la oficina a buscar mi bolso.

—Tengo un regalo para tí —Jimena con una sonrisa enorme me extendió una bolsa de regalo.

—Gracias —la tomé y abrí, dentro había un enterito amarillo con unas pequeñas medias blancas.

—Como todavía no sabemos si es niño o niño —se encogió de hombros —, creo que esa es la mejor opción —me acerque a ella y la abracé, era el primer regalo para mí bebé.

—Es hermoso —logré articular conteniendo las lágrimas. Así me encontraba con mis emociones en un subibaja, podría estar feliz y los segundos llorar como una Magdalena, Jimena ya me había visto miles de veces, solo me consolaba.

Busqué mi bolso, metí la cartera y el teléfono, dejé la bolsa sobre el escritorio y fuimos a la cafetería. Le había hecho caso al doctor, mi dieta era saludable, toleraba la mayoría de los alimentos y consumía aquellos que antes me disgustaban, como el yogurt por ejemplo, apenas lo veía o sentía su aroma mis papilas gustativas lo deseaban, que locas son las hormonas, gracias a eso estaba aumentando de peso, había regresado el color a mi piel, también me esforzaba de no estresarme,. por otro lado no podía consumir mate, lo extrañaba pero con solo probarlo vomitaba.

—Faltan unos días para mí consulta —solté un poco nerviosa, dándole un voca al yogurt con frutas, todo podía pasar en unas de esas visitas, trataba de no pensar demasiado pero al aproximarse los días no podía dejar de hacerlo, Jimena hizo un gesto al verme.

—Es muy raro verte comer eso —sacudió la cabeza —, pero te ves mucho mejor que antes, regresó el color a tu piel, ya no vomitas y tú alimentación es sana y nutritiva, no te ves tan delgada —me alentó haciendo que deje de preocuparme, me sentía mejor —. Necesitas que te acompañe o ya le…

—No, todavía no hablé con él—exhalé sonoro —, cuando me había decidido a por fin hacerlo se fue de viaje y su secretaria no sabe cuándo regresará —expliqué con tristeza, este último tiempo estuvo pensando, si a mí me dolió su secreto a él también le dolerá que le oculte un hijo, más sabiendo el deseo que él tenía de ser pobre, lo estaba privando de esta etapa del embarazo, si bien mi vientre apenas se notaba, esto no sé iba a repetir.

—Tranquila —toma mi mano —, yo iré contigo —se ofreció.

—Gracias, no quiero ir sola —solté un suspiro de alivio —. Espera —la miré entrecerrando los ojos —, me acompañas por mí o por el médico guapo que te dio el número.

—Ja ja ja —largó irónica —, muy graciosa —sabía que le gustaba pero no quería admitirlo, la vi observando el papel que contenía el número varias veces, cuan mal la había dejado Jeremías, solo supe lo básico de esa relación —. No entiendo como Arlin no se ha dado cuenta todavía —cambió de tema

—Ella está muy molesta y me evita, ni siquiera me mira, además la ropa que uso disimula muy bien —la hora del almuerzo pasó rápido, y debíamos regresar al trabajo. Otra síntoma del embarazo es el extremo cansancio, tenía sueño todo el tiempo, sobre todo después de comer, a veces Jimena me encontraba durmiendo, que vergonzosa escena.

Caminamos de regreso a la oficina, Jimena entró al sanitario que quedaba a unos pasos, mientras seguí a mi destino, me extrañó ver la puerta de la oficina entreabierta, pero quizás alguien había venido a dejar algo. Entre y di un respingo cuando encuentro a Gael sentado en mi silla, su expresión es seria e inexpresiva, era como si me estuviera esperando. No sabía que había regresado de su viaje.

—Hola —articulé de apanas por la sorpresa.

—¿Qué es esto? —interrogó levantando con una mano la ropita que Jimena me había regalado hace un momento —, y esto —exige mostrando la otra mano un papel del escritorio, es la ecografía que me había olvidado de guardar, sentí un frío recorrerme por la espalda, no quería que se enterara así, no cuando parecía que se lo estaba ocultando, si bien al principio fue mi primer pensamiento ya no me parecía lo correcto. Al ver que me quedé muda continuó —. Porque aquí dice Leyla Clark… —miró de nuevo el papel buscando algo —, una gestación de 10 semanas —su mirada se desvío a mí, es dura y con mucha ira —. ¡Porque me lo ocultaste! —exigió entre dientes.




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