Recuérdame.

Capitulo 46 Hormonas.

Leyla.

Vieron cuando una piensa que las cosas suceden de cierta forma y después resulta totalmente diferente. Bueno, eso no me pasó a mí, porque no me ayudó para nada que Gael me traiga el desayuno a la cama todas las mañanas, no me ayudó que deje su aroma masculino mezclada con su colonia impregnada en la habitación cada vez que se baña, no me ayudó verlo sudado después de hacer ejercicio, no me ayudó que se preocupe tanto por mí.

Juro que quiero llorar.

Solo serán por dos semanas, me recordaba para mantener mi libido a raya.

Estoy frustrada.

Estoy es una maldita tortura.

Es una venganza por el tiempo que lo ignoré cuando perdí la memoria, no lo hace a propósito pero se siente así.

No puedo evitar estar malhumorada, mis hormonas hacen que cambie de un estado a otro en cuestión de segundos, en un momento estoy feliz, luego lloro, luego me río, es un subibaja de emociones, lo único que no cambió es mi deseo por él, no cambió las ganas de desvestirlo, no cambió la ganas que se sumerja en mí.

Por eso decidimos luego de una semana que lo más sano para esta relación es, que se vaya a trabajar, no verlo es lo más sano para mí salud física y mental.

Los chicos de seguridad me cuidaran, ellos no eran una tentación para mí. Gael libera feromona que me resultaba difícil ignorar, provocando que quiera lanzarmele encima.

¿Por qué no tendré antojos normales?, como chocolate o un embutido.

Quiero, juro que quiero contenerme, pero no lo logro. No sé si es por la recuperación de memoria pero todos los recuerdos regresaron, recordando todos los buenos momentos, y era mejor no recordar los malos, porque todos esos terminaban con sexo de reconciliación.

Lo positivo de todo era que no sabíamos nada de Arlin, era como si la tierra se la hubiera tragado, ni siquiera su liquidación pasó a retirar por la empresa.

Los días subsiguientes me sentí muy bien, estaba tranquila sin estrés y sin la presión de recuperar la memoria, en ningún momento me dolió la cabeza, no tenía que tomar, no hacía mucho porque Gael lo había prohibido, y no recogiste por qué esa era la orden del doctor, pero había retomado ciertas cosas que tenía abandonada, por ejemplo mis plantas, si bien había un jardinero para el trabajo pesado pero de lo demás me encargaba yo, necesitaba hacer algo para distraerme y que mis hormonas no se revolucionarán.

.

Me estaba probando ropa y ya casi ninguna me quedaba, parecía una ballena con patas, y ahí estaba de nuevo mis cambios de humor, porque obvio mi cuerpo iba a cambiar, pero me sentía tan horrible, ya no tenía cintura, mis caderas se habían ensanchados y tenía los pies hinchados.

Viendo mi reflejo en el espejo de cuerpo entero es que no me gustaba nada mi aspecto, estaba embarazada lo sé, pero me sentía horrible, y el hecho de que Gael no me había tocado en semanas lo hacía sentir peor, y aunque sabía el verdadero motivo, mi cerebro no dejaba de sentirse así.

Malditas hormonas.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, me encontraba en bragas sin sostén después de haberme dado una ducha, buscando algo decente para ponerme, pero no lo encontraba, debía ir urgente a comprar ropa.

No me malinterprete, estaba feliz por la llegada del bebé, pero mi cuerpo estaba revolucionado por lo ya mencionado.

—¿Qué sucede? —interrogó Gael ceñudo muy preocupado aproximándose a mí, girando para analizarme, recién había llegado de la empresa.

—Nada —logré decir con la voz entrecortada.

—Amor, cómo nada, estás llorando —sus ojos estaban clavados en los míos, me miraba con tanta intensidad que bajé la vista —. Vamos nena que pasa —me levantó la barbilla con un dedo para que lo mire.

—So-lo me si-en-to ho-rri-ble —logre soltar comenzando a llorar, él largo una exhalación aliviado y me abrazó.

—Me asustaste, pensé que había sucedido algo malo —me indigné, por supuesto que era algo grave, me alejé caminando varios pasos, tomé la bata que estaba sobre la cama y me cubrí.

—Es algo malo Gael, estoy hecha una vaca, mi cintura desapareció, y nada de lo que me pongo me queda bien, estoy horrible —expliqué frustrada, limpié con una mano las lágrimas que no dejaron de salir.

—Disculpame —articuló seriamente —. No eres horrible. Es más, para mí eres la embarazada más hermosa del planeta.

—Solo mírame —señalé frustrada al borde del colapso.

—Te miró, creeme que te miro, más de lo que piensas —dijo en voz baja.

—Solo lo dices para no hacerme sentir mal —me crucé de brazos como si esto haría que mi vientre desapareciera.

—Jamás te mentiría —dio unos pasos hacia mí sin quitarme la mirada, se agachó y apoyó sus labios en mi vientre —. Si solo te vieras con mis ojos sabrías que eres perfecta y más aun teniendo dentro de ti a nuestro hijo creciendo dentro de ti —su voz se amortiguaba en la tela de la bata.

—Ni siquiera me besas —reclamé frustrada, tenía muchas atenciones conmigo pero mantenía la distancia. Sonrió. Yo me molestaba por todo y él no se enojaba por nada, siempre mantenía la calma en todo, así era él.

—Amor, te deseo, no sabes cuánto lo hago pero sabes que esto es lo mejor —explicó con paciencia como un maestro de kinder —, además, lo hago porque tú me lo pediste, me dijiste muy claramente que no te tocará, que era una tentación y lo enfatizaste cuando me tiraste muy furiosa la almohada en la cara y me echaste de la habitación —explicó con calma, me desinfle porque había sucedido tal cómo él lo narró.

—Estoy loca , ¿no? —me tapé la cara con ambas manos, él se incorporó y me envolvió entre sus brazos.

—No, por supuesto que no, solo son las hormonas apoderándose de ti y luchando, ya pasará ya verás. Y en cuanto a la ropa si quieres mañana después de la consulta vamos a algunas tiendas —ya habían pasado las dos semanas que el doctor había recetado, por fin, parecían años. Todo este tiempo había permanecido en la casa, pero debía comprar ropa futura mamá.




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