Recuérdame.

Capitulo 47 Visita inesperada.

Gael.

Lo peor ya había pasado, sus hormonas se habían normalizado, haciendo que su humor sea el de siempre, volvió a ser la misma Leyla.
Ella se encontraba mejor y su vientre abultado de siete meses la hacía ver más hermosa que nunca, si bien había tareas que no podía realizar, como por ejemplo atarse los cordones de las zapatillas, esto no era motivo de llanto, es más la lucía con orgullo. Los controles aunque rigurosos eran alentadores y los dos estaban bien.
Por el momento el bebé no dejaba verse, y no sabíamos el sexo, así que la habitación seguía tal y como al principio, con colores neutros.

Unas pataditas en mi espalda hacen que despierte, estoy de espaldas a Leyla y al parecer ella tiene apoyado su vientre en ella, haciendo que el bebé golpeé, ha estado muy activo últimamente, me doy vuelta en la cama y miro a mi esposa, todavía se encuentra dormida, tiene el cabello revuelto y los labios entreabiertos, está muy pegada a mí como si temiera que me vaya mientras mi cuerpo se halla al borde de la cama, luchando para no caerme, por lo general cuando se mueve mucho es porque tiene hambre, me extraña que Leyla no se haya despertado.
Me remuevo para levantarme pero un brazo rodea mi cintura atrayéndome a ella.

—¿A dónde vas? —susurra con su voz pastosa, pegándole más a mi si se puede, haciendo que sea imposible abandonar la cama.

—Iré a preparar el desayuno —respondo pero ella no afloja su agarre.

—No, un ratito más —se acomoda mejor en mi pecho aferrándose más a mí, mi hijo en su vientre ahora golpea mi abdomen, me muevo un poco haciendo que entreabra los ojos para mirarme.

—¿Qué hacés? —se queja.

—Solo lucho para no caer, estoy en la orilla —aclaro tratando de no caer de la cama.

—Si no tratarás de huir todo el tiempo de mí, no estarías al borde —me reprende sin moverse un centímetro.

—Te ocupas toda la cama —le recuerdo.

—Es lo suficientemente amplia para los dos, si solo te quedarás quieto no tendrías ese problema —me reprende.

—Amor, a veces tengo calor —menciono.

—Prende el aire acondicionado —advierte sin un ápice de remordimiento.

—Estamos en invierno —le recuerdo.

—Quita una frazada —largo una carcajada haciendo que me mire —. Cuando el bebé nazca estaré más en su cuarto que en el nuestro, solo quiero estar contigo —resopla aflojando el agarre.

—No voy a permitir que ese niño nos separe —recoconozco quitando un poco de cabello del cuello.

—Ese niño será tu hijo también y conociéndote bien los dos se aliaran en mi contra, porque estoy segura que será una niña. Te perderé —largo otra carcajadas.

—Tú siempre serás mi reina —aseguro.

—¿Lo prometes? —hace puchero.

—Lo prometo —me remuevo —. Iré a preparar el desayuno —beso su frente.

—Ok —dijo sin soltarme.

—Si no me sueltas no podré hacerlo —aclaro acariciándole el brazo.

—Un ratito más —me abraza fundiéndose en mi pecho. Aspiro su fragancia a Jazmin y citrus, es realmente relajante y quisiera seguir así pero hay cosas que debemos hacer. Su cuerpo poco a poco se va relajando y su respiración se vuelve acompasada.

—Amor —susurro después de un rato, ella se había vuelto a dormir, había estado muy cansada últimamente, no duerme correctamente, se levantó muchas veces de noche, el vientre le pesa y da varias vueltas en la cama para encontrar la posición adecuada, varías veces la he sentido aunque trata de no despertarme, la he hallado en el cuarto del bebé varias veces para no molestarme este último mes y eso que faltan dos meses más, no sé cómo la tratarán los subsiguientes.

Me levanto lo más despacio posible para no despertarla y por fin lo logro, y decido asearme en el baño de abajo para no hacer ruido y que ella pueda descansar.

Hoy es sábado Carlota no vendrá a ayudarnos. Preparo el desayuno para ambos y subo las escaleras con una bandeja, cuando entro a la habitación no la encuentro en la cama, dejo la bandeja sobre una mesita, es raro no escuchar ruido de ducha, pero cuando estoy por ver dentro del baño ella sale de él, su cuerpo envuelto en una bata y una toalla en la cabeza sujetandole el cabello.

—Muero de hambre —camina mirando la bandeja de desayuno. Desayunamos hablando y riendo. Ella devorando la comida es el mejor espectáculo que podría ver.

El timbre suena una vez y nos miramos preguntándonos quién podrá ser puesto que no esperamos a nadie. El timbre vuelve a sonar sin parar y decidimos cambiarnos para atender a los impacientes. Cómo hoy habíamos planeado salir, decidimos darle día libre a los guardias, de lo contrario ya sabríamos de quién se trata.
Bajo primero y decido abrir la puerta, grave error, porque apenas lo hago los padres de Leyla entran sin saludar y sin siquiera haberlos invitados.

—Buenos días —digo sarcástico negando con la cabeza, no entiendo qué hacen en mi casa, había dejado las cosas claras la última vez. Cuando giro Leyla se encontraba en la mitad de las escaleras estática mirándome fijo no entendiendo nada, yo tampoco entiendo qué hacen aquí. Ellos cuando la ven se quedan duros, aprovecho su distracción para aproximarme a mi esposa.

—No sabía que estabas embarazada —articula su madre perpleja mirando su vientre abultado, el padre en cambio no muestra ningún asombro, señal que sí lo sabía.

—Hace siete meses —dice muy fría mi esposa —. ¿De verdad ni siquiera te preocupaste pen retomar el trato con Guadalupe? —su hermana por supuesto lo sabía y nos había visitado en varias ocasiones, estaba feliz por la noticia.

—No hemos hablado —confiesa.

—!A qué vinieron! —advierte con voz gélida directo al punto.

—Podrías ofrecer algo para beber a tus invitados —señala molesto su padre.

—No son mis invitados, creo que lo deje muy claro la última vez que nos vimos —les recuerda Leyla.

—Vengo en paz —aclara su padre, no le creo nada, se los nota molestos, por algo trajo consigo a la madre de Leyla.




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