Gael.
Desde ese fatídico día, habían pasado cinco días, los tres primeros después de esa crisis la indujeron al coma, no querían que su cerebro se dañara con otras convulsiones, poco a poco le iban quitando la medicación, pero no despertaba aún, Leyla seguía igual.
En cambio la pequeña era la única quien poco a poco se recuperaba, el segundo día de intervención le quitaron el respirador y al tercer día empezó a comer sola. Había bajado de peso, algo que al principio preocupo mucho, pero hoy al quinto día, estaba estable, iba a verla dos veces al día y le hablaba de su mamá, acariciaba su manito, y se había puesto muy llorona, ya la podía estrechar entré mis brazos y cuando se apoyaba a mi pecho y le hablaba se calmaba.
El doctor dijo que cuando su peso sea el idóneo ya la podría llevar a casa.
No quería irme sin Leyla, quería que mi familia estuviera junta.
No le había puesto nombre aún a nuestra hija, quería que lo decidiéramos juntos, habíamos pensado en algunos pero ninguno en concreto.
Fue aterrador ver a Leyla en ese estado, sentí que me iba junto con ella, ni siquiera quería hacerme la idea de quedarme solo, pero, ¿y sí moría? ¿Cómo cuidaría de nuestra bebé?. Ella necesita a su madre, y yo necesito a mi esposa, no podía hacer esto solo, Leyla era mi ancla, mi norte, mi oasis.
Si bien yo quedé huérfano, ya era un adulto cuando eso sucedió, y mis padres fueron vital en mi infancia, fueron cariñosos, consejeros y un pilar para mí. Mientras mi padre trabajaba, mi madre era cariñosa y paciente, jugaba conmigo, ella misma era quien me llevaba y traía de la escuela, me ayudaba hacer mi tarea, aunque teníamos personal para eso, ella era la que se ocupaba de mí, dónde sea que fuera yo lo hacía con ella, fue fundamental en mi vida. Y en cuanto a mi padre si bien era un poco más firme en su disciplina, me enseñó y cuidó, era cariñoso y pasábamos mucho tiempo juntos, me enseñó todo lo que sé.
Mi hija necesita a ambos padres.
—Gael, es hora que vayas a descansar —ordena Guadalupe, desde que se enteró regresó instalándose en el hospital, me había hecho compañía los últimos días, había visto a su sobrina y aunque estaba feliz, estaba muy angustiada por su hermana, pero al verme tan destrozado trataba de aparentar fortaleza. Y en cuanto a Carlota y Renata, ellas al ser mayores no podían permanecer tanto tiempo en la incómoda sala de espera, se encargaban de traernos alimentos y visitaban a Leyla y la niña en el horario de visita. Jimena y Kiara también venían todos los días a vernos. Jimena se quedaba siempre que podía.
No me había movido del hospital, solo lo hacía para darme un baño y cambiarme de ropa, no quería quedarme solo en la casa, se sentía vacía y sofocante, no quería estar allí mientras mis dos mujeres estaban en el hospital.
—No insistas Guadalupe, no lo haré —dije sin moverme.
—Hace días que duermes en ese sillón duro e incómodo, estás contracturado, las ojeras te llegan hasta el suelo, prometo que ni bien haya una novedad te llamaré.
—No puedo —negué —. Y no me reclames puesto que tú haces lo mismo. Lo único que haces es trabajar y estar en el hospital, solo has pisado tu casa para darte una ducha.
—Ella es mi hermana, no podría.
—Yo tampoco así que por favor no insista —repliqué.
—Eres un buen esposo Gael, mi hermana tiene suerte de tenerte.
—Yo tengo suerte de tenerla a ella.
—Gael —la voz de Hugo llama nuestra atención, me levanto y voy a su encuentro, él se había hecho cargo de mi empresa, venía hasta aquí para saber de mi esposa y para darme el informe, mientras que Lombardi se encargaba de la otra. Era extraño ver a mí amigo tan temprano por aquí, por lo general lo hacía por la noche, trae dos cafés en sus manos, le entrega uno a Jimena y otro a mi, su semblante me preocupó.
—¿Qué sucede Hugo? —abrió y cerró la boca buscando las palabras adecuadas, se lo veía muy preocupado —. Dímelo por favor —insistí y él asintió largando una exhalación.
—Vino la policía a la empresa —me guío hasta los sillones y me hizo sentar junto a él, estaban investigando el intento de asesinato, creen que Arlin no actuaba sola —, hay nuevos informes sobre el caso —haga señas para que continúe —, confirmaron que Arlin no actuaba sola, hay un cómplice —hace una pausa —, resultó que el guardaespaldas que trajo a Leyla ese día era quien informaba a Arlin de todos los movimientos de ustedes, él era su cómplice —largo una exhalación ahogada. No podía ser, la misma seguridad me había traicionado, como pude ser tan descuidado, el maldito era un doble agente. Maldición —. Ella había empezado una relación con el sujeto y lo embaucó. Lo encontraron, ahora se encuentra en la estación de policía siendo procesado. Confesó todo. Lo siento.
—No Puedo creer que haya sido tan descuidado. Todo es mi culpa.
—No lo es Gael, tú confiaste, ¿cómo ibas a saberlo?, la empresa que contrataste era de confianza. Te la habían recomendado. El abogado presentó cargos contra la compañía.
—De qué vale todo eso Hugo, si nada se puede solucionar, no puedo volver el tiempo atrás, ella seguirá tendida en esa cama de hospital inconsciente —había empezado a llorar —. ¿Qué pasará si no despierta? Qué pasará con nosotros, con mi hija y conmigo —mi amigo me abraza y deja que suelte todo. Estoy desesperado, me siento impotente, con las manos atadas. Nunca jamás dejaré que mi trabajo sea más importante que mi familia. En un tiempo lo hice, la primera vez que Leyla salió del hospital, cuando perdió la memoria, me ocupé de las empresas, y ahora me doy cuenta que por más dinero que tengo no puedes comprar un puñado de vida, no puede comprar la felicidad.
—Ella es fuerte, saldrá de esta. Lo hizo una vez y lo volverá hacer —trata de consolarme, asiento, quiero aferrarme a esa esperanza, no puedo hacerme la idea de perderla. Luchará por nuestra hija. Luchará por quedarse conmigo, Leyla no me dejará solo —. La fiscalía quiere que pases por allí, me informó el abogado —asiento, no quiero dejar a Leyla sola pero debo hacer esto.