Leyla.
Había despertado, mi memoria seguía intacta gracias a Dios, pero el accidente y la operación dejaron secuelas.
Hablaba con dificultad, necesitaba rehabilitación para mover mis extremidades, mis movimientos eran torpes y no coordinaba correctamente.
Pero lo que más lamentaba de todo era que no podía dar de amamantar a mi pequeña Alba, había pasado mucho tiempo desde el nacimiento haciendo imposible esa labor, pero me consolaba con verla crecer, y aunque necesitaba ayuda de otros para sostenerla, trataba de tenerla alzada el mayor tiempo posible entre mis brazos, había perdido mucho tiempo y ese tiempo no regresaría ahora solo me quedaba aprovechar al máximo.
Es hermosa, es igual a su padre, mismo color de ojos, mismo cabello.
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A mi padre lo habían enjuiciado, no solo por violencia, que debido a mi estado no pude testificar personalmente contra él, pero mi hermana sí lo hizo. También se lo acusó por fraude y extorsión, por más que quisiera salir no podría, sus influencias no tenían poder, estaría un largo tiempo en la cárcel,
En cuanto a Arlin, ella fue sentenciada y su estadía en prisión también sería largo, si sobrevivía a ella por supuesto. Su madre al enterarse de todo lo que había hecho dejo de visitarla, y vino a disculparse conmigo. Lourdes siempre fue buena madre, nos cuidaba y se preocupaba por nosotras, no entiendo como ella salió con tanto rencor y odio.
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Trabajé mucho y por largo meses para recuperarme, fui disciplinada y me esforcé muchísimo, la única secuela era mi tercer pie, no podía dejar el bastón, por ahora.
—Vamos mi niña —aplaudí cuando Alba trataba de sentarse, su pequeño cuerpito se balanceaba de un lado a otro. Era pequeña aún pero era una luchadora. Estábamos tumbadas en el suelo de la sala, era más fácil para mí jugar con ella. Se subió a mi abdomen y recostó la cabeza en mi pecho, acaricié su cabello con ternura, habíamos estado jugando toda la tarde y ya estaba cansada.
Escuchó los movimientos de las llaves meterse en la cerradura y levantó su cabecita de inmediato, ella sabía que su padre estaba pronto a llegar por eso su renuencia a dormir.
—Pa- pa- pa —articulo feliz moviendo sus manitos para que Gael la levantara.
—Hola mi princesa —tomó a la niña entre sus brazos dándole muchos besos haciendo que ella estallara en carcajadas sonoras —. Ayudemos a mamá a levantarse —dijo Gael.
—No, yo puedo —aseguré dándome la vuelta para hacerlo, fue dificultoso pero lo logré. Me dio un beso en los labios y se sentó en el sillón colocando a la niña en la pierna.
—¿Quieres beber algo, comer? —ofrecí, él negó.
—No te preocupes yo iré —aseguró tratando de levantarse pero lo detuve.
—No, yo iré —me levanté y empecé a caminar sola, sin ayuda de mi tercer pie. Hacía unos días que venía practicando, pero hoy definitivamente lo había dejado y quería sorprenderlo, no correría aún pero era un adelanto.
—¡Leyla… amor! —articuló con los ojos cristalizados —. Estás caminando sola —dijo con orgullo, dejó a la bebé en el suelo dónde hacía minutos estuvimos jugando, caminó hacia mí, me abrazó y levanto haciéndome girar —. Estoy tan orgulloso de ti, eres tan fuerte. Te amo.
—Yo también te amo Gael Hidalgo. Aunque pierda la memoria siempre volveré a ti.