Recuerdas cuando éramos Niños?

PRÓLOGO

Era un día de invierno, muy hermoso, por cierto. Se podía ver el mar, la arena estaba fría, el mar bravo como siempre, ese día estaba quieto, tranquilo, como no queriendo arruinar el momento. A lo lejos dos niños corrían. El niño perseguía a la niña y cuando la alcanzaba, te atrape le decía. La niña sonriente respondía: hiciste trampa, pero aun así te daré la recompensa, un beso.

Era el día más feliz de su vida, jamás la inocencia de dos niños fue tan hermosa. El mar observaba la escena tranquilo, como si pensara, algún día se casarán. Dos niños que empezaban una historia, una vida.

Era hora de armar castillos, no tenían los instrumentos para hacerlos profesionalmente pero aun así se las ingeniaban para realizar su castillo. Su obra de arte parecía no muy buena pero aun así una sonrisa se dibuja en sus rostros. El niño al darse cuenta que su castillo no se veía muy bien quiso no terminarlo, pero la niña, agarro su brazo y le dijo: Tranquilo, no pido que sea el mejor, pero sí que pongas tu máximo esfuerzo, vamos, constrúyeme un castillo, aunque sea de arena. Está bien. Trataré de construirte el mejor castillo, te lo prometo. Y fua, otra recompensa.

Jugaron toda la tarde, corrían por aquí, corrían por allá. Hicieron un pozo, desgraciadamente no tenían baldes de playa para llenarlo con agua de mar el pozo, pero estaban decididos a que su pozo debía tener agua. Buscaron por sus alrededores y encontraron unas botellas de plástico.

- Genial - dijo el niño, esto nos servirá. Cogieron las botellas y fueron al mar. Poco a poco su pozo iba siendo llenado, les tomo mucho tiempo, pero al fin su pozo tenia agua. Claro, la suficiente a menos para que mojaran sus pies.

- No importa igual jugaremos en él-dijeron los dos niños conectando sus pensamientos. Se metieron al pozo, chapoteaban en la escaza agua que habían logrado meter, cuando en una de esas, al niño le entro lodo a la boca.

- Pero, ¿qué haces? Sabes que eso no se come - dijo la niña mientras sonreía.

- No te burles por favor, no es gracioso – sentenció el niño.

- ¿Estás seguro? - dijo ella.

- Bueno quizás un poco - contesto el niño sonrojándose, pero solo un poco.

Los dos se rieron y en ese momento comenzó la guerra de lodo, se divirtieron hasta que poco a poco el sol se ocultaba, dándole paso a la oscura noche.

La noche estaba apuntó de caer, el mar ya empezaba alcanzar el lugar donde estaban, era hora de marcharse. Pero antes de irse, algo era necesario hacer, dibujar sus nombres en la arena.

El niño empezó a dibujar su nombre, la niña también iba hacerlo cuando de repente el mar empezó a embravecerse, todo se ponía oscuro, el niño se desvaneció, la niña desesperada empezó a gritar, no sabía a donde se había el niño ni de dónde venían aquellos sonidos fuertes que escuchaba, eran como golpes de madera.

El mar formó una ola gigante y cuando estaba a punto de atraparla, ella despertó. ¡Nooooooooooo! - dijo. ¡Otra vez! Sus ojos empezaban a formar agua que rápidamente caían por sus mejillas.

Si, otra vez. Otra vez tocaban a la puerta violentamente despertándola de su hermoso sueño. Si, otra vez él llegaba borracho.




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