Recuerdas cuando éramos Niños?

CAPÍTULO: CANTA RUISEÑOR

 

El cielo empezaba a aclararse, ya pronto todos despertarían, la noche oscura seria dejada de lado y el destino de todos empezaría a ser escrito.

“Canta ruiseñor, Canta ruiseñor, Canta Ruiseñor”

Que bien cantas Kate. Ya verás que algún día serás una gran cantante. ¿Tú lo crees madre? Por supuesto niña.

Se escuchó abrirse la puerta de la habitación. Buenos días señoritas, pero que bullangueras se despertaron hoy, no dejan dormir.

- Como dices eso papi, pero si cantamos hermoso.

Ya te he dicho Carmen que no debes mentirle a Kate, que ese ruiseñor en vez de cantar parece que está llorando.

- Eres malo padre- dijo Kate - con una mirada triste.

Kate era una niña de 11 años, con cabello castaño, piel clara como la de su madre, con ojos azules como el mar, y una sonrisa hermosa, en realidad era una niña muy bella.

Su madre era delgada, tenía casi 32 años, pero se veía muy joven. Sus ojos idénticos a los de Kate, y como no, su hija los había heredado de ella.

Su padre un buen hombre, de 35 años, de piel trigueña, ojos marrones, de un carácter gentil, pero de esas personas que es mejor no hacerlas enojar, de las que es mejor alejarse cuando están enojadas. Casi siempre andaba alegre, pues en los aproximadamente 11 años que tenía Kate, era muy pocas las veces en las que lo había visto llorar.

Él era muy gracioso, lo cual Katherine había heredado de su padre, su madre por su parte era la más sensata del grupo, el sentido común de la familia como dirían algunos. Era una gran familia, pequeña, pero buena. Sí, muy buena.

- Bueno señoritas, a preparar el desayuno.

La mesa estuvo lista, desayunaron. Apresúrate Katherine recuerda que hoy iremos al lago. Deberas papá- dijo Kate. Mañana tristemente empiezan las clases.

Se alistaron y salieron.

Colocaron el almuerzo y todo lo necesario para el paseo en la maletera. El padre iba al volante, su madre y Kate se acomodaron en los asientos de atrás y juntos partieron.

La familia cantaba en el auto, si algo le encantaba a ésta familia era cantar. Kate y su madre tenían voces realmente hermosas, te atrapa escucharlas y cada melodía que salía de ellas te hacia cuestionar todo lo malo del mundo.

Por otro lado, su padre no era un gran cantante, pero hacia su mejor esfuerzo, la mayor parte del camino cantaba junto con ellas, pero de rato en rato se quedaba en silencio para escuchar el canto de su esposa y su hija, lo enamoraban y agradecía a Dios por haberle permitido tenerlas y le rogaba nunca las aparte de su lado. Canciones iban y venían hasta que al fin llegaron a su destino. El viaje fue rápido, pues el lago quedaba solo a 30 minutos de la cuidad.

Era un hermoso lago, con muchos árboles a su alrededor que combinaban perfectamente con el lugar. A la orilla del lago había un muelle pequeño en el cual las personas que llegaban podían usarlo de trampolín para darse chapuzones en el agua. Alrededor del lago, había un lugar amplio en el que se podía acampar, almorzar y jugar.

La familia Harrison se estacionó en el lugar, rápidamente bajaron las cosas del maletero y armaron una carpa en un espacio vacío que encontraron frente al lago.

Eran aproximadamente las 11 de la mañana y el lago ya estaba lleno de gente, era un gran lugar para pasear y escapar de la rutina diaria que tanto estresa a los humanos.

 

- Cuanta gente vino hoy papá- dijo Kate. Si hija, mucha, sabía que hoy estaría lleno el lago, pero no imagine que tanto- dijo el papa de Kate observando a la gente con un gesto contento.

- Bueno nos divertiremos mucho - se escuchó que pronuncio Carmen mientras dirigía la mirada a su pequeña.

- ¿Quién quiere ir al lago? - preguntó el padre emocionado. Yo-  respondió rápidamente Kate.

- Vayan ustedes avanzando, mientras yo voy acomodando todo para almorzar- dijo Carmen. Sin replicar Kate y su padre fueron al lago. Su madre, aunque le encantaban el lago y el mar, era muy poco de meterse a nadar en ellos, prefería como decía ella, observar la belleza del lugar y encantarse con ella.

Mientras Carmen arreglaba las cosas, a unos cuantos metros de ella podía escuchar que su hija y su esposo jugaban en el agua.

- ¿Jugamos a quien resiste más tiempo en el agua o temes perder con una niña? – decía Kate con una mirada desafiante lanzada a su padre.

- Claro que no- contestaba él. Pues venga dijeron y se hundieron en el agua para realizar la competencia de quien mantenía más tiempo la respiración bajo el agua.  

Afuera de la carpa, Carmen observaba como alrededor jugaban los niños con sus familias y en especial observaba como su esposo después de perder 2 veces con su hija empezaba hacer trampa.

Ya no se hundía en el agua, sino que se mantenía afuera y cuando Kate ya no podía soportar se hundía para simular que él se había mantenido más tiempo bajo el agua.

Carmen solo reía y en su mente decía, «son tal para cual», pues dos turnos antes había observado como Katherine había hecho la misma trampa. En realidad, son mi todo se repetía mientras los observaba y pensaba en que haría sin esos dos en su vida.

2 horas pasaron y Carmen ya empezaba a llamarlos para almorzar. Le sirvió a cada uno su plato, Kate y su padre comían con ganas, tenían mucha hambre.

- Mamá, después de almorzar ¿te meterás al agua con nosotros? -dijo Kate

- Lo dudo hija - respondió Carmen, pero si me animo voy y los acompaño.

- Estuvo delicioso- dijo al unísono la familia Harrison. Ahora debemos esperar unos minutos para volver al agua. Sí- dijo Kate - haciendo una mueca de molestia, ni modo.

Cuando estaban a punto de ir nuevamente a mojarse al lago, Carmen los detuvo.

- Lleven la pelota para que jueguen, y les lanzo el objeto. Gracias Carmen - dijo el padre de Kate.

La pelota iba y venía de un lado a otro, en una de esas tantas idas y venidas el padre de Kate lanzó con fuerza la pelota haciendo que fuera un poco más lejos de donde estaba Kate, cayendo en la cabeza de uno de los niños que jugaba cerca de ellos.




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