Recuerdo de Verano

Capítulo 01 .. UN RECUERDO INOLVIDABLE

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El calor del verano lo impregnaba todo. El autobús avanzaba lento por la ciudad, y Sakura Haruno apoyó la frente contra la ventana, observando cómo la luz del sol se colaba entre los árboles. No prestaba mucha atención al paisaje. Su cabeza estaba en otra parte.

Dos semanas. Ese era el tiempo que faltaba para que empezara la universidad. Y aunque debería estar emocionada, lo que sentía era otra cosa: una mezcla de inquietud, cansancio y expectativa.

No conocía a nadie en ese nuevo entorno. Había pasado tanto tiempo sintiéndose fuera de lugar —por su salud, por sus ausencias en clase, por las veces que prefería el silencio— que le costaba imaginarse encajando fácilmente. Pero al menos lo había conseguido. A su manera, con sus propios tiempos, había terminado la secundaria.

Un paso más. Uno grande.

Miró su muñeca. La tela un poco deshilachada de una antigua pulsera seguía firme alrededor de su piel. Tenía un pequeño colgante de metal en forma de gato. Era vieja, sí, pero no se animaba a quitarla. A nadie le llamaba la atención, pero para ella era especial. Un recuerdo que aparecía con más fuerza cuando los nervios la hacían dudar de sí misma.

Había sido un verano como este. Ella tenía ocho años.

Aquel día estaba sentada en una banca frente al hospital. Su madre había entrado a recoger unos medicamentos, y su tía la acompañaba, aunque se había distraído leyendo una revista. Sakura no quería entrar. Siempre le desagradaba el olor del hospital, los ruidos, las luces demasiado blancas. Había pasado tanto tiempo ahí que ya se le había vuelto familiar… y odioso a la vez.

Fue entonces cuando lo vio. Un gato, pequeño, gris, cruzando la vereda con paso tranquilo. Lo siguió casi sin pensarlo, como si ese simple gesto le permitiera alejarse por un momento de todo lo demás. Lo alcanzó cerca del jardín lateral, se agachó y lo levantó con cuidado.

—¿Es tuyo? —preguntó una voz.

Se giró. Era un niño de su edad, más o menos. Llevaba una camiseta azul y lo miraba con curiosidad, pero sin invadir.

—No —respondió—. Solo lo vi y lo seguí.

—Pensé que estabas buscándolo —dijo él.

El silencio cayó unos segundos, cómodo. Ambos miraban al gato como si fuera una excusa perfecta para no tener que hablar de más.

—¿Vienes seguido al hospital? —preguntó él después.

Sakura dudó un poco, pero asintió.

—Sí. Más de lo que me gustaría —respondió con una sonrisa corta.

Él también asintió, como si entendiera sin necesidad de detalles.

—Yo no. Mi mamá vino a una consulta —agregó—. Pero me aburría y salí un rato.

Sakura acarició al gato sin mirarlo directamente.

—No suelo hablar con otros niños aquí.

—Yo tampoco —respondió él con una pequeña sonrisa—. Pero supongo que es más fácil hablar si hay un gato de por medio.

Ella sonrió también, apenas.

—¿Cómo te llamas? —preguntó él.

—Sakura. ¿Y tú?

—Sasuke.

Se estrecharon la mano, tímidamente.

No fue una conversación larga ni intensa. No intercambiaron secretos, ni promesas exageradas. Solo hablaron un rato más sobre el gato, sobre lo que pensaban del hospital, y de lo aburrido que era acompañar a los adultos.

Al día siguiente, por casualidad, volvieron a encontrarse en el mismo lugar. Esta vez Sasuke traía algo en el bolsillo: una pulsera.

—La encontré en casa. Pensé que te gustaría. Tiene un gato —dijo, tendiéndosela.

Sakura la tomó, un poco desconcertada. Era sencilla, con una pequeña figura metálica que colgaba del centro.

—Gracias. Es linda.

—Nos vamos hoy. Viajamos de regreso. No sé si volveremos.

Ella sintió un nudo leve en el pecho. No era tristeza, exactamente. Pero había algo en esa despedida que dolía más de lo esperado.

—¿Te vas muy lejos?

—No lo sé. Pero fue bueno conocerte, Sakura.

—Igualmente, Sasuke.

Nunca más lo volvió a ver.

A veces pensaba que tal vez él ni siquiera la recordaba. Pero ella sí. No por lo que fue, sino por lo que representó. En un lugar que siempre le había traído incomodidad y angustia, hubo una tarde distinta. Una pequeña pausa en medio del ruido blanco de la enfermedad.

Y eso —aunque fuera simple, breve, y quizá insignificante para el resto del mundo— había sido suficiente para guardarlo como un recuerdo valioso.

Uno que regresaba, especialmente en veranos como este.




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