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Habían pasado varios días desde su llegada a Japón. Durante ese tiempo, Sasuke apenas había tenido un respiro: jornadas completas en la empresa de su familia y una rutina exigente no le habían dejado espacio para explorar la ciudad.
La familia Uchiha lideraba una de las corporaciones más importantes del país, especializada en tecnología y productos electrónicos, con filiales en distintos puntos del mundo. La sede principal de la empresa estaba ubicada en Nueva York, donde Sasuke había vivido durante los últimos años. Sin embargo, recientemente, la central recibió informes sobre ciertos inconvenientes en la sede de Japón. Aunque en principio sería su hermano mayor, Itachi, quien viajaría para hacerse cargo, Sasuke se ofreció voluntariamente a tomar su lugar. Su padre aceptó sin demasiada oposición. Así fue como terminó en la oficina que ahora ocupaba, contemplando la ciudad a través del ventanal.
—Joven Uchiha, disculpe —dijo una voz desde la puerta—. Aquí están los documentos que solicitó.
Sasuke giró apenas el rostro.
—Gracias.
—Por cierto, mañana es fin de semana. Por fin podrá descansar un poco. Lamentamos que desde su llegada haya tenido que enfrentar tantas complicaciones, pero gracias a usted, la situación ha comenzado a estabilizarse. No esperábamos menos del hijo del presidente Uchiha.
—No se preocupe. Mientras esté aquí, haré todo lo posible por resolver cualquier problema —respondió con tono sereno.
—Agradecemos su esfuerzo. Con su permiso —añadió la asistente con una reverencia antes de retirarse.
Sasuke suspiró, apoyándose contra el respaldo de su silla.
—Al fin un día libre... —murmuró—. Tal vez debería salir un poco, despejar la cabeza. ¿A dónde podría ir?
Su móvil vibró. Al ver la pantalla, su ceño se relajó ligeramente. Era Itachi.
—¿Hola?
—¡Hermano! Vaya, ¿por fin te dignas a responderme? —dijo la voz del otro lado con una mezcla de sarcasmo y reproche—. Solo has llamado a nuestro padre para reportar avances, pero a mí, ni un mensaje.
—Tss... Ya, tranquilo. No exageres —respondió Sasuke, algo molesto.
—Jajaja, relájate, solo bromeaba. ¿Cómo van las cosas por allá?
—Ya todo está encaminado. El problema era más administrativo que técnico.
—Me alegra oírlo. Aunque sigo sorprendido de que te ofrecieras a viajar a Japón. Un mes es bastante tiempo, ¿seguro que solo fue por trabajo? ¿No habrá otra razón...? ¿Una mujer, quizás?
—Deja de imaginar cosas, Itachi.
—¡Ja! Entonces no me equivoqué. Si no mal recuerdo, la única chica que conociste allá era una niña de cabello rosa. Pero claro... ahora ya debe ser mayor, igual que tú.
Sasuke apretó los labios.
—Tengo cosas que hacer. Hablamos luego —dijo, algo nervioso.
—Como quieras. Cuídate, hermanito —rió Itachi antes de colgar.
Sasuke dejó el móvil sobre el escritorio, mirando de nuevo hacia la ventana.
“Mi hermano... siempre tan perspicaz.”
En otro punto de la ciudad, Sakura se encontraba en la universidad. Los últimos días habían sido más tranquilos. La semana de exámenes mantenía a todos concentrados, y aunque aún notaba ciertas miradas o silencios incómodos, prefería eso a las burlas o agresiones que había soportado en el pasado.
—¡Sakura! —la llamó una voz familiar.
—¡Oh, Ino! Hola —respondió con una débil sonrisa.
—Estoy al borde del colapso. ¡Estos exámenes están acabando conmigo! Siento que el cerebro me va a explotar —se quejaba la rubia.
—Vamos, hay que esforzarnos. Ya falta poco.
—Sí, solo un mes más y seremos libres, graduadas al fin —respondió con entusiasmo.
—Por cierto, ¿Hinata? No la he visto...
—Tienes razón. Qué raro... Le voy a escribir.
Pocos segundos después, Ino soltó una risa.
—Se quedó dormida. Dice que ya viene en camino. Estuvimos estudiando hasta tarde anoche —explicó.
Entonces, una joven pasó bruscamente al lado de Sakura, empujándola.
—Quítate del camino. Estorbas —dijo Ayame con desdén.
—¿Qué te pasa? —exclamó Ino, ayudando a Sakura a levantarse—. ¿Acaso no sabes pedir permiso? ¡Ah, cierto! No sabes lo que son los modales.
—¿Qué dijiste?
—¡Lo que escuchaste!
—No te metas conmigo, Ino, no sabes de lo que soy capaz.
—Y tú no me das miedo.
—¡Basta! —intervino Sakura, nerviosa—. No quiero que tengas problemas, por favor.
Ayame soltó una sonrisa ladina antes de alejarse.
—Maldita Ayame... —murmuró Ino con frustración.
Hinata llegó poco después, justo a tiempo para escuchar lo sucedido. Aunque indignada, intentó no dejarse llevar por la ira.