Recuerdo... Nuestro amor

9 ATENTADOS

NARRADOR

Dana decidió dejar la academia porque necesitaba adecuarse a su nueva rutina e ir a cada institución educativa para hacerle presente a los directores sobre quien se haría cargo de sus hermanos de ahora en adelante.

Ella se sentía muy apoyada porque Alcides estaba a su lado en todo momento, pero ella no sabía que él siempre estaba viendo a un par de autos que los seguían y no sabía podía enfrentarse a todos, porque ya no portaba su pistola porque no deseaba asustarla.

-. ¿Te encuentras bien? – Dana había notado su extraño comportamiento

-. Creo que nos están siguiendo – Dana se agitó un poco, pero lo disimulo; lo abrazó y miro por su espalda viendo ambos autos

-. Son dos autos y pueden ser hasta diez personas – Alcides acarició su mejilla

-. Lo sé – él le dio una mirada cargada de ternura que dejo a Dana sumergida en una burbuja por algunos segundos – debes irte en un taxi uno de mis hombres te seguirá

-. No voy a dejarte – Dana dijo sin pensar y después se avergonzó

-. Debo entrenarte primero – le dio una sonrisa cálida y la embarco en el taxi, los autos se dividieron y uno siguió a Alcides y otro a Dana la cual fue cambiada de auto aprovechando la sorpresa de los malos.

Dana llego al salvo a casa y se puso a hornear galletas y pasteles, para que se le pasara la ansiedad; porque no sabía cómo estaba Alcides esto era demasiado peligroso.

Alcides por su lado llevo a los maleantes aun terreno que le pertenecía de unas cuantas hectáreas lo que le daría privacidad; sin embargo, no esperaba que los sujetos abrieran fuego de inmediato por lo cual apenas y llegó a ocultarse de las balas; se preparó para dar pela y poder llegar a un cobertizo en donde tenía algunas armas.

-. Vamos sal de ahí no tienes oportunidad – escucho las risas de ellos mientras pecho a tierra avanzó para llegar a donde tengo algunas armas escondidas, cerca de un arbusto encuentro la primera y le doy en al frente al matón que habló por lo que otra ráfaga de disparos es lo que recibo en respuesta

-. Este maldito está cerca – escucho sus murmullos y los ubico, disparo y le doy en el brazo a uno, aunque no logró terminar el trabajo porque los disparos me obligan a esconderme; ellos han venido más que preparados porque escucho como cambian los cartuchos vacíos por nuevos cargados de balas.

Llegó al cobertizo y tomo un arma de francotirador elevándome sobre el techo y buscando mis objetivos una a uno logró derribarlos; dejó todo en su lugar cargado de nuevo y me dirijo a mi moto tranquilo cuando escucho un disparo y me quedo inmóvil al escuchar el sonido de bala pasando junto a mí demasiado cerca.

-. Eres inteligente, pero yo prefiero un combate cuerpo a cuerpo – me pongo en posición de defensa y veo como él lanza sus armas que eran como tres y un par de cuchillos.

-. ¿Listo? –  pregunta lo que hace que él asienta y Alcides al evaluar la situación pensó que esto le iba a doler porque él le llevaba unos cien kilos de diferencia y era muy fuerte.

Al ser un hombre grande era lento lo que ayudo a Alcides que evita un par de golpes y acierte otros, cuando el grandote está exhausto Alcides lo ataca sin piedad con puñetes en las costillas y los brazos; una media hora después le rompe en cuello con una llave que enseñan a los militares.

Alcides tomó su casco, se lo puso y subió a su moto regresando a la casa, en donde escuchó los ruidos en el comedor, Dana le abrió la puerta y al ver que tambaleaba.

-. Ve a mi cuarto – Alcides se sorprendió, pero obedeció sin poner objeción – bien chicos almuerzan y van a ser sus deberes – Eliseo quiso preguntar algo, pero se detuvo porque no sabía en qué condición había llegado Alcides.

Entro a su habitación y lo encontró recostado en su cama ya sin el casco, viendo la sangre seca al costado de su labio y los grandes círculos morados en sus mejillas y la barbilla; ella había pasado por la farmacia y trajo lo necesario para curarlo, estaba asustada por la sangre que sobresalía de su polo.

-. Ouch – Alcides se queja al sentir el alcohol en la comisura de sus labios

-. Quédate tranquilo – Alcides abrió los ojos y la vio con un hisopo tratando de ser delicada

-. Es que me hubieras avisado – él podía soportar un gran dolor, pero si se preparaba

-. Bueno ya – ella sigue concentrada en su trabajo, limpiando la sangre seca y poner crema en cada golpe que él había recibido por su culpa por lo cual empezó a llorar

-. ¿Tan mal me veo? – ella lo golpeo suave en el hombre y él hizo una mueca de dolor porque estaba algo golpeado

-. Lo siento – ella siguió con su trabajo -  es que estás así por mi culpa

-. No te preocupes – él la tranquilizó – salí bien librado de la pelea

-. Con tantos moretones no pareciera – él intentó reírse, pero en lugar de una sonrisa fue una mueca de dolor

-. Será mejor que te quites el polo para revisar esa herida – le ordenó a pesar de estar muy nerviosa

-. Solo es un raspón – ella se voltea y lo ayuda

-. No entiendo cómo es que podías caminar estando así – él se encogió de hombros – aguanta un poco – vertió un poco de agua oxigenada y coloca una gasa, viendo los moretones en todo su cuerpo, pasa la crema y de la nada siente que la temperatura en la habitación había aumentado.

Alcides estaba ansioso por abrazarla y besarla, se contuvo porque él aún era un total extraño para ella; pero sentir como su mano recorría su cuerpo a pesar que fuera para colocarle crema era demasiado incluso para él por lo que tragó saliva con dificultad e intentó pensar a fuerzas en otra cosa.

-. Iré a traerte un poco de comida – Dana salió casi corriendo y volvió con una bandeja de comida y varios postres, Alcides intentó sentarse y Dana lo ayudó – déjame ayudarte – ella tomó la cuchara y le dio de comer; él disfrutaba su comida ya que tenía una sazón muy buena.



#10063 en Novela romántica

En el texto hay: secuestro, guardaespaldas

Editado: 16.06.2024

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