NARRADOR
Sus hermanos llegan contentos y algo cansados ya que sus abuelos los habían llevado al centro comercial logrando que se quedaran sin energía.
-. Dúchense y a la cama – ella sabía que ellos ya habían comido y de seguro sus abuelos les habían dado demasiadas golosinas – y no olviden lavarse los dientes
-. Pequeña – es el abuelo el primero que se acerca a abrazarla
-. Abuelito – ella amaba mucho a sus abuelos por parte de su madre ya que ellos eran excelentes personas
-. Y no hay nada para mí – la abuela aparece con los brazos abiertos y los tres se unen en un gran abrazo que fortalece mucho el corazón de Dana que ya sentía que nada tenía sentido
-. ¿Hasta cuándo se quedarán? – ellos se miran algo tristes
-. Pasado en la mañana saldremos a nuestro pueblo – ella se entristece
-. Entonces aprovechemos el día de mañana – ellos sonríen y asienten
-. ¿No piensas presentarnos? - Dana se avergüenza ya que había ignorado por completo a Alcides
-. Lo siento – su voz se vuelve más bajita – él es Alcides mi esposo – los abuelos lo saludan cálidamente ya que Eliseo les había puesto al tanto de todo y a pesar de la decepción por las acciones de su hija prefieren no incomodar a Dana con ese tema porque ya bastante tiene con todo lo que ha tenido que enfrentar en tan poco tiempo.
-. Es un joven muy apuesto – Dana asiente ya que sabe que su abuela lo hace con doble intención
-. Muchas gracias por el halago – Alcides interviene para evitar la incomodidad
-. Espero que cuides mucho de ella y sus hermanos – él asintió muy serio porque eso no había duda
Los abuelos se quedaron una hora más aproximadamente y compartieron la pizza y pollo a la brasa que habían traído para compartir.
-. Mañana ponte ropa cómoda porque iremos a hacer algo de deporte – su abuela le guiño un ojo y eso puso en alerta a Dana ya que su abuela tenía ideas muy locas muchas veces
-. Y tú también irás con nosotros – el abuelo llama la atención de Alcides que estaba recogiendo los platos y demás cosas, así que solo asintió con una sonrisa.
-. Cuídense mucho y nos vemos mañana a primera hora – Dana y Alcides los despiden en la puerta y ella nota que él está buscando las llaves de su moto
-. Creo que para hacer más creíble nuestro matrimonio – ella se aclara la garganta – sería un gran favor que te mudes aquí en la casa, porque sabes que no puedo afectar a mis hermanos – ella jugaba con sus manos de lo nerviosa que estaba.
-. No quiero incomodarte – ella se voltea y lo abraza
-. No lo haces y más bien yo soy la que está siendo uan carga para ti – le dice cerca de su oído
Alcides no sabe cómo reaccionar y más al tenerla tan cerca si tan solo pudiera decirle toda la verdad, pero aún no era el momento y le costaba un mundo controlarse con ella porque él la amaba y la amaba de verdad.
-. Sabes que es lo que planean tus abuelos – Dana negó, aunque conocía a sus adorados abuelitos y eran capaces de muchas locuras a pesar de su edad
-. Solo espero que te guste las sorpresas y las aventuras – él sonrió con cierto nerviosismo – pero no me cambies el tema – la mira seria
-. Solo quiero asegurarme que estés cómoda con esa decisión – ella asiente en cuanto él toma sus manos – no me gustaría incomodarte
-. La carga… - él coloca sus dedos sobre sus labios porque le dolía que ella se viera de esa manera
-. Si te soy sincero – la miró fijo a los ojos – me siento feliz aquí en este instante de mi vida y más cuando tú estás a mi lado – acortó la distancia que los separaba y rozó sus labios, ella cerró los ojos y debía aceptar que se sentía tan bien justo ahora; él dejo un casto beso en sus labios y suspiro – iré por mis cosas – ella asintió con una sonrisa – vendré lo más rápido.
Dana se puso a hornear de nuevo porque no estaría tranquila hasta que él estuviese en casa, mientras las galletas se horneaban reviso los cuartos de sus hermanos arropándoles y dándoles un pequeño beso en la frente, estaba por entrar en la habitación de su madre; pero escucho el motor afuera de la casa y regresó a la cocina.
Alcides ingresó con un maletín y ella lo miró desde la cocina
“Eso es muy pequeño para que sean sus pertenencias… o bueno todas sus pertenencias”
-. Regresé – Alcides tenía una sonrisa de oreja a oreja que hasta los ojos le brillaban de felicidad
-. Las puedes dejar en mi habitación – ella no lo dudo
-. Podría tomar una de las habitaciones de visitas – él sentía que no era correcto
-. Eso harás el día que tengamos un fuerte pelea o discusión y no quiera que duermas a mi lado – Dana se sonrojo de inmediato por lo que había dicho y dejo a Alcides en problemas porque cierta parte de su anatomía había reaccionado ante sus palabras y estaba en serios problemas
-. De acuerdo – salió disparado al cuarto porque no deseaba que esta fuera su primera pelea y menos por algo tan trivial
Dana misma no reconocía aquellas acciones que hacía, pero él le daba una seguridad y se sentía tan bien estar a su lado. Esa noche Alcides se colocó un short, un polo si es verdad que en su casa dormía tan solo con ropa interior, pero a la vez era consiente que no podía incomodar a Dana.
Dana por su lado se cambió un pijama en el baño que también era un polo y short de pijama. Se acostaron mirando al techo ambos muy nerviosos, hasta que de apoco el sueño los fue venciendo. Dana despertó abrazada como un koala al cuerpo de Alcides y se sentía muy cómoda y algo caliente, miro su rostro tan sereno y se fue de prisa al baño ya que se sentía como una acosadora.
Se alistaron y sus abuelos a las siete y media ya estaba en la puerta con su camioneta esperándolos, no les dijeron nada solo que ese día estaría lleno de risas, aventuras y buenos momentos.
Llegaron a una zona con pocas casas y que tenía gran cantidad de vegetación a diferencia de la ciudad, entraron uy parecía un gran recreo campestre con a diferencia de que contaba con algunos deportes de aventura extrema como una tirolesa, bicicleta a una altura bastante considerable, un puente colgante con bastante vértigo, toboganes y un columpio en el filo de un abismo.