Recuerdos

Reina

Una anciana en su cama, agonizante, estaba rodeada de sus seres queridos, la tiene de la mano Anek, una mujer de edad mediana, de pelo corto rubio, y ojos de un bello color esmeralda, que demostraba una gran angustia en su expresión al ver el estado de salud de la mujer mayor.

— Querida, como te extrañaré cuando pase al otro mundo.

— Reina, nosotros somos quienes te extrañaremos, eres el centro de nuestra vida.

— Lo sé cariño, lo sé. Pero la vida de los humanos no es eterna.

En su mente la anciana empezó a recordar su vida, desde lo que le contaron de su nacimiento.

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80 años antes.

Solo había una ciudad en todo el mundo, las casas eran de madera, en la noche se iluminaban con velas, cerca de la villa había campos de cultivo, la ropa de las personas estaba hecha en casa, vestidos largos, rústicos y anchos; los hombres pantalones y camisetas de manga larga, en esta población habían varios niños que jugaban en las calles.

Pero en ese momento todos los habitantes estaban preocupados, en una de las casas había una parturienta, los pobladores estaban inquietos por su salud, y la del bebé, querían que todo saliera bien.

— Es una niña, están las dos bien — avisó Kobieta, una de las que había ayudado a la madre.

Todos gritaron felices, por suerte nació bien la recién nacida, y su progenitora resistió el parto, pero al cumplir un año y medio, y empezar la pequeña a ingerir comida, su madre sabía lo que debía hacer, tenía su miraba triste, pero era lo mejor para que su niña viviera muchos años más.

— Anek, por favor, críala con mucho cariño, Reina es mi tesoro.

— Lo sé señora, la cuidaré como si fuera mía.

La madre sonrió angustiada, por un momento estuvo a punto de arrepentirse de su decisión, pero era por amor a su hija que lo hacía, lloraba en silencio, se perdería cuándo empezará a caminar, o empezar a hablar... pero su decisión ya estaba tomada, era por el bien de Reina.

— Protégela, espero que pueda vivir mucho.

— Haré lo posible para que sea así, señora.

La mujer miró llorosa a la bebe, se tomó un líquido, se recostó, y espero tranquila a que la muerte le llegará. Esa tarde todo el pueblo se juntó en un sector alejado del núcleo, pero dentro de las murallas que rodeaban la villa, asistieron a los funerales y posterior entierro, la pequeñita no entendía que pasaba, estaba llorando porque no veía a su madre por ninguna parte. Anek la distrajo, ya cuando estuvo calmada la dejó a cargo de su amiga Kobieta, mientras ella rezó un momento por la mujer, luego se fue a cumplir su misión, criar a la criatura de cabello moreno, que tomó en sus brazos para llevar a su casa.

Cinco años más tarde, Reina hablaba con sus mejores amigos, un par de mellizos.

— No debes hacer eso — le dijo su amiga Jaciel, angustiada.

— Es que ya estoy aburrida, quiero explorar el bosque — se explicó la niña de ojos café.

— Es peligroso para ti salir de los muros — Zijaci estaba preocupado, si su amiga no les hacía caso, iría a hablar con alguno de los adultos.

— Sí todos lo hacen, porque yo no.

— Tú no eres como lo demás, eres.... — la hermana del niño quería hacerla comprender el riesgo que corría si hacia lo que pensaba.

— Está bien — la irrumpió molesta, ya le dolía la cabeza tanto que los otros hablaban — no me repitas todo eso, me lo sé de memoria, Anek me lo dice todos los días — suspiro aburrida — me convencieron, me voy a casa, tengo sueño.

Los otros dos pequeños respiraron tranquilos.

Ese amanecer, una inquieta niña de pelo negro salió de su pieza a escondidas de su cuidadora, estaba aburrida de que no la dejen salir fuera de los límites de la villa, le habían dado una razón, pero ella no la creía, no podía ser lo que le contaron, seguramente estaban mintiendo, así que Reina decidió probarlo de la forma más fácil.

Tomó valor y decidió seguir con su plan. Logró pasar por todas las casas que estaban en la periferia de la aldea sin que la vieran, pero apenas pasó el muro de madera, por donde encontró un hoyo, cayó como si fuera un pez fuera del agua, trataba de conseguir oxígeno, pero no lograba nada, hasta que ya desmayándose vio a su cuidadora corriendo junto a sus pequeños amigos, todos estaban aterrados al verla fuera de la seguridad de la muralla.

Cuando despertó estaba en su cama, con Anek a su lado, mirándola preocupada.

— Mi niña ¿Por qué hiciste esto? Sabes que no debes salir de la villa.

— Quería ver algo más, salir como lo hacen los demás, me aburre este encierro.

— Cariño, tú no puedes, ya viste que casi moriste ¿Ahora si me crees?

— Sí — la niña bajo la cabeza, avergonzada de haber pensado que todos le mentían, sobre todo su guardiana, ella siempre le dijo que nunca le mentiría, y ahora comprobó que era verdad.

— Nos asustaste mucho.

Jaciel salió a avisar que muchacha estaba bien, todos los habitantes se relajaron y se fueron a sus labores.

Cuando Reina tenía 17 años, por fin pudo salir un poco más lejos del lugar, la muralla fue ampliada, fuera todo era desértico, sin nada de vegetación, ahora la valla llegaba donde un campo de flores, al lado de donde cultivaban los vegetales para comer, con ella estaba su cuidadora, que como siempre se veía impecable, con esa edad atemporal que siempre había tenido.

— Que lindo lugar es este Anek, me agrada poder salir y que estés a mi lado.

— A mí igual ¿Hueles las flores? Es como el olor del mar.

— No lo sé, nunca he ido a la costa.

— Trataré de ver la forma que vayas, sabes que por ti haría cualquier cosa

Ambas se miraron en silencio, sus miradas fijas en la otra, hasta que la más joven acercó sus labios a la otra, se besaron muy tiernamente.

— Te amo — dijo la jovencita.

— No digas eso, no puedes amar a una ma...

 



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En el texto hay: misterio, soledad, muerte

Editado: 20.11.2020

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